La verdad judicial, la que gusta tanto a los que suelen salir absueltos, sea por la habilidad de sus muy bien pagados abogados –solvencia económica a prueba de bombas- sea por su posición social o política, ha sido revelada. 

Esta vez no ha habido oportunas prescripciones de presuntos delitos, ni archivo por falta de indicios o pruebas. Esta vez la justicia solo ha tardado trece añazos en enviar a la cárcel a un grupo de mafiosos corruptos encabezados por Alfredo de Miguel, ex número dos del PNV en Álava, ex diputado foral del PNV en Álava y ex militante del PNV en general… 

Y junto a Alfredo de Miguel han sido condenadas otras catorce personas a cárcel, multas e inhabilitaciones. Entre todas ellas acumulan 1.500.000 euros de multas más, quiero suponer, las costas del caso y las minutas de sus ilustres abogados, que no puedo imaginarme a cuánto ascenderán ni por quién serán finalmente abonadas. 

El PNV fue el partido que les escogió, les colocó, y les protegió públicamente, primero, y soterradamente después

Las quince personas condenadas no son del mismo pueblo, ni acudieron al mismo colegio. No pertenecen al mismo txoko y no tienen las mismas aficiones ni practican el mismo deporte. No comparten querencia por el mismo equipo de fútbol o de baloncesto. No fueron a la misma universidad, ni siquiera tienen todos la misma o parecida edad. Solo les une una cosa: el PNV. 

El PNV fue el partido que les escogió, les colocó, y les protegió públicamente, primero, y soterradamente después. Y el PNV, además de ellos mismos, podría ser el presuntamente beneficiado por las mordidas recaudadas. Aunque nunca lo sabremos porque eso no se ha juzgado.

Ahora, los principales responsables jeltzales entonan en sordina un escueto mea culpa y esperan que pase el chaparrón. En su autocrítica, al caso De Miguel le siguen llamando caso Miñano. Tampoco se acuerdan de los abrazos que el incombustible burukide Egibar propició a los condenados en la propia sede de la soberanía vasca, el Parlamento. 

Pero lo peor de todo. Lo que demuestra y evidencia el nulo arrepentimiento del PNV es el ninguneo y desprecio a la ciudadana Ainhoa Alberdi

No se arrepienten por haber mantenido acogidos en empresas públicas a algunos de los delincuentes. Alegan que no podían hacer otra cosa, legalmente. No es así, pero si lo fuera deberían haber mandado a los condenados a sus casas y que estuvieran quietos y callados y no representando al Gobierno vasco por esos foros de Dios. Al fin y al cabo, eso de cobrar de una institución y no ir nunca o casi nunca por la oficina es algo que les podría haber explicado algún ex alto cargo del PNV (léase caso Ibarzaharra, sobreseído, por supuesto a pesar de un contundente informe de la Inspección de Trabajo).

Pero lo peor de todo. Lo que demuestra y evidencia el nulo arrepentimiento del PNV es el ninguneo y desprecio a la ciudadana Ainhoa Alberdi. Entiendo que Ortuzar, Mediavilla, Atutxa, etc.. como miembros del partido señalado se resistan a reconocer la probidad de la persona que se lo jugó todo. Al fin y al cabo tienen la cara pintada y el culo sucio. Pero hubiera esperado algo más de los responsables gubernamentales, sobre todo del lehendakari Urkullu. 

Cuando el jueves pasado mostró su dolor porque los maleantes hubieran sido del PNV y el orgullo por lo bien que habían reaccionado desde el partido (flipo), lanzó un mensaje para navegantes y dijo que lo sucedido a De Miguel y sus secuaces “debe suponer un recordatorio para los miles y las miles de militantes del PNV y de los cargos institucionales, desde concejales hasta el propio lehendakari, de lo que es y tiene que seguir siendo la interpretación de la política y el ejercicio de la política al servicio del bien común”.

Y en este punto es donde el PNV, con perdón, la caga. Porque para que nos lo creamos, el lehendakari debería haber seguido con un reconocimiento explícito al comportamiento de Ainhoa Alberdi y exigir a los suyos, a esos miles de cargos, que se comporten exactamente igual, si detectan conductas sospechosas en sus entornos. Que denuncien.

Y en esa rehabilitación humana y profesional de Ainhoa Alberdi, la contrición del PNV sería creíble si reconocieran el daño causado a esta persona y dejaran de vetarla en los concursos públicos, por ejemplo.

Porque si no es así, ¿de qué se arrepiente el PNV si la denunciante de la corrupción está sometida a la fatwa jeltzale y al mismo tiempo uno de los delincuentes, Iñaki San Juan, condenado a cuatro años de cárcel sigue contratando con el Gobierno vasco?  De nada.