Los que trabajamos en el área del marketing sabemos que fijar objetivos supone dos cuestiones ineludibles: deben ser alcanzables y deben ser medibles. Si no cumple con estas dos premisas cualquier objetivo por muy bonito que quede sobre el papel, debe descartarse por ser inválido. Si no es alcanzable genera expectativas que no van a poder cumplirse y por lo tanto no tiene sentido apostar por él, y si no es medible no nos sirve, porque seremos incapaces de saber si estamos o no en el buen camino para lograr su consecución.

Qué bien nos habría venido aplicar estas mínimas nociones de estrategia a los asuntos de la pandemia, y en concreto a todos esos objetivos transformados en máximas de “vamos a vencer al virus”, “recuperaremos la normalidad el verano, y luego la Semana Santa y luego la Navidad y luego…” o el “antes del verano el 70% de la población estará vacunada”.

Si somos precisos, tenemos que admitir que una de las exigencias se cumple, todos esos objetivos son medibles y hasta ahí, íbamos bien, tan bien que hemos tardado poquísimo en darnos cuenta de que no se ha cumplido nada, de lo cual se deduce que el planteamiento era un error estratégico de alcance, puesto que “el plan” recogía metas imposibles.

En cualquier empresa que se precie este error se pagaría caro, muy caro, alguno/a tendría que armarse de argumentos para justificar lo injustificable, puesto que una errata de este calibre afecta directamente a la cuenta de resultados.

En política la cosa cambia. Uno lanza el objetivo que queda precioso en un titular y remueve las expectativas de todos los ciudadanos que quieren creer que los que saben y trabajan con datos, “por algo lo dirán”. Y se equivocan no una, sino muchas veces, y los más generosos admiten que la situación es nueva y que los errores son normales porque no depende todo de quienes toman la últimas decisiones, sino de múltiples factores externos difíciles de traducir en el plan.

 

En política la cosa cambia. Uno lanza el objetivo que queda precioso en un titular y remueve las expectativas de todos los ciudadanos que quieren creer que los que saben y trabajan con datos, “por algo lo dirán”

 

En cualquier empresa el error reiterado pasa factura porque como dice un amigo “una cosa es tropezar no una, sino dos veces en la misma piedra, y otra distinta es enamorarse de la piedra”, en política no, en política no parece que haya grandes planes en los que se fijen objetivos medibles y realistas, y cuando conocemos algunos y no se cumplen, no pasa nada excepto que el balón de las excusas empieza a rodar entre unos y otros, y al final el ciudadano no sabe dónde arrancó el error que finalmente pagamos entre todos.

En el caso concreto de la crisis covid y cuando ya el término “fatiga pandémica” tiende a convertirse en “hartazgo infinito” cabe pedir a nuestros responsables que dejen de trasladarnos metas temporales que finalmente no se cumplen porque la debilidad emocional en la que nos encontramos empieza a ser más que notable y sus consecuencias en este momento se nos escapan pero llegarán, más antes que después.

 

Frente a este hartazgo inconmensurable solo cabe realismo, analizar muy bien el contexto, saber cuáles son las posibilidades ciertas y fijar objetivos alcanzables y medibles

 

A las puertas de la Semana Santa, esa en la que soñábamos con acariciar la antigua normalidad, nos encontramos más bien a las puertas de una cuarta ola, que no solo damos por hecho, sino que además asumimos. Y en medio, ampliación de restricciones, temor por la presión hospitalaria, pánico entre los negocios más afectados y una vacunación que va al ralentí sin que podamos entender cuáles son los motivos reales.

Frente a este hartazgo inconmensurable solo cabe realismo, analizar muy bien el contexto, saber cuáles son las posibilidades ciertas y fijar objetivos alcanzables y medibles. Y no hace falta que hagamos la carta a los Reyes Magos, basta con que sean 2 ó 3 pero que se cumplan.

Ya ha pasado un año y el virus nos deja muchas lecciones propias y ajenas así que aprendamos, rectifiquemos y avancemos porque a este plan de marketing le falta un revolcón para empezar aplicando nociones básicas.

No somos niños, no nos traten como tales, aunque pueda sorprender hasta tenemos criterio.