Bolas tan habituales en las Navidades. / Pexels

Bolas tan habituales en las Navidades. / Pexels

Economía

Esta no es otra típica lista de 'tips' para unas Navidades sostenibles

Profesionales vascos de lo social, lo económico y lo medioambiental reflexionan más allá de las recomendaciones habituales para vivir una Navidad consciente

24 diciembre, 2022 05:00

Las palabras economía y ecología proceden de la misma raíz: el lexema griego oikos -οἶκος-, que significa casa. Interiorizar esto es clave, porque quien más quien menos entiende cómo funciona una. Nuestro hogar es refugio, lugar de convivencia y de finanzas domésticas, fuente de gasto y ahorro, epicentro de cuidados. Y así es como debería comprenderse el mundo al traspasar las cuatro paredes. En el fondo, economía y ecología significan gestión de la casa, de la común, ésa que comprende el planeta y las personas que en él habitan. Un concepto que cobra especialmente fuerza en estas fechas de espíritu navideño, con cálidos encuentros y dispendios especiales.

En las últimas semanas han proliferado los reportajes con consejos, tips que dicen los modernos, para vivir unas fiestas sostenibles. Todos tienen que ver con un consumo responsable y eficiente, porque aunque la Navidad es tiempo de paz y amor, como proclama el villancico, las compras se disparan cual pura sangre. Regalos, decoración, comidas... De ahí  el bombardeo previo de claves “verdes”: usar más velas que luces, envolver los agasajos en papel de periódico o comprar producto de kilómetro cero. Son recomendaciones bienintencionadas y archiconocidas, aunque no por ello mayoritariamente seguidas, pero la sostenibilidad va mucho más allá.

Por eso, en pleno meollo navideño, 'Crónica Vasc'a ha querido poner el altavoz a tres vascos comprometidos con lo social, económico y medioambiental: Patxi del Campo, musicoterapeuta y representante de la asociación Vivir con voz propia; Sara Buesa, defensora de los derechos humanos y la convivencia en Euskadi y vicepresidenta de la Fundación Fernando Buesa; y Eduardo Ochoa de Aspuru, coordinador de Medio Ambiente en Egibide, el mayor centro de FP de España y de los más importantes de Europa. Una conversación a tres para llegar al oikos desde la argumentación, con ejemplos prácticos y sin florituras técnicas.

Una familia celebra una cena de Navidad en una mesa llena de productos cuyo precio ha ascendido / PEXELS

Una familia celebra una cena de Navidad en una mesa llena de productos cuyo precio ha ascendido / PEXELS

A fin de cuentas, para que el común de los mortales celebre una navidad (y una vida) realmente sostenible es fundamental comprender el por qué y para qué tanto de las recomendaciones habituales como de las que no suelen aparecer en los listados. Y además, la gente ya está muy cansada del “consejos vendo que para mí no tengo”. No es éste el caso.

Regalar tiempo

La dimensión social de la sostenibilidad va de poner en el centro del sistema a las personas. Y eso, en estas fechas de reencuentros, se debería de traducir en “regalar tiempo” y “vivir más despacio para escuchar mejor”. Del Campo lo sabe bien porque su asociación se acerca a la soledad y el sufrimiento para poder aliviarlos. “Las personas sostienen a las personas”, afirma tras un desayuno muy particular en la calle Gorbea de Vitoria. Han vuelto a celebrar lo que en Vivir con voz propia llaman “conversaciones cuidadoras”. Reuniones informales donde coinciden personas de toda índole y condición, desde un tipo con suerte hasta un mendigo, con el objetivo de “espaciar el corazón”. 

Detrás de este concepto que algunos considerarían amazapanado hay un argumento demoledor: “Nosotros hemos sido cuidados, muchos hemos recibido amor incondicional, y gracias a eso estamos aquí. Dar espacio de corazón a otros es lo que nos permite crecer como humanos”. Del Campo sabe que estas palabras se acogen mejor en Navidad y, por eso, confía en el poder de la festividad para tejer una comunidad compasiva. “Pero por favor, si vais a escribir esto poned la definición de compasión que estamos defendiendo ante la RAE: no tiene nada que ver con la pena, es el reconocimiento del sufrimiento que mueve a procurar aliviarlo”, explica.

