Se complican las cosas. Los hospitales se llenan, no solo de infectados por la covid19 sino por enfermos de otras patologías respiratorias que se agudizan en esta fría época del año, mientras las calles, los centros comerciales y los bares y restaurantes están repletos de personas con ganas de disfrutar del ambiente pre navideño. Antes de esas fechas locas tenemos por delante un gigantesco puente que nos va a poner de nuevo a prueba.

Desde hace semanas algunos locales de hostelería no admiten más reservas. No porque no quieran sino porque los tienen totalmente llenos. No hay familia, cuadrilla de amigos y compañeras de trabajo que no hayan fijado ya la fecha de su evento navideño. Si de los cotillones de fin de año hablamos, olvídate; hace meses que se cerró la posibilidad de tomar las uvas en una discoteca. Aforo completo.

Dábamos por hecho que este año sí, que despedíamos el 2021 con alegría, sin mascarillas, sin distancia y con la vacuna salvadora puesta. La pandemia pasaba a recordarse como un mal sueño y la vida se celebraba como antes, pero no. Llegamos a diciembre con cifras de contagio estremecedoras en toda Europa, con la variante ómicron volando de un lado a otro, acelerando la vacunación pero sin lograr del todo el objetivo marcado y viendo como numerosos grupos de personas continúan lanzando proclamas antivacunas.

 

Dábamos por hecho que este año sí, que despedíamos el 2021 con alegría, sin mascarillas, sin distancia y con la vacuna salvadora puesta

 

Las movilizaciones de personas que cuestionan la pandemia, critican a las farmacéuticas, claman contra las restricciones y no se inoculan la vacuna son numerosas en algunos países de Europa. Sin embargo hay una mas silenciosa de no vacunados/as que hacen de su capa un sayo y no solo no pasan por el proceso de vacunación sino que tampoco siguen normas tan sencillas como usar la mascarilla, mantener la distancia y, añado yo, no mezclarse con las personas vacunadas sin avisar de su condición de no vacunados.

Hace unos días asistí a una de esas celebraciones de cuadrilla. Doce personas. Besos, abrazos, felicidad por el reencuentro casi dos años después del último encuentro. Como es habitual por estas tierras nos reunimos en torno a una mesa con mantel, así que fuera mascarilla, todos sentados bien juntitos comiendo, bebiendo, hablando y, cómo no, cantando. En un determinado momento alguien dijo algo del virus y dando por hecho que las doce personas estábamos vacunadas señaló que no había problema de contagio o que las posibilidades eran escasas. En ese momento, y no antes, una negacionista habló: “yo no, yo no estoy vacunada”, dijo mientras aprovechaba el momento para lanzar sus mensajes anti vacunas. La cara que se nos quedó al resto de los comensales fue un poema. El ambiente cambió, se enrareció y hubo enfado.

 

Ya que quienes han decidido no vacunarse han dado sobradas muestras de insolidaridad hacia el resto de la humanidad, quienes sí lo hemos hecho no debemos mostrar el mínimo reparo es preguntarles directamente por su situación

 

Todo esto me lleva a pensar en la necesidad, sin rubor alguno, de establecer un protocolo de asistencia a eventos en los que no es necesario mostrar un certificado covid o en lugares en los que solicitar ese pasaporte está prohibido. Si no hay ninguna otra forma de saber si quien está entrando en nuestra sala o acercándose a nosotros está vacunado o no habrá que tener una serie de preguntas claves para saber si es prudente su compañía.

Imagino las cenas de nochebuena con otro foco más de conflicto. ¿Estará mi cuñado, tópico sí, vacunado? ¿Mi sobrino, el antisistema, pretenderá comerse los langostinos junto a mí sin haber pasado por el vacunódromo?
¿Cuántas no vacunadas habría anoche en la discoteca en la que mi hija ha pasado la noche? Etcétera, etcétera, etcétera.

 

Sus derechos no prevalecen sobre los míos o no deberían de hacerlo. No es una guerra al no vacunado, es proteger nuestra vida de sus ideales conspiranoicos

 

Ya que quienes han decidido no vacunarse han dado sobradas muestras de insolidaridad hacia el resto de la humanidad, quienes sí lo hemos hecho no debemos mostrar el mínimo reparo es preguntarles directamente por su situación. En el caso de no vacunados declarados, solicitarles una prueba PCR o de antígenos antes de iniciar la reunión y con el resultado en la mano cada cual que actúe como crea. No me gustaría volver a sentir que mi
derecho a un entorno seguro y libre de virus se ve vulnerado por el derecho de otras personas que han decidido libremente no vacunarse.

Sus derechos no prevalecen sobre los míos o no deberían de hacerlo. No es una guerra al no vacunado, es proteger nuestra vida de sus ideales conspiranoicos.