“¡Debemos conservar los slots!”, me imagino a los directivos de las aerolíneas gritando a los cuatro vientos.

Slots son, básicamente, franjas horarias en aeropuertos. Un intervalo de tiempo en el que transcurre una acción vinculada con el avión, como puede ser un despegue o un aterrizaje. Por lo tanto, un avión no puede despegar cuando le dé la gana, sino que depende del slot.  ¿Cómo se reparten los slots? Muy fácil. Las diferentes compañías los adquieren de la administración del aeropuerto que, teniendo en cuenta los horarios disponibles, los reparte entre todas las que ofrecen vuelos desde dicho aeropuerto.

Hay distintos tipos de slots. El aeroportuario, el aeronáutico y el histórico. Centrémonos en este último. Los slots históricos parten de una recopilación de los slots que la compañía ha tenido durante los últimos años. Es decir, la compañía se los ha ganado durante años. Para mantenerlos la compañía debe, por su parte, volar un porcentaje de vuelos previamente acordados con el gestor aeroportuario -con normativa europea de por medio, claro está-.

 

Es totalmente ilógico que en medio de una crisis ecológica y con unas directrices dirigidas a la descarbonización de la economía para 2050, las compañías áreas hagan volar aviones vacíos para no perder sus franjas horarias

 

El golpeo de la nueva ola de Ómicron ha tenido como consecuencia una drástica reducción en la demanda de vuelos y un alto nivel de cancelaciones. Lufthansa ha cuantificado que, entre enero y marzo de 2022, cancelará más de 33.000 vuelos. Y ahora es cuando entran en juego los slots. Además de la cancelación de vuelos, Lufthansa ha revelado que ha tenido que realizar 18.000 vuelos fantasma. En otras palabras, 18.000 vuelos sin pasajeros. ¿Por qué? Porque, como decíamos anteriormente, existe un porcentaje de vuelos marcados entre la compañía y el gestor aeroportuario que hay que cumplir si se quieren mantener los slots.

Es totalmente ilógico que en medio de una crisis ecológica y con unas directrices -más o menos claras- dirigidas a la descarbonización de la economía para 2050, las compañías áreas hagan volar aviones vacíos para no perder sus franjas horarias. Más aún cuando, tal y como afirmaba el CEO de Lufthansa en Frankfurter Allgemaine, a excepción de en la Unión Europea, se han establecido exenciones en casi todas las demás partes del mundo. Está por ver si se reduce el porcentaje que deben operar las aerolíneas para mantener sus huecos y conseguir así dar respuesta a este problema. De todos modos, no será sencillo. Las low cost están deseosas porque las grandes pierdas los mejores slots y poder pugnar por ellos.

 

La prohibición de los vuelos de corto recorrido es una de las medidas que está en la agenda política desde hace algún tiempo

 

El problema a medio plazo, por su parte, se asemeja mucho más complicado. A la ineficiencia energética existente en el sector de la aviación emisiones por pasajero más altas que en otros medios de transporte-, hemos de añadir dos cuestiones cruciales que suponen auténticos quebraderos de cabeza. En primer lugar, podemos observar cómo durante los últimos años, pese a los correctos mensajes -que no decisiones- de la clase política y la concienciación de la ciudadanía, las emisiones de la aviación han sufrido un constante y progresivo aumento. En segundo lugar, la no existencia de alternativas bajas en carbono al combustible de los aviones.

 

El 1% de la población mundial causó el 50% de las emisiones de la aviación comercial

 

La prohibición de los vuelos de corto recorrido es una de las medidas que está en la agenda política desde hace algún tiempo. En este caso se habla de prohibir los vuelos que cuenten con una alternativa para viajar en tren inferior a las dos horas y media. Francia abrió el camino legislativo a este respecto, y parece que serán varios los países europeos que le seguirán. Una medida que permitiría reducir parte del impacto medioambiental del transporte aéreo español, pero que no es, ni mucho menos, suficiente.

Quizá sorprenda lo que vaya a decir, pero viajar en avión es un lujo. Y un lujo, como bien sabemos, extremadamente contaminante. En el año 2018, antes de la pandemia, solamente once de cada cien personas volaron. Pero no todas por igual. El 1% de la población mundial causó el 50% de las emisiones de la aviación comercial. Una minoría privilegiada ha tenido total libertad para establecer las normas según sus deseos y es momento de decir basta. Los vuelos fantasma no son sino una enfermiza metáfora de nuestro día a día.