¿Qué posibilidades tiene una mayoría progresista de sucederse a sí misma? A día de hoy se diría que pocas, tanto por lo que ocurre a derecha como a izquierda. A estribor, de donde sopla ahora el viento, el Partido Popular está apenas haciendo la digestion de Ciudadanos y ya empieza a comer también en el plato de Vox. En las encuestas más creíbles esto se traduce en una diferencia sustancial de escaños con respecto al Partido Socialista sin que, por otra parte, la extrema derecha acabe de ceder el tercer puesto. De hecho, parece desprenderse de las diferentes encuestas que dependerá del grado de inclinación hacia PP o Vox de sus potenciales electorados que lleguen a tener entre los dos mayoría suficiente para formar un gobierno. La dificultad para ello es que si el PP suma a Vox, resta a muchos otros posibles socios con los que antaño pudo contar, como el PNV.

A babor las cosas están mucho más revueltas. El PSOE ve cómo no logra rentabilizar su gestión de las dos grandes crisis que ha tenido que enfrentar encadenadas desde que ganó las últimas elecciones. Es cierto que España se encuentra entre los países de la Unión que ha salido menos trasquilada de la crisis originada por la invasión rusa de Ucrania, y esto no solo por aciertos del Gobierno, que los ha habido, sino también porque, a diferencia de otras ocasiones, su economía se ha visto menos expuesta que otras. Pero el electorado no suele medir la eficacia de un gobierno en términos relativos (no me va tan mal como a otros) sino absolutos (me va peor que antes). De ahí que la parte socialista de la colación gobernante esté diseñando una campaña centrada en enviar mensajes que muestren la eficacia de su gestión económica, dejando atrás el lío que organizó a final de año para saldar cuentas con sus socios catalanes.

Yolanda puede dar por descontado que los incondicionales de la política asamblearia no solo no le van a facilitar las cosas, sino que, con una sonrisa de lado a lado, le pondrán cuantas zancadillas sean precisas

Sin embargo, en este lado el factor más inestable lo proporciona precisamente el gobierno de coalición. La otra pata, Unidas Podemos, de lo primero tiene ya muy poco y han sido varias las ocasiones relevantes políticamente en que se ha mostrado una coalición tripartita. La clarificación de esa confrontación entre Unidas y Podemos parece un requisito imprescindible para que la actual coalición tenga opciones de repetirse a finales de este año. Es tan evidente esto que Pablo Iglesias hace lo indecible para que ocurra todo lo contrario.

El tiempo, sin embargo, ya no es del ex vicepresidente del gobierno, sino de la vicepresidenta Yolanda Díez. Su gestión al frente del ministerio de Trabajo ha sido todo
menos radical, su seny en cuestiones de Estado —como la decisiva reunión de la OTAN en Madrid— ha quedado acreditado y sus formas, tan relevantes en la política, no recuerdan en absoluto a las ganas de bronca que transmite Iglesias cuando le colocan un micrófono delante. Yolanda puede dar por descontado que los incondicionales de la política asamblearia no solo no le van a facilitar las cosas, sino que, con una sonrisa de lado a lado, le pondrán cuantas zancadillas sean precisas. Cuidarse de los propios debería ser su primera preocupación. Monedero, lejos.

El tiempo de Yolanda está ya en ese momento: va a tener que tomar decisiones arriesgadas y lamerse pronto las heridas

El tiempo es de Yolanda también por otro motivo. A la izquierda del PSOE se precisa mejorar resultados, no respecto de las encuestas sino incluso respecto de las últimas
elecciones si se quiere repetir gobierno. Iglesias podó de tal manera ese espacio que actualmente no quedan en el partido más que los suyos. Recuperar esas ramas cortadas creyendo que se fortalecía el tronco (Bescansa, Errejón, Carmena…) y volver a la sintonía con las izquierdas regionales es lo único que puede permitir retomar el entusiasmo sin el que no puede enfrentarse un proceso electoral.

Pero el tiempo de Yolanda es, sobre todo, escaso. Está casi en el descuento, y eso es algo que juega a favor de su principal enemigo, el que tiene en casa y que la quiere ver caer antes de saltar. La cautela es muy necesaria en política pero también lo es la decisión. El tiempo de Yolanda está ya en ese momento: va a tener que tomar decisiones arriesgadas y lamerse pronto las heridas. Las cuentas son cada vez más claras: al PP le vale con no hacer nada, o casi nada, y el apoyo de ERC tras las elecciones va a venir con una inflación del cien por cien. Como dicen en México, Yolanda, ahorita es cuándo.