Un entrañable colega de la Universidad Pompeu Fabra me contaba que en cierta ocasión se le presentaron en el despacho unos individuos con pinta de comisarios del pueblo para invitarle a una reunión, ni más ni menos que con el 'president' Mas. Sorprendido les pregunto si no le tenían en la lista negra. No, respondieron, estás en la gris.

Las listas grises son mucho peores que las negras, más siniestras. Con las segundas sabes que estás jodido pero, al menos, sabes dónde estás. Con las grises es todo incertidumbre y comienza el temblor de piernas y el qué hago y el a ver si escribo esto o aquello y si me pongo un lacito para que me saquen de ahí. En fin, que dejas de ser libre que es, por otra parte, de lo que se trataba. Y si decides seguir a lo tuyo, pasas a la lista negra, que es lo que le ocurrió a mi amigo. Da la impresión de que en Cataluña la lista negra va incrementándose a diario, lo que no quiere decir que no se siga manejando la gris, la del a ver qué dices.

La lista gris es como el purgatorio de mi infancia. Para empezar era un enigma que ahora resulta que no se sabe siquiera si existe, pero con el que te tenían acojonado permanentemente. Ni la intimidad de tus sábanas respetaba ese miedo. Pues estos del procés, lo mismo: vigilancia y lista gris. Que no llevas lazo, a la lista; que no vas a la mani que toque, a la lista; que se te ocurre decir algo sensato de la historia de Cataluña, a la lista. No digamos  ya emitir un sonido vocalizado que se asemeje a una crítica al procés, a la lista por fascista y pasas al negociado de los CDR (¡glup!).

Las listas grises son mucho peores que las negras, más siniestras. Con las segundas sabes que estás jodido pero, al menos, sabes dónde estás. Con las grises es todo incertidumbre y comienza el temblor de piernas

Tiene otro inconveniente la lista gris: que a un lado queda la negra, la de los irrecuperables, pero al otro está la blanca, el nirvana. Es requisito imprescindible para que haya lista gris que la haya blanca. Es un paraíso y un lugar mágico, capaz, como dos y dos son cuatro (menos el tres por ciento, claro), de convertir a un don nadie en rico y con mando en plaza. Torra sería el ejemplo más facilón, pero los hay para escoger. Pilar Rahola podría decirse que se lo ha ganado a pulso, pues ahí estuvo sosteniendo la vela cuando ¿Esquerra? Republicana de Catalunya no tenía más que una diputada, ella, en Madrid. Fundó luego un partido, el PI (muy original para llamar a un partido independentista) que, con ese nombre, poco hizo. Pero ella sí, se colocó en lo alto de la lista blanca y se hizo rica. Como Toni Soler, el de 'Polonia'. Si eres gracioso y sabes reírte de los fascistas españoles (perdón por la redundancia) y no meter la cuchara indebidamente, además, por supuesto, de ser persona de orden y régimen, te puedes enfundar una buena cantidad y no digamos un prestigio considerables.

La magia de la lista blanca, para que los de la gris vayan tomando nota, va más allá. Es capaz de hacer que puedas cometer casi cualquier delito y aparecer, sin embargo, como un mártir de la causa legítima blanqueado como una patena. Es como las gracias al sacar que expedía, pasando por caja, la monarquía española en el siglo XVIII si un negro quería ser blanco o un hijo ilegítimo borrar tanta ignominia de su pasado. Que se lo digan a la actual presidenta del Parlament de Catalunya, Laura Borrás. Deberá darse una vuelta por el Supremo por un asuntillo de nada, unos doscientos mil euros que, al parecer, había adjudicado a un fulano con el viejo truco de trocearlo en varios contratos. Un clásico, sobre todo para alguien que está en el partido hereu de la Convergencia pujolista. Lo que no parecen entender ni la jueza que inició el caso, ni el Supremo es que en la lista blanca no solo te puedes forrar, es que también hay que saber maicear, porque si no los de la lista gris no se estimulan. Como se les ocurra condenarla estarán condenando al 'poble de Catalunya'. Pujol esto lo hacía muy bien.

Ya que mencionó a Oriol, no puedo evitar un recuerdo entrañable para Marta, Jordi y los polluelos que lograron el no va más de llevárselo a espuertas y, al mismo tiempo, convencer a los buenos catalanes de que era España quien les robaba

De modo que es bastante iluso creer que los fabricantes de listas vayan a hacer otra cosa que sostener los palos del chiringuito. Puede que el procés como tal sea ya un cadáver, pero como sistema de trinque y control del patio sigue funcionando y acaba de pasar, de nuevo, la ITV electoral (perdona Oriol, se m'ha escapat). Ya que mencionó a Oriol, no puedo evitar un recuerdo entrañable para Marta, Jordi y los polluelos que lograron el no va más de llevárselo a espuertas y, al mismo tiempo, convencer a los buenos catalanes de que era España quien les robaba. Las listas en Cataluña cumplen, en fin, una función estructural y sistémica. A ver si no en qué vas a gastar el presupuesto más abultado de todas las televisiones autonómicas o cómo mantienes un sinfín de organismos públicos o semi donde han ido a parar los buenos de nacimiento y los purgados de la lista gris.

Pero arriba ese ánimo que aquí en Euskadi de listas no nos va a dar nadie lecciones. Con el hecho diferencial de por medio, como debe ser, las tenemos de más colores que los Catalanes, porque somos una sociedad plural y abierta. Otro día les hablo de ellas.