Las últimas semanas han sido pródigas en titulares que comprometen nuestro futuro, entendiendo como tal cualquier plazo de tiempo que exceda una legislatura. El medio y largo plazo. El horizonte estratégico que debe tener cualquier gobernanza respecto a su país, gestione quien gestione. Y el citado (horizonte) es preocupante. Muy preocupante.

Por un lado, nos han contado que el Plan Territorial Sectorial (PTS) presentado por el Departamento de Planificación autonómico prevé subidas medias del nivel del mar de 13 centímetros en 2045 y de hasta 80 en 2100. Pasado mañana, aunque no se lo crean. Por lo tanto, en los próximos años oiremos hablar mucho de construcción de diques urbanos, tanques de tormentas, túneles de derivación y otras medidas que habrá que introducir ya en los costes urbanísticos de pueblos y ciudades afectadas. Cientos de millones de euros para paliar las cada vez más frecuentes avenidas y fenómenos mareales adversos que se prevén en el citado PTS. Por lo menos las consultoras, ingenierías y constructoras vascas tienen una ventana de oportunidad.

También nos vamos a quedar sin una buena porción de nuestras playas, devoradas por las corrientes y la subida del nivel de las aguas. Aquí la solución es más complicada, ya que se trataría de hacer retroceder al ser humano de la primera línea para recuperar esos espacios regenerando los sistemas dunares preexistentes. Se ha hecho en Gorliz, Bizkaia (lo hizo el Gobierno de España) con un gran resultado, pero va a ser difícil trasladar esos principios a nuestras playas más famosas y urbanas como La Concha donostiarra, que perderá más de un tercio de su superficie actual.

 

También nos vamos a quedar sin una buena porción de nuestras playas, devoradas por las corrientes y la subida del nivel de las aguas

 

Además, el Gobierno vasco ha presentado, esta vez el departamento de Medio Ambiente, el diagnóstico del estado del mismo. Y el estado del mismo es tal que se necesitan medidas urgentes para reducir las emisiones de CO2 a través de la transformación de la movilidad y el despliegue de energías renovables tanto en la tierra como en el mar. También hablan de fomentar la sostenibilidad alimentaria y de reducir los residuos con el fin de acelerar y generar un cambio de paradigma para lograr la neutralidad climática en 2050 y los objetivos del Pacto Verde Europeo.

Cómo harán lo de reducir los residuos es algo que llama mi atención. No es que sea un gran reciclador, pero se intenta. En mi casa el contenedor del plástico se llena en dos días, el de papel en una semana y el de resto (ya les dije que no soy un gran reciclador) puede estar hasta diez días, los últimos cinco en el balcón, sin llenarse del todo. Habrá que esperar a ver las medidas que nos propone el Gobierno, pero la principal pasa por la pedagogía, seguida de sanción, para el consumidor y por la penalización impositiva a aquellos proveedores de plástico que no busquen alternativa a un residuo que ahoga el planeta (y Euskadi).

En cuanto a la reducción del CO2, el concejal de Movilidad del Ayuntamiento de Bilbao, protomártir vasco entre nuestros legisladores a la hora de incinerarse con atrevidas propuestas, ya ha empezado a hablar de cerrar el 'botxo' a los vehículos más contaminantes. Habrá que ver si el PNV se atreve y secunda. No obstante, se trataría de una medida más pedagógica que efectiva en cuanto a la reducción sustancial de los gases de efecto invernadero, ya que la mayor parte de esas emisiones corre a cargo de la industria y el tráfico comercial. No obstante, es un primer paso de indudable valor y con efectos inmediatos sobre la salud de quien deje el coche aparcado y lo cambie por la bici, el paseo e, incluso el transporte público, que sería el otro gran beneficiado.