Ochoa de Aspurua y Buesa, compañeros en algunas de las aventuras de Del Campo, tratan de seguir estos principios empezando por lo básico: reducir el ritmo frenético del día a día para crear espacios de pausa y reunión. Confiesan que su trabajo les apasiona, pero la vocación puede volverse tremendamente adictiva. “En estas fechas intento convivir más y mejor con mi pareja y mi hijo. Procuro vivir más despacio para escuchar mejor, recuperar la terapia del silencio deseado… Intento ser más maleable, aterrizar en los pequeños actos, los pequeños gestos de las personas más cercanas que durante el resto del año no soy capaz de percibir… Busco desarrollar más la emoción para que la acción posterior sea más sostenible”, confiesa el profesor.

Sara abre su casa, como quien abre el corazón, a familiares y amigos. Las Navidades son bullicio hasta que llega el Año Nuevo. Hace tiempo que lo recibe en lo alto del monte junto a su pareja. Y suena hermoso cuando cuenta por qué. “Me gusta empezar conectada con la naturaleza para recordarme qué es lo importante en la vida. Me recuerda que soy una hormiguita, una pequeña parte de este mundo tan grande, y es mi acicate para tratar de vivir consciente y presente”.

Consumir para vivir

En lo ambiental, por seguir con el ámbito más manoseado en esto de la sostenibilidad, hay una premisa clave frente al gasto desbocado de las fiestas: somos lo que consumimos. Los tres entrevistados coinciden en que “se trata de consumir para vivir y no de vivir para consumir”. Antes de comprar un nuevo producto, instan a pensar si realmente se necesita y qué va a aportar. “¿Me va a hacer más feliz? ¿La felicidad está en estas mesas navideñas televisadas llenas de cosas materiales y de sentimientos artificiales?”, se pregunta Ochoa de Aspuru.

Por eso él evita las compras compulsivas espoleadas por la obsolescencia de nuestro sistema económico. “Uso el mismo árbol de navidad artificial desde hace más de 10 años, los mismos adornos, el niño Jesús que fue de mi madre y antes de mi abuela..”. En el caso de Buesa, que también se anima a compartir costumbres, la familia echa mano de un pino viejo y lo siguen decorando con aquellas bolas de papel que hacían los peques cuando iban a Infantil. 

El desperdicio alimentario es otro punto que tener en cuenta. La norma en estas tres casas es dejar los platos limpios, los cubos de basura sin restos y en el congelador las sobras, si las hubiera, para recetas de aprovechamiento. No es para menos. Derrochamos cientos de kilos de alimentos por persona al año mientras más de 800 millones de individuos en el mundo no tienen qué llevarse a la boca. “Si lo pensamos bien siempre será mejor quedarse con hambre… que tirar comida”.

Una mesa preparada para la cena de Navidad / PIXABAY

Una mesa preparada para la cena de Navidad / PIXABAY

Abrir mente en vez de cartera

Y al final, toca hablar de dinero. La sostenibilidad económica tiene que ver con la capacidad para administrar recursos y ahorrar, pero en época de villancicos y polvorones el gasto suele dispararse por encima de lo razonable. Según el último estudio del Observatorio Cetelem, a lo largo de esta Navidad los vascos se dejarán 681 euros, lo que supone un incremento del 35% respecto al año pasado. Y eso que hay inflación.

El profesor de Egibide aconseja “abrir la mente en vez de la cartera”. O, al menos, la mente un poco más. Es lo que intenta Sara, compaginando regalos prácticos y juegos para disfrutar en familia con algún pequeño capricho. Un equilibrio complejo cuando en casa todavía se conserva la fe en Olentzero. “Hay que disfrutar y regalar”, matiza en este punto Ochoa de Aspuru, “pero regalar lo que se puede pagar”. “O regalar lo que sale del corazón”, insiste Del Campo. Probablemente, de todas las opciones, ésta sea la más sostenible.