Borja Sémper vuelve a la política como portavoz de campaña de su partido. El exdirigente del PP vasco regresa a la primera línea de la mano de Alberto Núñez Feijóo. Y lo hace con un discurso moderado en las formas que aspira, según confesión propia, a cambiar las cosas en la política nacional. A que haya menos ruido y más entendimiento. A evitar la crispación y la polarización habituales en la cosa pública. 

Lo cierto es que como propósito suena fantástico, al igual que sonaban los consejos del propio Sémper en una conocida tertulia radiofónica. Palabras que sólo pueden aplaudirse. Y también es positivo, todo hay que decirlo, ver a otro político de Euskadi con tanta relevancia en el resto de España. Sin embargo, es imposible no tener la sensación de que el irundarra dice llegar para cambiar lo que en realidad es imposible de cambiar. La política nacional es desde hace demasiado tiempo el lugar propicio para el enfrentamiento y la descalificación. Y ahora, en pleno año electoral, con unas municipales y autonómicas a la vuelta de la esquina y unas generales a la vista, no parece que sea el momento para la calma.

Por ello Sémper, pese a sus buenas intenciones, corre el viejo peligro de acabar cambiado por la realidad al resultar imposible cambiarla a ella.