 

Y no es que no haya trabajo para nuestras hijas e hijos. Es que queremos que nuestras hijas e hijos sean todas neurocirujanas o funcionarios y no puede ser

 

Sin embargo, puede que Alfonso Gil llegue tarde y que estas medidas se apliquen en ciudades muertas y vacías, pero muy limpias. Los cierres en el comercio local vasco son continuos y también conocemos que nuestros jóvenes no encuentran la hora de emanciparse, lastrados por el precio de la vivienda, o de su alquiler, en las ciudades vascas. Un precio que expulsa a sus habitantes a barrios y pueblos limítrofes más baratos pero cada vez más alejados de las mismas.

Y no es que no haya trabajo para nuestras hijas e hijos. Es que queremos que nuestras hijas e hijos sean todas neurocirujanas o funcionarios y no puede ser. Por otro lado, nuestras hijas e hijos, algunas, muchas, bastantes, lo que quieren es ser 'famositys' de esas. En estas tonterías cuñadistas estamos cuando llega el notición ¡pumba!: la industria vasca va a necesitar 10.000 incorporaciones anuales de aquí a 2031. Cien mil nuevos empleos en un sector bien pagado y bien sindicalizado. Una necesidad que no ha sido contemplada, al parecer, por nuestro sistema educativo y por la propia industria con la suficiente antelación.

 

El concejal de Movilidad del Ayuntamiento de Bilbao, protomártir vasco entre nuestros legisladores a la hora de incinerarse con atrevidas propuestas, ya ha empezado a hablar de cerrar el botxo a los vehículos más contaminante

 

Así que en un futuro muy cercano tendremos, por un lado, una economía de servicios entre los que destacarán los funcionarios -todos vascos vascos-, el sector turístico -mucho neovasco- y el de chapa y pintura para los cada vez más numerosos pensionistas indígenas con todo neovascos en la base y vascos vascos al frente de las residencias y empresas del ramo. Por otro lado -espero- tendremos un pujante sector industrial para el que no hay suficiente recambio generacional garantizado.

La solución, importar. Vamos a necesitar decenas de miles de migrantes que ocupen el escalafón más bajo de la cadena trófica para poder garantizar a las vascas y a los vascos las generosas pensiones que nos hemos trabajado y que algunos -los que no las necesitan porque sus rentas se lo permiten- ven la necesidad de recortar. Torneras, camareros, cuidadores, albañiles, mensajeras … Los trabajos y oficios que las vascas y vascos -siempre generalizando- desprecian hoy.

 

Vamos a necesitar decenas de miles de migrantes que ocupen el escalafón más bajo de la cadena trófica para poder garantizar a las vascas y a los vascos las generosas pensiones que nos hemos trabajado y que algunos ven la necesidad de recortar

 

Por todo esto crecerá en Euskadi el racismo y la xenofobia ya que los migrantes, tan necesarios, serán más visibles y el discurso de odio al diferente medrará con los mismos argumentos falaces que hoy ya se utilizan y terminan en apuñalamientos, palizas o asesinatos: nos quitan el trabajo, las ayudas sociales y hasta la comida.

El terreno está abonado. Lo estamos viendo en Mallorca. Cientos de jóvenes en cuarentena quejándose de que les han secuestrado, y que ellos no han hecho nada ni han visto nada (el día a día de cualquier educador con sus alumnos adolescentes). Espero de corazón que ellos lo hagan mejor con sus hijos de lo que lo hemos hecho nosotros con ellos.

Todavía hoy, y ante lo sucedido en los viajes de estudios citados, responsabilizamos a la agencia, al Gobierno balear, al mar Mediterráneo y al sumsum corda, como antes del fin del curso responsabilizábamos del fracaso, la indisciplina, el machismo, el racismo, la violencia y el acoso al más débil en los centros escolares al profesorado, a la dirección del mismo, a otros padres y madres o a las malas compañías. A cualquiera antes que a nosotros mismos y a nuestros hijos. Pequeños príncipes rojos.

Euskadi 2050. The movie.