Hoy es el día, 22 de diciembre. ¡Cuántas veces habremos imaginado lo que haríamos si del bombo saliese el número de nuestro décimo de lotería! Ese en el que hemos puesto tantas ilusiones. Tapar agujeros, viajar, repartirlo en la familia, preparar un fiestón, alguna que otra donación. ¿Y si sí? Quienes han comprado boletos tienen opciones. Al resto, les queda la salud. 

Este día, que viene a ser el que da el pistoletazo de salida a la Navidad, es también conocido como el “día de la salud”. Cuando vemos que nuestros sueños se derrumban y que el cántaro se nos vacía como le pasó a la lechera del cuento, decimos eso de “mientras haya salud….”. Nos consolamos pensando en aquellas personas que no disfrutan del mayor de los premios, tener salud, y pasamos el día viendo por televisión descorches de botellas ajenas. 

Quienes se encargan del cuidado de nuestra salud están en pie de guerra. No solo porque cada vez haya menos efectivos para ejercer la sanidad pública sino porque no consiguen dedicarnos el tiempo que como pacientes merecemos. Y porque no les dejan opinar

Pero hete aquí que quienes se encargan del cuidado de nuestra salud están en pie de guerra. No solo porque cada vez haya menos efectivos para ejercer la sanidad pública sino porque no consiguen dedicarnos el tiempo que como pacientes merecemos. Y porque no les dejan opinar. Sienten que la joya de la corona pierde valor y va pasando de diamante a oro, de ahí a plata y va camino del bronce. Pasa, además, que no es solo una percepción de quienes ejercen la medicina sino que la ciudadanía, que de tonta no tiene un pelo, coloca a la situación sanitaria en el puesto número dos de sus preocupaciones. Solo le ganan los precios en el particular ranking de inquietudes. Si durante la pandemia le dábamos al sistema público de salud un notable, ahora le damos un aprobadillo raspado. Nunca había registrado una nota tan baja, así que es momento de hacérselo mirar. 

En los últimos años, en Euskadi nos hemos jactado de tener el mejor sistema de salud de todo el Estado. Hablábamos con orgullo de la rapidez en obtener una cita, de tener unas listas de espera más cortas que en otras comunidades, de ser atendidos sin demora cuando de una enfermedad grave se trata y del buen hacer de los y las profesionales que trabajan en nuestros hospitales y centros de salud. 

¿Qué ha pasado para que esa percepción se haya venido abajo? Seguramente, las últimas noticias sobre el enfrentamiento de los y las dirigentes de los hospitales con el propio departamento de sanidad del Gobierno Vasco haya tenido mucho que ver. Percibimos que el gran engranaje que es Osakidetza se tambalea y no se encuentra punto común entre ambas partes a la hora de determinar dónde están las unidades especializadas, cuáles hay que eliminar y cuáles habría que potenciar. 

Todo comenzó con la decisión por parte de Sanidad de trasladar la unidad de cirugía cardiaca de Basurto a Cruces, algo que no compartían quienes ahí trabajan y que acabó judicializado. Cuando las movilizaciones de los y las profesionales reivindicando que Basurto mantuviese su propia unidad no habían terminado, tuvimos noticia de la crisis surgida en la OSI Donostialdea, con destituciones y dimisiones de dirigentes médicos que se sienten desautorizados por sus superiores, en este caso, políticos. 

En medio de todo esto, la ciudadanía, que hemos dicho que es de todo menos tonta, siente amenazado algo tan importante como el cuidado de su salud y también se echa a la calle para apoyar a quienes tanto y tan bien les cuidaron durante la pandemia

Vemos batas blancas echándose a la calle y acusando tanto al Gobierno Vasco como a la consejera del ramo, Gotzone Sagardui, de querer desmantelar de manera progresiva eso que antes llamábamos la joya y que ahora pierde posiciones y se coloca en el estante de la bisutería. Hablan no solo de Basurto y de Donosti sino que denuncian el cierre de las urgencias del hospital de Santiago y los puntos de atención continuada, PAC, de Vitoria y piden soluciones. Mientras tanto, el propio lehendakari sale en defensa de su consejera y lo atribuye todo a cuestiones de reorganización. 

En medio de todo esto, la ciudadanía, que hemos dicho que es de todo menos tonta, siente amenazado algo tan importante como el cuidado de su salud y también se echa a la calle para apoyar a quienes tanto y tan bien les cuidaron durante la pandemia. Tienen miedo a que se desmantele un servicio que ha sido modelo de referencia y orgullo de país y temen, además, que su salud se resienta por falta de medios y por una confrontación que les queda lejos. Por eso, cuando les preguntan por sus preocupaciones colocan a la sanidad entre las principales, la segunda después de los precios descontrolados que tenemos. Puede que ese aprobado raspado que en el último Deustobarometro ha sacado nuestra sanidad no sea en realidad para ella sino para quienes la dirigen desde la política. 

Dicho todo esto, que haya suerte con la lotería y si no, salud. Feliz Navidad y próspero 2023.