Acordar suele ser sinónimo de ceder.  Sin cesiones los acuerdos son difíciles, porque buscar el acuerdo significa que se parte de posturas diferentes, cuando no antagónicas, y en muchos casos irreconciliables. Parece de perogrullo de puro obvio, pero el día a día nos demuestra que no, esto de la teoría del acuerdo y sobre todo la práctica, no es tan evidente.

Los ejemplos son tan numerosos que hasta pueden pasar desapercibidos. Uno de los más recientes es el alcanzado entre el Gobierno y los agentes sociales, en torno a la Reforma Laboral. El pacto, que ha sido más largo que un parto, porque ha tardado la friolera de 10 meses, se ha ensalzado por quienes han sido capaces de alcanzarlo, mientras es cuestionado  por aquellos que, casualmente,  no han estado en la mesa negociadora.

 

El pacto se ha ensalzado por quienes han sido capaces de alcanzarlo, mientras es cuestionado  por aquellos que, casualmente,  no han estado en la mesa negociadora

 

De hecho,  las críticas al acuerdo alcanzan tal volumen que lo  ponen  en entredicho,  ya que despende del respaldo político que el Gobierno obtenga en el Congreso. En este escenario, el punto de partida es bastante deprimente ya que los partidos que apoyan al Gobierno están poco o nada satisfechos con el acuerdo alcanzado, y amenazan al igual que el principal partido de la oposición con tumbarlo en cuanto tengan ocasión.

Acordar significa ceder, y ceder supone que nadie puede pactar con un 100% de satisfacción, porque debe dejar de lado alguno de sus requerimientos. Y en el caso de la Reforma Laboral, Gobierno, sindicatos y patronal, han tenido que renunciar a parte de sus pretensiones con el fin de posibilitar un acuerdo que en algunos casos pasa importantes facturas.

Los más criticados dentro y fuera son los empresarios. Al líder de CEOE le llueven las críticas. Desde fuera le acusan de haber conseguido la reforma laboral ansiada, y desde dentro, y esto es lo que más duele, por haber admitido postulados ajenos al planteamiento de la organización que representa, como la adecuación del uso de la temporalidad de los contratos, o la recuperación de la temida ultraactividad, que ha sido durante años uno de los principales caballos de batalla en la negociación colectiva.

A los sindicatos seguro que los suyos les tachan de haber sido tibios y ceder ante la todopoderosa patronal, y en el caso del Gobierno, donde no se ponen de acuerdo ni entre ellos, que les voy a contar que no se haya dicho ya.  

Sorprenden menos las diatribas del líder de la oposición que evidentemente está jugando su papel, pero que no parece medir demasiado al ir de frente contra quienes son en principio, sus aliados naturales: las empresas.

Respecto a los partidos nacionalistas de quienes depende alcanzar la rúbrica final al acuerdo, pues tampoco hay grandes novedades. No les gusta lo pactado y exigen cambios para dar el visto bueno a ese lavado de cara que pretende darse a la Reforma Laboral que emanó del PP.

En esta tesitura, creo que es de justicia valorar la importancia de que a pesar de los escollos, y de lo largas y dificultosas que seguro han sido lañs negociaciones para que haya luz verde al acuerdo entre Gobierno, patronal y sindicatos, este haya sido posible. Nadie tiene todo lo que quería, pero han tenido la madurez suficiente como para dejar fuera algunas pretensiones y trabajar los puntos en los que podía alcanzarse el acuerdo.

 

Creo que es de justicia valorar la importancia de que a pesar de los escollos, y de lo largas y dificultosas que seguro han sido las negociaciones para que haya luz verde al acuerdo entre Gobierno, patronal y sindicatos, este haya sido posible

 

La otra alternativa era quedarnos como estábamos, un marco laboral en el que por cierto, la patronal estaba muy cómoda; un marco avalado por Europa y que con luces y sombras ha permitido beneficios para la economía tan importantes como la figura del ERTE, que tantos empleos ha salvado en pandemia.

Y entre quedarnos como estábamos o buscar un acuerdo para afrontar lo que nos viene por delante, hay que apostar por el acuerdo, porque ese es un síntoma de madurez social y una condición sine qua non de cualquiera que tenga responsabilidades sociales de liderazgo.

Esperemos que la misma madurez llegue al Congreso y finalmente haya pacto. Cuando se acuerda, todos ganan, todos pierden. No existe otra fórmula.