En los últimos meses y en el contexto de la pandemia y sus secuelas, estamos asistiendo a la puesta en marcha de una serie de iniciativas encaminadas a la loable encomienda de no dejar a nadie atrás, un objetivo precioso pero inalcanzable o para mayor detalle, pueden preguntar a los cientos de empresas que ya han echado el cierre, o a alguno de los miles de trabajadores que en los últimos meses han perdido su empleo.

Llama la atención en cualquier caso que un buen número de las medidas ideadas parecen ir más encaminadas al rescate de personas que al futuro de las empresas. Y me explico. Si hacemos un balance de lo que las empresas, pymes, micropymes y autónomos han recibido como soluciones para mantenerse en pie, nos encontramos con que es más bien poco, casi nada.

Y sí, están los ERTE que sin duda alguna han venido a paliar el golpe inicial de está incierta crisis, y que fundamentalmente permiten el mantenimiento al menos temporal del empleo.

Los ERTE tienen en todo caso, un coste muy importante para las empresas ya que en su gran mayoría lo están complementando económicamente, a pesar de tener los ingresos bajo mínimos. Pero es que además, las empresas que se han acogido a un ERTE están obligadas, si no quieren perder las ayudas recibidas y además ser penalizadas económicamente, a mantener la plantilla integra al menos durante medio año, y créanme, eso va a ser inviable para muchas empresas. A parte de los ERTE tenemos los famosos créditos que hay que devolver más antes que después, algunos aplazamientos fiscales y muy poquito más, si exceptuamos las escasísimas ayudas directas de las que se han beneficiado oss e beneficiarán sectores como la hostelería.

Y en paralelo a esto nos encontramos con ese interés en poco menos que satanizar a la empresa y beneficiar de forma directa a las personas con iniciativas como la renta básica de ingresos, la contrareforma laboral, semanas de cuatro días, o propuestas poco medidas de incrementar el salario mínimo, en un momento en el que tenemos de todo, menos certezas económicas.

Tal vez sea bueno recordar que aquí no existe dicotomía ni confrontación, estamos todos en el mismo barco y rescatando empresas es como realmente se rescata a las personas. Ayudando a las empresas a mantener su actividad es como garantizamos que las personas tengan un empleo del que poder vivir dignamente.

Y es que no hay política social mejor y más inclusiva que el empleo digno y de calidad.

Y en este punto, yo no haría distinción entre sectores empresariales o entre unas empresas y otras, considero que las que llegaron hasta marzo y tienen un histórico pre pandemia ya han demostrado ser capaces de afrontar una crisis. La crisis covid-19 no es la primera y desde luego, no será la última.

Esta crisis, la de la pandemia en la que el objetivo era “no dejar a nadie atrás” pasará, como han pasado otras. Esperemos que en las próximas y con la lección aprendida, los objetivos no sean solo loables, sino alcanzables y medibles. De no ser así generarán como ha ocurrido ahora, expectativas que no pueden cumplirse, y con ellas insatisfacciones y cabreos.

De eso, de fijar objetivos factibles saben mucho la mayoría de las empresas y bastante menos los políticos, igual es porque a unos les va la cuenta de resultados y el futuro en ello, y a otros les afecta más en una cuenta de resultados que se traduce en número de votos.