Una semana más, las vacunas copan casi todos los titulares. Y los hay para todos los gustos. Por una parte, Euskadi se afana en acelerar el proceso de vacunación, con al ánimo de salir de las posiciones traseras en el ranking de las Comunidades Autónomas. Por otro lado, países como Dinamarca, Noruega e Islandia han decidido suspender temporalmente la vacunación con la vacuna de AstraZeneca, tras detectarse una treintena de casos de trombos. Con celeridad y precaución, la Agencia Europea del Medicamento ha informado de que por el momento no existen evidencias de que la vacuna sea responsable de dichos efectos adversos. Siendo todavía temprano para sacar conclusiones, no parece que los indicios de causalidad sean sólidos, ya que la incidencia de tromboembolismos en la población vacunada y en el resto de la sociedad son similares.

Por cierto, el sistema español de farmacovigilancia ha recibido hasta el momento 69 notificaciones (un 0,05%) de efectos adversos (casi todas reacciones presentes en su ficha técnica, salvo la astenia) entre las casi 121.000 personas vacunadas con AstraZeneca. No obstante, las reacciones no se han hecho esperar, y por ejemplo España ha decido aplazar la decisión sobre ampliar la edad para AstraZeneca a mayores de 55 e incluso 65. Me preocupa el descrédito que se está generando en torno a esta vacuna, y los posibles efectos tectónicos que la incertidumbre vivida pueda generar en la confianza de la población a vacunar.

Solo se han detectado un 0,05% de efectos adversos entre las 121.000 personas vacunadas con AstraZeneca

Otra de las grandes noticias de la semana ha sido la autorización de uso de emergencia de la vacuna de Johnson & Johnson y Janssen por parte de la Agencia Europea del Medicamento. Una vacuna que presenta ciertas ventajas con respecto a las que ya se están administrando en Europa, como son la pauta de administración basada en una única dosis y la más favorable conservación y logística. De hecho, no hace falta mantenerla a temperaturas de congelación, como son los casos de Pfizer y Moderna. Las evidencias existentes sugieren que se trata de una vacuna segura y eficaz. Ha presentado una eficacia media del 66%, y del 85% en pacientes mayores de 60 años. Además, protege contra las cepas sudafricana y brasileña, especialmente frente a la enfermedad grave. Por cierto, recientemente se ha sabido que la vacuna tendría a los 56 días de la administración una eficacia superior al 90-95% frente a la Covid-19 en su estado más grave.

Las variantes del virus constituyen un temor constante. Solo hace falta ver cómo están sufriendo en Brasil el azote de la variante P.1 del coronavirus. Los científicos advierten sobre el peligro de que el país se convierta en incubadora de mutaciones y la OMS teme una explosión regional de casos, en una semana que ha registrado en el país un record de fallecimientos por COVID19. En paralelo, un estudio de casi 55.000 personas concluye que la nueva variante B.1.1.7, identificada en Reino Unido, tendría una mortalidad un 64% superior a la variante anterior. Un argumento más para extremar la precaución y prevenir la infección.

La vacuna de Johnson & Johnson y Janseen permite la inmunidad con una única dosis y protege contra las cepas sudafricana y brasileña

Esta semana me preguntaba si es seguro vacunarse estando embarazada. Lo cierto es que son necesarios ensayos clínicos específicos para sacar conclusiones de forma contundente, pero los datos hasta el momento sugieren que si que lo es. Se ha podido comprobar que las vacunas no afectan al embarazo, ni lo impiden o aumentan el riesgo de aborto. Además conviene recordar que la relación beneficio-riesgo, también en embarazadas, es favorable a la vacunación.

Quiero concluir apelando a la serenidad. En el proceso de vacunación masiva pueden darse y se están dando dificultades, pero hay mecanismos de control que aseguran que si algo ocurre, la respuesta es instantánea. Es necesario no sacar conclusiones apresuradas y viscerales. Las vacunas están demostrando ser eficaces y seguras. De hecho, cada vez que se vacuna a una persona, se vuelve un poco más difícil para el virus transmitirse en la comunidad, y con ello se logra reducir riesgos como la enfermedad, hospitalización y fallecimiento. Lograr la inmunidad de grupo es un objetivo per se. Pero ahora mismo lo más relevante es vacunar a la población más vulnerable (edad, enfermedad o profesión) cuanto antes. La inmensa parte (90-95%) de los fallecidos con COVID19 tenía más de 60 años. Ese es el colectivo a proteger.