Vaya par de melonadas que nos han proporcionado esta semana Pablo Iglesias y Maddalen Iriarte. Ninguna de las dos se soltó en un descuido, en un aquí te pillo aquí te mato periodístico, sino en entrevistas relajadas en las que te puedes pensar lo que dices e incluso corregirlo. Ambos, además, una por profesión y el otro por dedicación, tienen sus tablas. Es decir, que están dichas ambas melonadas adrede. Maddalen Iriarte quería exactamente decir que el carácter justo o injusto de los atentados de ETA lo es depende. Se lo preguntan, de hecho, dos veces: “Aquí cada uno tendrá su relato que hacer”, es su respuesta final. Pablo Iglesias fue al programa 'Salvados' my necesitado de cámara, demasiado quizá, y su entrevistador se lo puso fácil. “Esta es la mía”, pensaría Iglesias al oírle a Gonzo lo de los republicanos y dijo exactamente lo que quería decir, que Puigdemont es comparable en tanto que exiliado político a los republicanos que salieron por patas y con una mano delante y otra detrás entre 1936 y 1939.

Por supuesto, ambos líderes y sus adláteres salieron a renglón seguido culpando al mensajero. “Se me malinterpreta”, “le han hecho una encerrona”, y así. Pobre profesión periodística, pagando el pato sí o sí. La mejor con el capote, sin duda, Isa Serra, de Podemos, que, para tapar el marrón del jefe, no tiene mejor idea que tirar de diccionario leyéndonos por la “e” de exiliado cuando tenía que haberlo hecho por la “j” de jeta, que es en realidad de lo que se trata cuando hablamos de Carles Puigdemont, y si no que se lo pregunten a Oriol Junqueras.

Pablo Iglesias y Maddalen Iriarte no soltaron sus melonadas en un descuido, sino en entrevistas relajadas en las que te puedes pensar los que dices e incluso corregirlo

¿Qué necesidad tenían de decir tamañas burradas? Creo que la respuesta es sencilla: se trata de la táctica del perrito y el árbol, de echar una meadita que diga “este voto es mío” ante tanto apoyar al Gobierno en el caso de EH Bildu y ante el panorama en Cataluña en el caso de Podemos. No vaya a parecer que al votante que le molaba HB-Sortu se le relaja de más, ni que el votante que estuvo en el mismo barco que, por ejemplo, Raül Romeva se le vaya a escapar a Podemos (aunque me temo que se le fue hace tiempo).

Hasta aquí todo podrá parecernos más o menos canalla y en parte lo han dicho también para que se hable de ello, de lo canalla que parece. Sin embargo, es más preocupante que los dos líderes políticos que se permiten tales dislates apelen al relato como parapeto moral para justificarse. A la primera ocasión que se le brinda para deshacer el entuerto, Iglesias apela a su abuelo republicano y a su acendrado historial de reivindicación de la memoria republicana. “Un momento que ese relato es mío”, venía a decir, y no de quienes, por ejemplo, no votan a favor de una comisión para investigar los tejemanejes del emérito. Así, mezclando churras con merinas, pero con la frente bien alta y recordando que el espacio del relato del exilio republicano, del antifascismo, de la lucha contra la dictadura, le pertenece, es suyo.

¿Qué necesidad tenían de decir tamañas burradas? La respuesta es sencilla: se trata de echar una meadita que diga este voto es mío

De crear un relato de blanqueo de la injusticia de ETA Maddalen Iriarte sabe un rato. El Estado opresor le puso a su disposición durante un buen tiempo un programa televisivo para explayarse al respecto y dejar claro lo relativo que es lo de ETA. Pero ¿sabe qué? Que ese relato lo empezaron a construir los mismos terroristas después de cada muerte, cuando se trataba de explicar por qué asesinaban. Cuando Maddalen Iriarte dice que lo de justo o injusto depende del relato, se refiere también a ese relato. Un ejemplo, entre más de ochocientos: Jon Bienzobas (ahora acercado) asesina en Madrid a Francisco Tomás y Valiente el 14 de febrero de 1996; un mes después el diario 'Egin' publica el relato de ETA sobre ese asesinato. Resulta que Tomas y Valiente era uno de “los máximos inspiradores y guardianes del sistema político que siguió a la represión de nuestro pueblo tras el franquismo”, es decir, el régimen del 78 que Maddalen Iriarte dice que es prioridad cargarse. Ahí tiene el relato, y de primera mano. Quizá haya que verlo así de crudo para hacerse la pregunta correcta, que no es si fue justo o no asesinar a Tomas y Valiente, sino si es justo o no el relato que se construye para decir que fue justo. Es el problema de creerse dueño del relato, que esa cuestión esencial ni se la plantean.