Es una realidad que el proceso de vacunación no va lo rápido que a todos nos gustaría que fuese. Pero también lo es, que lo vivido estas últimas semanas permite entender en parte, las razones del ritmo actual. Un inicio simbólico a finales de diciembre del año pasado, un camino lleno de obstáculos logísticos, la posibilidad de obtener una dosis más cuando en teoría cada vial de Pfizer aportaba 5 dosis individuales, la “malicia” de algunos a la hora de adelantarse al turno de vacunación convenido, las negociaciones complejas entre Unión Europea y las farmacéuticas, y sobretodo, la ausencia de las dosis necesarias, están lastrando el proceso y ralentizando el ritmo de vacunación.

Me vais a permitir, una vez más, plantear una visión positivista de lo que está por venir. La decisión de realizar procesos de vacunación paralelos entre las vacunas ARNm y la vacuna AstraZeneca me resulta interesante, así como la de organizar la vacunación por sectores de edad, desde los grupos de más de 100 años, hasta, al menos, llegar al verano con los mayores de 60 años pudiendo estar vacunados. Si se pudiera cumplir este objetivo más terrenal, tener a todos los mayores de 60 años vacunados en el próximos meses, habríamos alcanzado un importante hito: proteger a los más vulnerables de la sociedad en la primera mitad del año.

En España, 6 de cada 10 muertos por coronavirus tienen más de 80 años. La cifra sube a casi el 95% si lo rebajamos a mayores de 60

No es un aspecto baladí. De hecho, en España, 6 de cada 10 personas muertas por coronavirus tenían más de 80 años. La cifra sube a 8 de cada 10 si bajamos a mayores de 70. Y a casi el 95% si lo rebajamos a mayores de 60. Esta es la razón por la que se han priorizado la vacunación por grupos de edad. Se evitará un enorme número de pacientes hospitalizados, pacientes en UCI y lógicamente fallecidos. Pero además, atendiendo a los primeras evidencias, podría incluso ponerse una pared de cristal al virus en su objetivo de seguir transmitiéndose.

Echando una mirada a Israel, esta semana se ha realizado un primer análisis de los efectos de la vacunación en la población de más de 60 años y los resultados son espectaculares. De más de medio millón de sujetos vacunados con las dos dosis de Pfizer, hay 544 casos de COVID19 leve y tan solo 4 casos de COVID19 grave, sin que se haya detectado ningún fallecido. Además, se ha registrado un 94% de caída en los casos de COVID19 sintomática, y una caída idéntica de los casos graves. Por cierto, otro estudio analizó la bioseguridad de la vacuna y concluyó que tras seguir la pista a más de 18 millones de personas que recibieron alguna de las dos vacunas ARNm, solo se han registrado 66 casos de anafilaxia (47 con Pfizer) y ningún fallecido como consecuencia de estos procesos agudos de alergia.

Evitar la extensión de la variante sudafricana parece la clave a todas las luces

Sin duda, un aspecto que podría afectar a los enormes beneficios de la vacunación son la aparición e impacto de las nuevas variantes. Preocupa especialmente la sudafricana o variante B.1.351. Evitar la extensión de la misma parece clave a todas luces. Las vacunas testadas frente a la variante o no tienen eficacia frente a la COVID19 leve-moderada (caso de AstraZeneca), o la tienen al 50-60% (caso de las vacunas como Jonhson & Johnson y Novavax). La variante es también resistente parcialmente a anticuerpos monoclonales. Además, según se ha sabido a través de la OMS, esta variante podría estar reinfectando a personas que pasaron la infección meses atrás.

Los pasados siete días han sido esperanzadores en el contexto de tratamientos frente a la enfermedad. El tratamiento profiláctico con anticoagulantes en pacientes COVID19 admitidos en hospital, se asocia con un 30% menos de mortalidad a 30 días, y sin efectos adversos de sangrado. En paralelo se ha conocido que la combinación de tocilizumab, un fármaco usado para tratar la artritis reumatoide, y la dexametasona, puede reducir a casi la mitad el riesgo de muerte en los pacientes más graves con COVID-19 según el ensayo clínico Recovery.

Seguimos en la carrera de fondo que representa la pandemia. A lo lejos se vislumbra un horizonte de vacunación y tratamientos, pero el día a día solo nos puede hacer tener una palabra en la mente: prevención. El uso de mascarillas y la distancia social como herramientas de contención frente a la infección. Especial cuidado en los espacios cerrados y con el riesgo a intercambiar aerosoles cargados con partículas víricas. Unos aerosoles, que según se ha conocido, aumentarían con el grado y avance de la infección, con la edad y con el índice de masa corporal de la persona.