“El aplauso es el alimento del artista”.  “No lo hago por dinero”. “Esto da de comer al alma”…frases escuchadas, e incluso empleadas, que apelan a eso que ha dado en llamarse el salario emocional, una idea  y una práctica cada vez más utilizada, y más reclamada por los que trabajamos.

Como concepto es relativamente novedoso, no tiene mucho más de una década, como practica no reglamentada, ni reconocida, es tan antigua como la necesidad que tenemos de incluir en nuestro salario pecuniario, todo aquello que nos ayuda a mejorar y a crecer, no sólo profesionalmente sino fundamentalmente, como personas. Podemos definir el salario emocional, como todos esos elementos más o menos intangibles,  que no están retribuidos económicamente a final de mes, pero que nos satisfacen, en ocasiones, más que el dinero. 

 

El salario emocional es sin duda, una de las herramientas más importantes de las que disponen las empresas y las instituciones para captar, pero fundamentalmente, para retener el talento

 

Pues bien, ese salario emocional debe trabajarse tanto a título individual, qué queremos y cómo y cuándo lo queremos, como a nivel empresarial. El salario emocional es sin duda, una de las herramientas más importantes de las que disponen las empresas y las instituciones para captar, pero fundamentalmente, para retener el talento.

Eso de que los mejores se queden con nosotros se nos está haciendo cuesta arriba y va a convertirse más antes que después en un tema clave, y en un auténtico hecho diferencial en organizaciones y empresas.  Algunos, todavía pocos, han tomado buena nota de la situación, de la falta de profesionales de determinados perfiles y de que el problema se irá haciendo cada vez más grande y ya trabajan en ello, lo cual les posiciona con ventaja de la que no van a disponer aquellos que no adopten las medidas oportunas para resultar atractivos, y lograr que los mejores quieran incorporarse a sus filas.

 

Podemos definir el salario emocional, como todos esos elementos más o menos intangibles,  que no están retribuidos económicamente a final de mes, pero que nos satisfacen, en ocasiones, más que el dinero

 

Está por tanto claro, y quien no lo vea así va con retraso, que la variable económica aun siendo muy  importante, no es tan vinculante como pudo serlo en su momento,  y eso a pesar de  que este sea el argumento más veces esgrimido,  por  quienes dicen defender a los trabajadores. Lo cierto es que como idea empieza a estar caduca. 

Aún no estamos en la situación de EEUU donde están sufriendo el fenómeno de la Great Resignation (Gran Dimisión), que se traduce en que mensualmente miles de trabajadores  abandonan su empleo por motivos diversos, entre los que ha ganado un peso importante, la reflexión que muchos han hecho durante la pandemia, y que se resume básicamente en que es más importante vivir que trabajar.

Esa Gran Dimisión que allí  está causando tremendos problemas en el mercado laboral, todavía no es extrapolable aquí, pero es un extremo que ni podemos, ni debemos descartar. 

Por todo ello, parece obvio que hay que trabajar el salario emocional, porque está directamente relacionado con el sentido de pertenencia a los proyectos, con la idea de que se nos permite crecer en el ámbito personal y profesional, con la importantísima sensación de que somos valorados, de que la creatividad se premia, de que tenemos mucho que aportar y de que no nos hemos equivocado en la apuesta profesional. 

 

Esa Gran Dimisión que allí  está causando tremendos problemas en el mercado laboral, todavía no es extrapolable aquí, pero es un extremo que ni podemos, ni debemos descartar

 

Y no cometamos el reiterado error de pensar que esto de trabajar y alimentar las emociones en positivo, es algo que pueden y deben hacer  las grandes compañías que tienen tiempo, personal y dinero. Retener el talento nos corresponde a todos y aquí no hay tamaño que valga como excusa para dejarlo correr.

El cuidado, el mimo del capital humano ya viene marcando la diferencia en organizaciones y empresas, pero en muy poco tiempo se va a convertir en la auténtica piedra filosofal. Los profesionales vamos a poder elegir a dónde vamos, y lo haremos teniendo en cuenta no sólo el número de ceros a final de mes, sino también ese salario emocional que nos alimenta el alma.