Dejamos atrás un año que marcará un antes y un después en la gestión de lo colectivo; un año en el que, desde nuestro bienestar, hemos sentido en nuestra propia piel lo que supone vivir en un mundo interconectado e interdependiente. Con la irrupción de la pandemia hemos visto como las cuestiones que se relacionan con el bienestar y prosperidad de la sociedad, son cada vez más complejas en términos de tamaño, intensidad y conectividad, afectando, cada vez a más lugares y personas al mismo tiempo.

La pandemia, que se abordó en un inicio como un problema del Estado Nación, al que cada país intentó dar respuesta desde su marco jurídico, ha evidenciado la importancia de la gobernanza, la coordinación y la complementariedad en las medidas. La Unión Europea desconectada y lenta en un inicio, reaccionó llegando a un acuerdo entre todos los países de la Unión para el impulso de los Fondos de Reconstrucción Europea; unos fondos indispensables para dar respuesta a los enormes retos sociales y económicos que enfrentaremos en el futuro más próximo y que suponen recuperar el espíritu de integración sobre los que se fundó la Unión Europea.

Este fin de semana se hacía viral la entrevista que la ministra de Asuntos Exteriores, Arancha González, concedió a SkyNews en la que se refería a la necesidad de llegar a un acuerdo entre el Reino Unido y la UE para cerrar un Brexit que ahorre sufrimiento y que evite un escenario “excesivamente negativo” para ambas partes.

Sólo si los gobiernos saben, pero sabiéndolo de verdad, que dependen unos de otros, podrán avanzar en la gestión de los grandes retos globales que suponen desafíos locales.

“Los acuerdos comerciales no sirven para consolidar la independencia o reclamar la soberanía nacional, pues es claro que ambas partes negociadoras son soberanas, sino que lo que hacen es gestionar la interdependencia”. Es esta última palabra, interdependencia, la que hace que la entrevista trascienda y se “viralice”.

Pocas ideas están más enraizadas en esa manera antigua de concebir el mundo que la de pensar que somos islas independientes capaces de sobrevivir solas en el océano. Ahí radica el éxito de las declaraciones de la Ministra de Asuntos Exteriores, que contrapone esa idea de independencia haciendo visible que somos interdependientes, y que aceptarlo e interiorizarlo nos muestra nuestra vulnerabilidad, pero también nos abre múltiples posibilidades de colaboración, de asociaciones y alianzas ricas, con una profundidad y trascendencia que aumenta por la contribución, aprendizaje y desarrollo de ideas y propuestas que supone. Solo si los gobiernos (y administraciones en sus diferentes niveles) saben, pero sabiéndolo de verdad, que dependen unos de otros, podrán avanzar en la gestión de los grandes retos globales que suponen desafíos locales.

Pocas ideas están más enraizadas en esa manera antigua de concebir el mundo que la de pensar que somos islas independientes capaces de sobrevivir solas en el océano.

La pandemia nos va a dejar muchos aprendizajes, pero quizás uno de los más importantes será entender que la única manera de sobrevivir es asumiendo nuestra interdependencia, y por lo tanto, nuestra vulnerabilidad. Lo estamos viendo en el caso del Reino Unido y su necesidad de acuerdo con la Unión Europea, que supone la asunción implícita de que el Brexit, tal y como dijo John le Carré, fue una “gran estupidez”. Y lo deben tener en cuenta nuestros gobernantes a la hora de dar los siguientes pasos que marcan la gestión de la pandemia: en cómo y cuánto decidamos relacionarnos durante estas Navidades, y en la posterior aplicación de la Estrategia de Vacunación COVID-19, porque cómo abordemos estas dos cuestiones nos afectarán a todos como colectivo.