Si en la empresa el jefe te habla de recesión en, pongamos China, sin que tú hayas pedido la charla intuye que vienen mal dadas, pero en tu empresa. 

Si una responsable gubernamental pide respeto para la oferta especulativa de un fondo belga sobre los terrenos de un antiguo astillero, y no descarta que pueda haber actividad industrial, mejor nos olvidamos de volver construir barcos y nos imaginamos el lugar con pisos, calles y centros comerciales. Y un bonito paseo en la Ría.

Y si un fin de semana cualquiera se pusiera de relieve en sesudos análisis, editoriales y otras hierbas, la solidez de nuestro oasis con el argumento del guirigay madrileño, la juerga murciana o la incertidumbre castellano leonesa, mi primera reflexión sería “¿Y esto a que viene?”, y la segunda “¿A ver si vamos a estar peor de lo que parece?

La fea costumbre ¿vasca? de establecer comparaciones con aquellos que, supuestamente, están peor que nosotros para ratificarnos en nuestra propia mediocridad siempre me ha parecido de “losers”. Que al final igual es lo que somos de verdad.

Porque el famoso oasis, ese que no está tan mal si lo comparamos con cualquier comunidad españolaza, igual se está secando, y luce peor que muchas de esas áreas geográficas de la península ibérica a las que tanto nos gusta mirar por encima del hombro.

 

La fea costumbre ¿vasca? de establecer comparaciones con aquellos que, supuestamente, están peor que nosotros para ratificarnos en nuestra propia mediocridad siempre me ha parecido de “losers”. Que al final igual es lo que somos de verdad

 

Yo, como vasco con padres de más de ochenta años a los que aún no se les ha llamado para vacunar, no andaría alardeando de Osakidetza y de consejera de Salud con un cántabro, por ejemplo. En la comunidad de Revilla se han administrado 95 de cada 100 vacunas recibidas. Aquí 68. Los últimos.

Tampoco en Política industrial estamos para echar cohetes. Dos apuntes. La industria naval vasca va en camino de convertirse en un apunte relegado a los libros de historia y de perderse como lágrimas en la lluvia. Y en el sector energético, ya hablemos del viento, del gas o del hidrógeno, asistimos a tristes rencillas que lastran el futuro económico del país sin que el gobierno vasco apunte una política clara y decidida. Aunque pierda votos.

No kids, no party. La educación es un reto del futuro cercano. No hablamos sólo de la calidad de la misma, en la que no destacamos especialmente, sino de la cantidad. En los próximos diez años comenzaremos cerrar no solo aulas, sino colegios enteros. Maestras y maestros, profesoras y profesores que no tendrán a quien enseñar por falta de relevo generacional, mientras que en el lado contrario las pensiones desbordarán al sistema con una cantidad nunca vista, ni en cantidad de perceptores, ni en la cuantía de las mismas.

 

La industria naval vasca va en camino de convertirse en un apunte relegado a los libros de historia y de perderse como lágrimas en la lluvia

 

El turismo vasco, la hostelería o el comercio minorista y local están exhaustos y agotados por las restricciones y con el futuro más turbio que una reunión de la ejecutiva del PP de Murcia.

Asuntos serios todos ellos que se cruzan con un estado de ánimo tocado. Una depresión colectiva que empieza a ser señalada por los especialistas y cuyo tratamiento conviene poner en marcha si de verdad queremos no dejar a nadie atrás.

Como se pude ver, retos tenemos de sobra. Así que esa molesta superioridad, que solemos exhibir más de la cuenta frente a los que no tienen la ¿suerte? de ser vascos, no solo no arregla nada, sino que además distrae. Que es lo que seguramente pretenden quienes la ostentan.

Por no hablar de las vascas y los vascos que no cumplen. Esos restos de kale borroka, de una insumisión poco crítica alentada por los que piensan que somos diferentes y mejores, esos que afianzan su independentismo masturbándose en su noche de bodas y que ahora se vuelven contra las instituciones, con fines de semana locos en los que los ataques a policías pueden terminar muy malamente.

 

En los próximos diez años comenzaremos cerrar no solo aulas, sino colegios enteros. Maestras y maestros, profesoras y profesores que no tendrán a quien enseñar por falta de relevo generacional, mientras que en el lado contrario las pensiones desbordarán al sistema

 

Somos tan poco diferentes que hasta el golden boy bizkaitarra, Unai Rementeria, marca territorio frente al resto de instituciones y de su propio partido, sin que todavía sepamos a ciencia cierta si estamos ante un levantamiento carlista, un ataque de cuernos, o una apuesta seria por disputar el poder a Itxaso Atutxa.

Y todas estas grietas pueden convertirse en catástrofe el próximo 3 de abril. Si los contendientes sobre el campo no lo arreglan con un alarde de deportividad y buen rollo, sea cual sea el resultado, la final de Copa del año pasado que se juega entonces -¡qué raro está siendo todo!- puede ser el principio del fin del irurak bat, y la continuación de esas desavenencias territoriales típicas y tópicas, pero elevadas a la categoría de arma de destrucción masiva y, eso sí, vasca. Pueden ustedes consultar las redes sociales para constatar lo caldeado del ambiente.

Y el oasis, un secarral. Trabajen un poco.