Hace unos años una empresa que fabricaba productos antiedad -si no tengo mal entendido sigue viva- asaltó la casa de los españoles a base de una ingente inversión en publicidad. Los dueños de la empresa trataron de colocar a los españoles su producto con un lema simple y muy fácil de recordar: "promesas cumplidas". Un mensaje con el que la firma trataba de transmitir convicción sobre el efecto de sus productos y transmitir confianza al cliente. Todo lo contrario que ha hecho Siemens Gamesa.

La eólica de Zamudio -si es que le queda algo de Zamudio- nunca se ha distinguido por la claridad en el lenguaje, que estilaba más en Christian Bruch que en los cinco CEOs que ha tenido la compañía en apenas cinco años de andadura conjunta entre Siemens y Gamesa. Entonces Gamesa era la joya de la corona. Ahora, en un contexto donde ninguna empresa española de renovables marcha bien, la situación de Gamesa es quizá la más comprometida.

Y, aunque sea especular, me parece que parte tiene que ver con la propia política comunicativa de Gamesa. Cuando empezaron los rumores sobre una posible OPA en la firma vasca, Eickholt y su equipo de comunicación negaron tajantemente que esto se estaba haciendo así. Al contrario, prepararon un escenario de recuperación en la junta de accionistas de marzo. Este periódico tuvo constancia desde febrero de que en Madrid se trabajaba con borradores de documentos para desinversiones como las de SSE que estaban listos para firmar, pero Gamesa era vehemente en que la OPA no era una opción y que la situación no era tan compleja. Estaba el plan Mistral presentado en la junta de accionistas y con eso se podía remontar, transmitían desde la compañía.

Sin embargo, poco a poco fueron cayendo las fichas: Gamesa le abrió las puertas de su promotora de renovables a SSE -enemigo total de Iberdrola- y firmó así su primera desinversión. Después llegó el anuncio de la OPA. Primero fue el de su estudio, luego el de la propia operación bursátil. El equipo de comunicación de Siemens Gamesa eligió como mejor momento para dar a conocer la OPA un sábado pasadas las 23:00 horas. Lo normal en cualquier política comunicativa.

Pero, una vez anunciada la OPA, la compañía, salvo cuando hablaba en Alemania confiando en que nadie escuchase en España, descartaba los despidos. "Los trabajadores no son el problema" fue el mantra que Nauen y Eikcholt se dedicaron a colocar allí por donde pasaban: lo hicieron con el comité y lo hicieron, según dijo Tapia, con el Gobierno vasco. Ahora la hemeroteca deja en mal lugar a la consejera, pero deja peor a la cúpula de la compañía, que no dijo la verdad.

Y ocultó la realidad no porque dijesen una cosa en un momento y otra después con circunstancias diferentes. Nadie les podría reprochar eso. No fueron sinceros porque la compañía aseguró eso cuando, según reveló la nota de prensa facilitada por la compañía -que estuvo el viernes unas horas retirada de internet para hacer unos cambios sobre el texto inicial-, los despidos forman parte del plan Mistral, que lleva elaborado desde marzo y del que la parte de las salidas de empleados siempre se habían negado. Se le tuvo que olvidar a Eikcholt y a Nauen en sus reuniones con el Gobierno vasco.

Hay quienes dicen que el desastre de Gamesa es culpa de Siemens. Hoy, en las páginas de este periódico, la presidenta del comité de la compañía. No comparto esa opinión. Un grupo como Siemens no viene a perder dinero y ha demostrado que sabe bastante de lo suyo. Sin embargo, sí creo que han desarrollado la peor política informativa posible para capear con su situación. En un mundo empresarial donde la transparencia que se exige es cada vez mayor -"los directivos trabajamos en una vitrina de cristal", decía el otro día Villalabeitia en Bilbao-, la falta de claridad es un error garrafal. En una firma cotizada es, simplemente, incomprensible.