El gran periodista César Coca me dijo un día que el partido más votado por los lectores de 'El Correo' era el PNV. Y eso que entonces todavía se llamaba "El Correo Español", sufría un boicot de Xabier Arzalluz y en sus editoriales presumía de fidelidad a la Corona. Coca era redactor jefe de economía, quizás el área en la que mejor se perciben este tipo de contradicciones, que podemos calificar como sociológicas.

Y es que el PNV pesca en múltiples caladeros ideológicos o, cuando menos, en los que están más o menos cerca del centro político. Es evidente que es una máquina de ganar elecciones y eso exige captar votantes que caen en las múltiples redes tejidas a lo largo de Euskadi. De hecho, es un partido independentista pero casi nunca habla de independencia, consciente de que eso supondría perder votos. Entre ellos los de los lectores de 'El Correo' o 'El Diario Vasco', la mayoría de los que leen prensa escrita en Bizkaia y Gipuzkoa.

Esta aparente contradicción explica también las evidentes diferencias entre los discursos de Arantxa Tapia y Pedro Azpiazu, dos consejeros del actual Gobierno vasco que un recién llegado a Euskadi podría pensar que pertenecen a dos partidos distintos. La ingeniera de Astigarraga siempre aparece rodeada de empresarios y tiene una imagen dura al mejor estilo "Thatcher". El máximo objetivo de esta ex catedrática universitaria es incrementar el PIB vasco, algo que solo se puede conseguir de la mano del sector privado.

Sin embargo, Azpiazu, de aspecto bonachón, podría pasar más por un consejero de asuntos sociales que por uno de Economía y Hacienda. Si se quitara la corbata, podría parecer incluso un líder del sindicato ELA. Su efecto en el Gobierno vasco es precisamente el de "apagar" a quien realmente ocupa la cartera más social, la socialista Idoia Mendia. Hasta el punto de que ambos tuvieron un rifirrafe recientemente porque la vicelehendakari había hablado de semanas laborables de cuatro días sin contar con él.

El abismo ideológico que separa a los discursos de Tapia y Azpiazu es de tal calibre que cabría sospechar que es fingido. Sí que evidentemente es algo buscado por la corte de sociólogos que asesoran al lehendakari, pero no parece que haya excesivas poses en ambos consejeros

El abismo ideológico que separa a los discursos de Tapia y Azpiazu es de tal calibre que cabría sospechar que es fingido. Sí que evidentemente es algo buscado por la corte de sociólogos que asesoran al lehendakari, pero no parece que haya excesivas poses en ambos consejeros. Cada uno juega un papel pero todo parece indicar que son las personas adecuadas para ello, que realmente se lo creen.

Especialmente Azpiazu, que cada vez que abre la boca genera algún titular de corte socialdemócrata. Hace cinco años dejó heladas a las patronales vascas con su propuesta para subir el impuesto de sociedades y poco antes, cuando todavía era diputado del Congreso, había sugerido al entonces ministro Cristóbal Montoro que incrementara toda la fiscalidad para reducir el déficit público. En sus discursos desde el atril parlamentario era especialmente crítico con los recortes europeos.

Su menosprecio hacia las empresas privadas tenía entonces dos excepciones: Iberdrola y Petronor. Tuvo varias intervenciones en el Congreso en defensa de ambas compañías, probablemente guiado por lo que le marcaba Sabin Etxea. Una vez en Lakua ha dejado de mencionarlas en positivo, pese a que son los principales contribuyentes de las haciendas forales vascas. Ya hay otros para hacer ese trabajo, lo que le permite pasar más tiempo con Jonan Fernández, el eterno asesor de lehendakaris en la ardua labor de robar votos a Bildu.

Esas sesiones de adoctrinamiento abertzale quizás expliquen el reciente desliz de un consejero que no puede presumir de tener un buen nivel de euskera. Azpiazu, que se mueve como pez en el agua entre presupuestos y excels, demostró escasa inteligencia emocional al menospreciar el impacto económico de ETA en un auditorio conformado por empresarios y directivos. Hasta el punto de que su cese es algo que ha circulado esta semana por diversos mentideros, una medida que evidentemente habría respaldado Mendia.

Azpiazu puede acusar a las empresas de tener beneficios "suculentos", porque eso genera votos de electores cercanos a Podemos o a Bildu sin perder demasiados por el otro lado. Pero cualquier complacencia con ETA no está bien vista en un PNV consciente de que algunos flirteos de antaño con la izquierda abertzale estuvieron detrás de la ascensión del PP a las instituciones alavesas y del PSE a la lehendakaritza. Es un tema tabú y el consejero de Economía y Hacienda se columpió.

Su desliz es, además, imperdonable por el foro en el que se produjo. Es cierto que se supone que los eventos de la Cámara de Bilbao son off the record, pero también que Azpiazu está rodeado de asesores, empezando por su jefa de gabinete, que le debían haber advertido, si no prohibido, tocar algunos temas. El primer error fue acudir a un sarao del que podría haber prescindido y el segundo probablemente sea haber querido lucir un abertzalismo con el que nunca comulgó.