Sociedad

52 años bajo la sombra de ETA en las aulas

La historiadora y periodista, Ana Escauriaza Escudero, publica ETA y la Universidad. Violencia, silencio y resistencia, un relato sobre la violencia ejercida por el grupo terrorista contra la institución educativa durante más de medio siglo

25 diciembre, 2022 05:00

Ana Escauriaza Escudero (Bilbao, 1992) tenía sólo diecinueve años cuando ETA se disolvió. Por aquel entonces, en 2011, los recuerdos que tenía la periodista e historiadora vasca sobre el conflicto y la actividad de la banda terrorista eran escasos. Uno de ellos, el primero, sucedió once años antes, cuando la joven tan solo tenía ocho años. El 22 de febrero del año 2000, el político y abogado español Fernando Buesa y su escolta, el ertzaina alavés Jorge Díez Elorza, eran asesinados por un coche bomba muy cerca de la Universidad del País Vasco, próxima a la casa de Ana. “Recuerdo el estruendo, las ambulancias…Y lo que todo aquello provocó. Pasamos a no chutar bolsas de plástico o no tocar mochilas o paquetes de la calle por miedo a que fueran una bomba. Pensamientos que un niño no debería de tener”, explica. 

No fue este el hecho que le impulsó a investigar y escribir sobre la banda terrorista, tampoco la inconsciencia sobre esta, desconocimiento que la escritora afirma tener cuando era “más joven”. Fue una entrevista con el familiar de una víctima de ETA en cuarto de carrera lo que le cambió la mentalidad e hizo que todo este conflicto pasase de ser “algo que había pasado a algo que nos había pasado. Algo que nos afectaba a todos como ciudadanos”. 

ETA y la Universidad (1959-2011). Violencia, silencio y resistencia, es un trabajo de cuatro años que parte de la tesis que Ana Escauriaza defendió hace meses en la Universidad del País Vasco. Una historia “poco contada”. La de la violencia ejercida por el grupo terrorista ETA contra la institución universitaria a lo largo de más de 50 años. Media década marcada por atentados y asesinatos como el de Tomás y Valiente, Juan de Dios Doval, Manuel Broseta, Ernest Lluch o de Jose María Lidón. “Parece que es algo del pasado, que han pasado siglos desde que acabó el terrorismo y eso fue solo hace diez años. En España, en general, hay muy poco concocimiento del terrorismo y de ETA en concreto. Para estar hablando de más de 850 víctimas mortales, de miles de heridos, de casi 90 secuestros, de familias destrozadas…La ignorancia es intimidante, y yo misma estaba metida en ella”, afirma. 

Manifestación en Portugalete, en 1978./Archivo Municipal de Bilbao

Manifestación en Portugalete, en 1978./Archivo Municipal de Bilbao

Así, tal y como admite, aborda el conflicto de manera objetiva por “el hecho de no haberlo vivido en primera persona” y por “el rigor académico que se encuentra en él”, con la mente abierta y sin prejuicios. Un conflicto que sacudió la sociedad vasca y la española, pues por aquel entonces, con indiferencia de que la universidad fuera pública o privada, católica o aconfesional, “todo el mundo consideraba que la enseñanza era un ámbito casi sagrado, donde un ataque terrorista no tenía cabida”, aunque finalmente y hasta casi los últimos años de la banda terrorista, si la tuvo.

Cuando asesinas a alguien en una universidad, profanas la institución

En busca de una institución educativa "bajo sus órdagos"

Casi desde su nacimiento, en 1959, ETA le ha dado mucha importancia a la universidad, como un sistema de formación y proyección de su ideología, y parte de su proyecto social y político. El frente cultural estuvo marcado desde el inicio de la banda terrorista por conseguir una universidad para los vascos. “En el ideario de ETA hay una filosofía: para crear un estado nuevo hace falta una universidad, que los jóvenes no se vayan fuera de Euskal Herria. Parecía que les salía bien cuando en 1980 nace la Universidad del País Vasco y en 1987 la Universidad Pública de Navarra, pero no les sale como ellos quieren y no consiguen tener una institución educativa bajo sus órdagos”, explica. 

Así se desató la violencia. La imposibilidad de la banda para controlar estas instituciones provocó una oleada de ataques hacia las mismas. En el caso de las públicas, la violencia era “omnipresente y constante”. “Las universidades públicas fueron objetivo directo porque como no fueron dominadas por otras vías, lo intentaron a través de la violencia. Creando una atmósfera de miedo, de terror”, añade Escauriaza. 

Edificio central de la Universidad de Navarra tras un atentado./ Unai Beroiz

Edificio central de la Universidad de Navarra tras un atentado./ Unai Beroiz

En el caso de las privadas, la violencia fue más directa. La Universidad de Navarra sufrió cuatro atentados entre 1980 y 2008, convirtiéndose así en una ”auténtica obsesión para ETA”. Entre las razones de esta obsesión, la historiadora y periodista destaca dos: no había ambiente próximo al entramado de ETA y, por lo tanto, no había presión en el interior, por lo que se tenía que hacer desde el exterior. “La inquina se trataba de que era un centro privado y del Opus Dei, y esto desde ETA lo veían como una institución elitista, reaccionaria españolista y navarrista, sumado a la escasa presencia del euskera y al alto porcentaje de estudiantes de fuera de España y de Navarra”, hacían que para la banda terrorista la UNAV fuese un objetivo directo

La respuesta y reacciones de estas universidades, “poco contundentes” para algunos sectores sociales y para la escritora, se vieron sacudidas por un hecho, ocurrido en 1996, que marcó un antes y un después en este conflicto: el asesinato, en su despacho de la Universidad Autónoma de Madrid, de Francisco Tomás y Valiente. La mañana del 14 de febrero de 1996, el profesor se encontraba en su despacho en la Facultad de Derecho de esta universidad cuando Jon Bienzobas Arretxe, alias Karaka y miembro del comando Madrid de ETA, le disparó tres tiros en la cabeza. Este ataque supuso un punto de inflexión y provocó el nacimiento del 'Movimiento Manos Blancas', simbología de paz que más tarde sería usada como muestra de repulsa y lucha por la liberación de Miguel Ángel Blanco.

Movimiento manos blancas./Fundación Miguel Ángel Blanco

Movimiento manos blancas./Fundación Miguel Ángel Blanco

“La sociedad vasca estaba harta de la situación. Este asesinato, para ETA, fue uno más para la sociedad fue la gota que colmó el vaso. Algo de repente explota en ella. Ya no es que asesinen a un profesor o maten a una persona en el parking, es que entran dentro de la propia universidad y, en su propio despacho asesinan a un profesor. El hijo de Tomás y Valiente siempre dice: Cuando asesinas a alguien en una universidad, profanas la institución. Y por fín la ciudadanía lo vió. Porque un centro educativo es algo personal, un espacio seguro y que debería ser ajeno a estos conflictos”, relata. 

En el libro, Escauriaza destaca la respuesta que la comunidad educativa tuvo hacía este hecho y cómo el concepto de ETA cambió tras los numerosos ataques a un órgano "independiente y ajeno a estos conflictos". Es un libro escrito por y para jóvenes, “para que sean conscientes de lo que pasó”; y también para más mayores, “para que recuerden los hechos, no se olvide y se hable”. Aunque, la historiadora y periodista concluye, “viéndolo con perspectiva es muy fácil hablar. Lo difícil es vivir con miedo”