El grupo Celsa se juega su futuro en los tribunales y, con él, las acerías vascas Nervacero y Celsa Atlantic, la antigua Laminaciones Arregui. En los juzgados de lo mercantil de Barcelona se resolverá, en una sentencia que se conocerá los primeros días de septiembre, si el grupo siderúrgico pasa a ser propiedad de los fondos acreedores o puede seguir en manos de los actuales propietarios, la familia Rubiralta.
La postura de los fondos de inversión inquieta desde hace tiempo a los trabajadores de las dos empresas vascas integradas en Celsa, y también al Gobierno vasco, por lo que puede suponer para la actividad industrial una propiedad con intereses puramente financieros. En esa pugna Kutxabank ha optado por desmarcarse desde el primer momento del resto de acreedores, oponerse a sus ambiciones de controlar la compañía y marcar perfil propio. El banco que encabeza Antón Arriola ha dado un balón de oxígeno a la familia Rubiralta y ha contribuido a la continuidad del actual proyecto industrial y el medio millar de empleos directos que dependen de Celsa en Euskadi.