111.280 es el número de desempleados que tenemos en Euskadi, de acuerdo con los datos aportados por Lanbide para el mes de septiembre. Entre los parados, más de un 15% son jóvenes y de ellos, el 80% sólo cuenta con una formación básica, según los datos que ha hecho públicos la patronal vasca Confebask.

Frente a este compendio de grandes cifras, tenemos la permanente demanda de personal cualificado para cubrir determinados perfiles profesionales, que no se encuentran en el mercado, y que son de todo tipo. No hay profesionales bien preparados para algunos puestos técnicos relacionados con las transición energética o la digitalización, pero tampoco tenemos soldadores, encofradores o camareros, entre otros.

Nos va a costar mucho taponar este agujero que, poco a poco, nos va lastrando en competitividad

Y lo peor es que no tenemos la exclusiva. No hay cantera aquí para cubrir miles de plazas, pero tampoco hay muchas opciones cuando te pones a buscar fuera. "Casualmente" todo el mundo busca lo mismo. Mala suerte. Otra vez la ley de la oferta y la demanda nos ha pillado fuera de juego, y ahora nos va a costar mucho taponar este agujero que poco a poco nos va lastrando en competitividad y afectando de una forma más que evidente a la economía.

La clave para invertir las tornas e intentar casar a los demandantes de empleo con las necesidades del mercado, no es otra que la formación. A pesar de que llevamos años escuchando que la formación en cualquier ámbito y las necesidades empresariales trabajan de  la mano, la realidad es que en el peor de los casos no se está haciendo, o de hacerse, no se hace de la forma correcta.

Se está generando una brecha en el mercado laboral donde quienes están dispuestos a trabajar no pueden hacerlo por no acreditar las capacidades profesionales mientras resulta imposible cubrir las demandas actuales

Si tenemos en cuenta que hay demandas profesionales de lo más variopinto también podemos extrapolar que el problema afecta a todos los ámbitos de la educación, desde que empezamos a sembrar inquietudes en los más jóvenes, hasta el momento en el que tienen que decantarse por donde van a dirigir sus inquietudes, una tarea que además resulta para muchos, una auténtica amargura.

Tenemos, cierto es, una Formación Profesional absolutamente emblemática en múltiples aspectos, que se ha convertido en un modelo del que otros muchos toman nota, porque hay aspectos muy bien trabajados y con un reconocido recorrido. Respecto a la Universidad con claros y oscuros, tampoco podemos calificarla de mala habiendo como hay además, una oferta importante. Sin embargo, ni unos ni otros han sabido adelantarse a los cambios que han llegado y en algunos casos nos están pasando por encima como una apisonadora, y generando tras su paso una brecha en el mercado laboral , donde los que están dispuestos a trabajar no pueden hacerlo por no acreditar las capacidades profesionales pertinentes, mientras que en el otro lado es imposible cubrir las demandas actuales. El escenario va dejándonos en el vagón de cola es aspectos tan importantes como la innovación, la retención y atracción del talento y, sobre todo, la capacidad de anticiparse para intentar estar entre los primeros.

Para bien o para mal, en esto de frenar las cifras de paro, más allá de esas buenas y puntuales noticias que suelen coincidir con los periodos de contratación estacional, no hay muchas recetas con las que podamos experimentar. Por mucho que uno piense, se documente al respecto y analice otro tipo de modelos, la clave sigue siendo la formación.

Así que tenemos por delante un reto que tendría que convertirse en un aliciente para todos: educadores, jóvenes y empleadores. Entre todos debe darse respuesta a este dilema que está dejando en la estacada a un número muy importante de nuestros chicos y chicas que se quedan fuera de los procesos laborales por falta de formación adecuada, con el problema que eso supone en el medio y largo plazo, no sólo para los afectados sino para la sociedad en general, que difícilmente podrá absorber este problema, máxime si lejos de intentar minimizarlo a través de incentivos a la formación en determinadas destrezas, nos quedemos de brazos cruzados para ver lo que pasa.

Porque al final, como siempre, pasa.