En España hay un ministro de Consumo, cartera que ejerce con sumo agrado el secretario general de Izquierda Unida, Alberto Garzón, quien aparece poco por el Boletín Oficial del Estado, pero mucho por las redes sociales, de las que suele ser blanco de sátiras y sarcasmos en formato de memes.

Incapaz de resolver los verdaderos problemas de consumo de los ciudadanos, ocasionalmente aparece con alguna prohibición que vestida de regulación limita las libertades de los ciudadanos. Es verdad que no son limitaciones que vayan a colocar a los españoles en los niveles de precariedad de derechos de su admirada Cuba, pero sí que conducen al Gobierno hacia una forma de establecer restricciones que no se sabe dónde acaban.

La más reciente ha sido la de limitar la publicidad de productos alimenticios que han entrado en la lista de la dieta políticamente incorrecta, los alimentos procesados y azucarados. De este modo, se quiere proteger a los menores de la imagen de marcas de alimentación que pueden trastornar su salud conduciéndolos al sobrepeso.

 

Incapaz de resolver los verdaderos problemas de consumo de los ciudadanos, ocasionalmente aparece con alguna prohibición que vestida de regulación limita las libertades de los ciudadanos

 

Entre los memes relativos al caso, había uno que decía que los menores podrán hormonarse, cambiar de sexo o abortar, pero no podrán ver anuncios de bollycao. Los parlamentarios del grupo de Alberto Garzón, Unidas Podemos, votaron en esos mismos días a favor de una resolución para legalizar la comercialización del cannabis, cuyos efectos son terriblemente nocivos, principalmente, para los mismos adolescentes a los que el Gobierno quiere proteger de los dulces.

En efecto, la obesidad y el sobrepeso son un problema de la juventud europea y también de los adultos, pero a diferencia de los que ocurre con el alcohol u otras drogas como el tabaco, que siempre son dañinas, el dulce no es necesariamente malo, se trata de una cuestión de cantidades. Nuestro cuerpo necesita azúcar, como necesita grasas e hidratos de carbono, la cuestión es en qué proporciones lo ingerimos.

 

La libertad también existe para poder equivocarse, ya sea comiendo un bollycao o un bocata de chorizo, pasando más horas de las debidas en las redes sociales o saliendo hasta muy tarde los sábados por la noche

 

Si se trata de proteger a la ciudadanía contra el sobrepeso también habría que proceder con las mismas restricciones para los embutidos o el pan de molde, que, como sabemos, contribuyen con mucho acierto a nuestra obesidad.

Sin embargo, la medida aplicada por el líder comunista tiene su aceptación en tanto que la gente entiende que hay que proteger la salud de los niños. Ahora bien, esas limitaciones podrían seguir por muchos otros caminos, como instalar limitadores de tiempo en los móviles de los menores o en la programación infantil que va dirigida a ellos. Tampoco sería malo que hubiera un toque de queda para su presencia en las calles, que como sabemos causa tantos problemas. En definitiva, que la lista de limitaciones dirigida a perfeccionar a los niños no acabaría y aún habríamos terminado con su libertad sin haberlos hechos ideales.

Si creemos que la libertad solo puede desarrollarse en el espacio que el Gobierno decrete para nosotros, es porque no creemos en la libertad. La libertad también existe para poder equivocarse, ya sea comiendo un bollycao o un bocata de chorizo, pasando más horas de las debidas en las redes sociales o saliendo hasta muy tarde los sábados por la noche.

 

Los memes se han vuelto a cebar con Gabriel Rufián tildándolo de obeso rico, no fuera a achacar su sobrepeso a que percibe un mal sueldo.

 

Por cierto que al debate sobre la alimentación infantil se ha sumado la perspectiva de lucha de clases que ha incorporado Gabriel Rufián al decir que la derecha ejerce odio de clase si no acepta que una mala dieta es más barata que una dieta sana. Los memes se han vuelto a cebar con él tildándolo de obeso rico, no fuera a achacar su sobrepeso a que percibe un mal sueldo.

Si lo tomáramos en serio, no habría nada mejor para sentirse rico que rehusar las galletas y comer manzanas.