Dicen que en la fiesta posterior a las elecciones del Athletic Club la acumulación de rencor y de felicidad llevó a muchos asistentes a plantear una candidatura para las elecciones autonómicas. No se escuchó ningún "Uriarte lehendakari" pero sí que flotaba en el ambiente una sensación de triunfo ante un rival a priori imposible.

Y es que el PNV se había empleado a fondo, aunque sin éxito, para derrotar al 'enfant terrible' de Pedro Luis. Hasta límites que prácticamente ninguno podía imaginar que llegarían, amenazas incluidas. Son prácticas que se aplican habitualmente en política pero que resultaron tan sorprendentes para unos neófitos que les llevaron a plantearse seriamente la retirada.

Un grupo de osados liderados por un empresario que sabía liderar equipos y ganar dinero había retado al establishment vasco. Por una parte, a Vocento, con cuyo emisario había habido intentos previos de integración de candidaturas. Y por otra, al PNV, el partido que respaldaba al candidato que a priori resultaba favorito.

El PNV se había empleado a fondo, aunque sin éxito, para derrotar al 'enfant terrible' de Pedro Luis

Es verdad que no son las primeras elecciones que pierde un aspirante jeltzale. Pero las anteriores han resultado excepcionales y por la mínima. Al margen de las que pusieron en Ajuria Enea a Patxi López, sin ganar y con la izquierda abertzale ilegalizada, habría que mencionar otros comicios rojiblancos, algunos alaveses y las que se llevó Bildu en Gipuzkoa en 2011 tras el fin de ETA.

Salvando estas excepciones, el PNV ha resultado hasta ahora inexpugnable. Unas veces por méritos propios y otras muchas por la incapacidad de sus rivales de plantear alternativas que se acomoden a una sociedad mucho más moderada de lo que algunos quieren creer, que huye de las aventuras y que, al mismo precio, elige propuestas con eusko label.

Pese a improvisar más de lo debido durante la campaña, Jon Uriarte ha hecho una oferta de ese tipo: euskaldun, moderado y buen gestor. Es decir, una especie de Mario Conde vasco pero sin gomina, menos pijo y probablemente con menos negocios sucios que ocultar. Parece en cualquier caso que los triunfadores de la empresa privada atraen a unos votantes que buscan referentes en una sociedad que cada día se mueve más por el dinero que por otras causas.

Pese a improvisar más de lo debido durante la campaña, Jon Uriarte ha hecho una oferta del tipo que pide la sociedad: euskaldun, moderado y buen gestor

Todo ello frente a un rival, Ricardo Barkala, insípido e incapaz de ilusionar al electorado. Ser del PNV y contar con su apoyo total le ha servido para conseguir los avales y para poco más. Es verdad que no era el partido el que se presentaba pero sí que sus dirigentes habían transmitido el mensaje de votarle a diestro y siniestro por aquello de que conviene controlar todos los resortes sociales.

Al margen de lo futbolístico, las elecciones del Athletic Club han ofrecido algunas claves que debería emplear aquel que quiera derrotar al PNV en unos comicios autonómicos. Debe ser una marca local y no una mera franquicia o delegación, ha de tener capacidad demostrada de gestión, algo demostrable con un gran éxito en la empresa privada, y, muy importante, tendrá que ser independiente de los caciques que controlan el país desde hace lustros. Porque si algo ha hecho bien Uriarte durante toda la campaña, al margen de las redes sociales, ha sido mostrar humildad y devoción hacia el Athletic por encima de cualquier otra cosa.

Y quizás esto explique también por qué el PNV reaccionó con tantos aspavientos ante esta candidatura como anteriormente lo había hecho frente al informe de Zedarriak sobre la economía vasca. Que un grupo de profesionales y empresarios de éxito, muchos de ellos más euskaldunes que Ortuzar, osara decir que algo se está haciendo mal en Euskadi resultaba no solo impertinente sino también peligroso.

Si Zedarriak obtenía demasiados aplausos, lo que hoy era un informe podía transformarse mañana en una candidatura electoral. Con label y con esas garantías que ofrecen los buenos gestores. El PNV no quería que Jon fuera presidente del Athletic Club ni tampoco que su aita osara algún día aspirar a la lehendakaritza al margen del partido. Kontuz!