-Lo que yo quiero, por favor, es hablar con Pedro Campo, reunirme con él, que me aporte su versión de los hechos. 

-Y yo quiero hablar con el lehendakari sobre las elecciones. 

Estas palabras no son ciencia ficción, aunque lo parezcan. Pertenecen a la conversación que en unos términos parecidos mantuvo esta semana un periodista de esta casa, José Manuel Navarro, autor de las informaciones de los últimos días, con alguien cercano al presidente de Cecobi. De esa forma tan particular se negó otra vez que alguien hablase con este periódico al respecto de lo que dicen los documentos desvelados

No sería necesario explicar algo tan básico en el oficio, pero vamos a ello por si alguien tiene dudas. Tal y como exigen los cánones periodísticos, Crónica Vasca ha llamado en repetidas ocasiones a varios teléfonos de la sede de Cecobi para reclamar que el propio Campo o algún portavoz oficial conteste a nuestras preguntas sobre informaciones sensibles que les afectan. En todos los casos la respuesta ha sido la misma: "No". La única variante ha sido esta: "Cogemos el recado, ya te llamaremos". Pero nada. Nadie de Cecobi contesta. Nadie de Cecobi habla. Nadie de Cecobi quiere reunirse. Silencio total. 

Y es que, queridos lectores, Cecobi tiene muchas cosas, pero hay algo que no tiene. Adivina, adivinanza. O, mejor, se lo contamos. 

En su página web Cecobi explica, en la pestaña de "quiénes somos", que nació en 1987 "con el claro objetivo de contribuir a la mejora del tejido comercial de Bizkaia y defender sus intereses en todos los ámbitos". "Cecobi -añaden- está constituida por 45 asociaciones gremiales y zonales de Bizkaia, lo que nos convierte en referente del asociacionismo del territorio. Con ello, conseguimos una mayor representatividad que nos da impulso para lograr nuestros fines". 

Además, destacan que "somos miembros de Cebek, Confebask, Cepyme y la CEOE". Ahí es nada. O sea, Cecobi tiene un cuarto de siglo de historia y tiene grandes socios. Esta organización con solera también atesora, según se cuenta en la pestaña citada, un "portal de transparencia" propio. Con esta herramienta quieren "facilitar el acceso a la información de carácter institucional, económico, o presupuestario de la organización". Ojú, que diría un amigo mío de Córdoba. 

Cecobi cuenta asimismo con más de 600 comercios asociados, según remarcan fuentes cercanas a la organización. Y goza también de una bonita sede en el centro de Bilbao. Genial. De fábula.  

Así pues, recapitulando, que es gerundio, Cecobi tiene un presidente muy conocido, una página web completa, una historia de 26 años, socios relevantes en el mundo empresarial, más de 600 asociados y una sede bilbaína. Pero lo que no tiene, y ya llegamos a desvelar el misterio, aquí nos gusta el suspense, es, agárrense, un portavoz. No hay directora o director de comunicación. No hay responsable de prensa. No hay un ser humano ni un robot que pueda hablar con un periodista sobre informaciones que va a publicar. Y, si lo hubiera, nadie parece saber que existe y, además, no consta en el organigrama del "equipo técnico" que puede consultarse en su página web. 

En el siglo XXI, en la época de las redes sociales, la cancelación y los problemas reputacionales que se viralizan, esta organización carece de un rostro o una voz con la que hablar. Es curioso pero, oigan, habrá que respetarlo. Allá cada uno con la gestión de su comunicación. Claro que, en buena lógica, si no hay portavoz ni responsable de medios, sólo puede hablarse con su presidente o con cualquier miembro de su equipo.

Pero cuando este periódico llama para hacerlo, insisto, en cumplimiento de la norma deontológica básica, la respuesta consiste en descolgar el teléfono -algo es algo- pero para decir a renglón seguido que no existe la posibilidad de que alguien ofrezca explicaciones, conteste, debata, contradiga, matice o desmienta los datos. Mutismo absoluto. 

Todo ello nos lleva a concluir, al cabo, que tal vez las palabras arriba citadas se tornen reveladoras, de forma que preguntar a Pedro Campo o a alguna voz autorizada de Cecobi resulte, en efecto, más difícil que hablar con el mismísimo lehendakari.