La comedia más exitosa de la televisión española finalizó su temporada número doce con una dolorosa expropiación que obligará a la vecindad de Mirador de Montepinar a mudarse al centro; se van a la calle Contubernio, nombre que si bien es un homenaje a la productora creadora de la serie, viene al pelo por los tiempos que corren y los que vienen. Contubernio, acuerdo o alianza para fines censurables. Ahí queda eso.  

Cuando supe que volvía la serie renovada, vi el nombre de su nueva calle y releí el título pensé que tenía mucho de paralelismo con esa premisa que se ha instalado entre la gente de que este va a ser no solo el último verano fresco sino que, a partir de octubre, nos va a caer la del pulpo. Es decir, lo vamos a pasar mal. Claro, viendo que los tipos de interés suben, las hipotecas se encarecen, la inflación sigue a lo loco, los precios de los alimentos se disparan, nos piden que ahorremos agua, que pongamos la calefacción a 19 grados, el aire acondicionado a 25, que no sabemos si los rusos cumplirán con su acuerdo de permitir a Ucrania que saque de sus almacenes el cereal, si la gasolina seguirá subiendo y subiendo….y tantas otras cosas, viendo todo esto no queda otra que decir ¡Ay la que se avecina!

 

No sabemos si amarrar lo que tenemos, si exprimirnos al máximo y ya veremos qué pasa a la vuelta, si quedarnos en casa esperando el tsunami o si correr y alejarnos lo máximo posible antes de que caiga la tormenta

 

Arranca el mes del hedonismo por excelencia, agosto, y lo vamos a disfrutar con la vista puesta en la vuelta de vacaciones. No sabemos si amarrar lo que tenemos, si exprimirnos al máximo y ya veremos qué pasa a la vuelta, si quedarnos en casa esperando el tsunami o si correr y alejarnos lo máximo posible antes de que caiga la tormenta. Así estamos. 

Nos vamos con unos cuantos asuntos sin resolver. A mí hay varios que me preocupan, pero creo que van a seguir así a la vuelta de agosto. Cierto es que el octavo mes del año no se caracteriza precisamente por ser muy resolutivo. Parece más bien que son 30 días de tregua en los que poca gente trabaja y la que lo hace está a medio gas “porque todo el mundo está de vacaciones”. 

Por repasar alguno de esos temas que digo que me tienen en vilo, vamos a pararnos en la invasión rusa sobre Ucrania. ¿Recuerdan que iba a ser una guerra corta, intensa, y que los países de la OTAN iban a lograr controlar a Putin con sus medidas económicas? Pasados casi seis meses de la invasión, se nos han olvidado las peregrinaciones de su ciudadanía buscando un refugio seguro y los que lograron llegar a uno están volviendo a sus ciudades de origen a riesgo de morir en cualquier ataque. No encuentran acomodo lejos de sus casas, el idioma es una barrera difícil de salvar y hacerse con un empleo es muy improbable. No me cabe duda de que llegado septiembre no habrá cambiado nada. Y en ese no cambiar nada, seguiremos con una mano pagando a Rusia por su gas y financiando la invasión mientras con la otra enviamos armamento a Ucrania para que se defienda. Un despropósito. 

 

Cuando leí al ecólogo del Centro Superior de Investigaciones Científicas, Fernando Valladares, que este verano probablemente sea el más fresco de lo que nos quede de vida, me eché a temblar

 

Tirando de ese hilo nos encontramos a países como Alemania que están dispuestos a volver a quemar combustibles fósiles con tal de que su ciudadanía no pase frío durante el próximo invierno. Puede que no lo hagan, que se eviten así temperaturas gélidas a las que no poder hacer frente con gas, pero lo harán a costa de perjudicar a nuestro maltrecho medio ambiente.

Esta es precisamente otra de mis grandes preocupaciones y supongo, o quiero suponer, que también del resto de la población mundial. Cuando leí al ecólogo del Centro Superior de Investigaciones Científicas, Fernando Valladares, que este verano probablemente sea el más fresco de lo que nos quede de vida, me eché a temblar. Temblar como no vamos a hacerlo, al parecer, en futuras estaciones porque lo que vamos a hacer es sudar de lo lindo. Asegura que nos hemos colocado en uno de los peores escenarios climáticos imaginables y que el vínculo entre las olas de calor y el cambio climático es innegable. Ya nos avisó hace tiempo de la necesidad de reducir las emisiones de gases de efecto invernadero pero lejos de reducirlas, las hemos seguido aumentando. Esto lleva a ese fatal cambio a una dinámica exponencial que explica los récords de episodios de temperaturas extremas que se suceden cada vez con mayor velocidad. No puedo prever hasta donde van a subir los mercurios en agosto pero miedo me da. 

 

Que una ley tan importante, fundamental para luchar contra la violencia de género, haya visto como se queda sin aprobar, por el momento, preocupa mucho a quienes pensamos efectivamente que no es no

 

Como el miedo que pasan muchas mujeres cuando vuelven a casa después de un día o una noche de fiesta y no saben si por el camino van a toparse con un agresor sexual que va a arruinarle la vida. Pensábamos que llegaríamos al mes de agosto con la conocida como “ley del sí es sí” aprobada, pero no. La corrección de una errata, una enmienda para que donde se habla de “esterilizaciones forzosas” pase a decirse “forzosos” ha obligado a devolver la ley al Congreso. Se retrasa hasta septiembre su aprobación y, en consecuencia, su entrada en vigor. Que una ley tan importante, fundamental para luchar contra la violencia de género, haya visto como se queda sin aprobar, por el momento, preocupa mucho a quienes pensamos efectivamente que no es no, que solo sí es sí, que no hay abusos sino agresiones y que las mujeres tenemos que sentirnos protegidas por la ley.

Quedan más preocupaciones en mi cabeza pero tampoco es cuestión de amargarse el mes de agosto. Ir viendo y esperar a la que se avecina, no queda otra. Y sobre todo, que lo de octubre, si llega, nos pille bailando. 

Feliz agosto. Volvemos en septiembre.