En esta España mortecina y en esta Euskadi asintomática se extiende entre las buenas gentes la sensación de fin de ciclo. La falta de ilusión, de objetivos y el transcurrir de la vida entre el confinamiento y la mascarilla es como si esta se nos fuese. Me dice un amigo que debiéramos hablar en positivo y me parece correcto. Es más, yo que soy optimista, no lo soy últimamente. Tengo que reconocer que peor lo tuvieron nuestros padres. Y salieron adelante.

Un país como España en la periferia de Europa, sin recursos económicos, ni materias primas, con malas tierras agrícolas y sin plataforma pesquera para el pescado que come, lo ha hecho bastante bien. Hasta su historia trágica, esa con la que nos azotamos, lo es bastante menos que la del resto de los europeos, y si quieren pueden comparar. Imagínense por un momento en Verdún o en Dachau, o ser ucraniano o ser polaco.

La verdad es que, a pesar de todos nuestros pesares, lo hemos hecho bastante bien. No le voy a hacer el panegírico, pero dos veces hemos sido el séptimo país del mundo y seguimos siendo una de las principales culturas de este. Tenemos una economía abierta, competitiva, y probablemente nuestros problemas residan fundamentalmente en nuestro sector público. Con la excepción de Hacienda, que es una máquina.

 

Un país como España en la periferia de Europa, sin recursos económicos, ni materias primas, con malas tierras agrícolas y sin plataforma pesquera para el pescado que come, lo ha hecho bastante bien

 

No entiendo por qué la eficacia y modernidad de la Hacienda Pública no es trasladable a otros sectores públicos, ya sea la justicia, la educación o la sanidad. Pero fundamentalmente lo que nos pasa es que no hay proyecto. La vida ya sabemos que tiene momentos de felicidad y de disfrute, pero siempre hay que luchar y esforzarse. Con el tiempo vamos entendiendo perfectamente la frase de las esquelas de “Descanse en paz”.

Lo que nos mantiene es la ilusión. A las personas nuestros hijos. La búsqueda de un futuro mejor para ellos es el sustento de nuestra ambición. Y a los países les sucede lo mismo. Los países deben tener ilusiones, deben tener un proyecto en su vida. Pero hoy por hoy, lo único que se oye son lugares comunes, frases huecas y decisiones sin criterio. Y a Europa, le pasa como a España: ni líderes, ni ilusión, ni proyecto.

Europa, España y Euskadi. Sus gentes necesitamos tener una ilusión, pensamientos positivos, saber a dónde vamos, cuál es la meta que hay que alcanzar. No podemos navegar con rumbo a ninguna parte. Hay quien supone que la solución está en esos famosos 140.000 millones, que ya veremos si llegan y como. Para mí, la solución está en las familias españolas y sus 1.581.868 millones ahorrados en acciones de todo tipo y dinero. Esas familias que entre 2012 y 2019 han ahorrado 614.350 millones.

 

Los países deben tener ilusiones, deben tener un proyecto en su vida. Pero hoy por hoy, lo único que se oye son lugares comunes, frases huecas y decisiones sin criterio

 

Mientras las administraciones se endeudaban, las familias, temerosas de su futuro, ahorraban y se desendeudaban. Hay quien piensa que la solución está en quitarles esa riqueza para gastarlos ellos, que son más listos; hay otros que pensamos que la sociedad española necesita confianza y un proyecto en el que creer. Un proyecto sólido, realista, para que esa sociedad temerosa, se atreva, invierta e impulse empresas y empleo.

Si la sociedad española, Vd. y yo, cree en su futuro invertirá, se endeudará y asumirá riesgos. Pero si seguimos equivocando el camino, se cerrará sobre sí misma y los problemas se enquistarán. Los “líderes” proponen, pero usted debe decidir. 

PD: El gobierno y los partidos que le apoyan acaban de aprobar una LEY exigiendo ir siempre con mascarilla, incluso en el monte, en la mar o en la playa. ¿Qué puede salir mal?