Sí, lo cierto es que las feministas estamos cansadas. Pero que nadie piense que eso va a llevarnos a cejar en nuestro empeño de lograr un mundo justo e igualitario entre hombres y mujeres. Estamos cansadas de ser juzgadas, de que nuestras reivindicaciones provoquen la risa y las bromitas de quienes, aún hoy, siguen pensando que esto de la igualdad es una manía que nos ha entrado y que se nos pasará. No, afortunadamente no va a pasar y, es más, cada vez más mujeres jóvenes se suman a este empeño. 

El reciente debate legislativo para abolir la prostitución y prohibir el proxenetismo ha vuelto a dejar en las calles, y especialmente en las redes sociales, todo tipo de comentarios y supuestas bromas en torno al papel de la prostitución en la sociedad. Incluso hemos escuchado a tertulianos en la radio que se atrevían a diferenciar entre “prostitutas de calidad” y “de menos calidad”. También entre profesionales y aficionadas. Hemos ido de disparate en disparate viendo como nadie cuestiona la prohibición de vender órganos humanos pero cualquiera se atreve a debatir en torno a si hay que permitir vender la vagina o no. Así de claro. Cualquier órgano no, la vagina depende. 

 

Estamos cansadas de ser juzgadas, de que nuestras reivindicaciones provoquen la risa y las bromitas de quienes, aún hoy, siguen pensando que esto de la igualdad es una manía que nos ha entrado y que se nos pasará

 

Si algo ha caracterizado en esta última ola al feminismo ha sido su capacidad de sumar a mujeres, y algunos hombres, de muy diversa ideología. Se trata de remar todas en la misma dirección para alcanzar el objetivo común de romper techos y ensanchar pasillos. Sin embargo, la abolición de la prostitución ha generado alguna grieta al discrepar en torno a la penalización del proxenetismo y el alquiler de locales para la prostitución. La futura ley se alinea con el modelo sueco y el francés y señala directamente a los consumidores de prostitución con multas e incluso penas de cárcel si la mujer es menor de edad. 

Ese no ponernos de acuerdo, esa diferencia a la hora de asumir o no la agenda básica del feminismo que tiene entre sus premisas la abolición de toda forma de explotación de la mujer, prostitución incluida, ha provocado que quienes se sienten amenazados por el avance del movimiento se cuelen por la grieta. Divide y vencerás

 

A veces dan ganas de tirar la toalla pero mirar a ese 95% de mujeres que ejercen la prostitución de manera forzosa, sus condiciones de vida, su sometimiento y sus pocas salidas nos impulsan a seguir

 

Insisto, por muy cansadas que estemos de explicar una y mil veces lo mismo, quienes miramos al mundo con las gafas moradas puestas seguiremos haciéndolo aunque nos convirtamos en “la pesada que todo lo ve con ojos de feminista”, como si el término fuese sinónimo de querer situarnos en posiciones alejadas de la igualdad y cercanas a lo que ahora vivimos las mujeres en relación a los hombres. 

A veces dan ganas de tirar la toalla pero mirar a ese 95% de mujeres que ejercen la prostitución de manera forzosa, sus condiciones de vida, su sometimiento y sus pocas salidas nos impulsan a seguir. ¿Qué hay que atender también a esas mujeres que ejercen voluntariamente la prostitución, si es que las hay? Las leyes se hacen para las mayorías y lo que dicen los datos es que la trata, la explotación sexual y el proxenetismo están detrás de la mayoría de la prostitución que se ejerce en nuestro país. 

 

No podemos asumir que los cuerpos de las mujeres tienen un precio en el mercado y mirar hacia otro lado

 

Abolir el alquiler de los cuerpos de las mujeres es una medida obligatoria para trabajar por la igualdad y luchar contra la vulnerabilidad de estas mujeres. Si no la abolimos sino que la prohibimos, ponemos el foco, una vez más, en las mujeres a quienes acabamos por convertir en responsables de que la prostitución exista. ¿Por qué no ponerlo en quienes consumen y en los terceros que se lucran? No podemos asumir que los cuerpos de las mujeres tienen un precio en el mercado y mirar hacia otro lado. 

Las cadenas de televisión han emitido en abierto la película “Pretty Woman” nada más y nada menos que en treinta y seis ocasiones. La historia de esa prostituta de la que se enamora un caballero que la rescata y la trata como a una reina es eso, una ficción que edulcora la prostitución. Las reales, las vidas de tantas mujeres sometidas por proxenetas sin escrúpulos, no salen en la tele sino que las tenemos en las calles y en los burdeles. 

Estamos cansadas de que nos miren con el recelo que se mira a quienes quieren acabar con los privilegios. Y sí, queremos hacerlo.