La relación entre deporte e identidad nacional era y es mucho más compleja de lo que pueda parecer a primera vista. Así lo destaca el historiador de la UPV, Santiago de Pablo, cuando rescata la historia de Amadeo García de Salazar. Ha habido muchos nacionalistas que han vestido la camiseta de la selección española con normalidad, ha habido también entrenadores que se han puesto al frente del equipo con dedicación, como fue recientemente Javier Clemente. Lo que no es tan conocido es que una tradición tan relacionada con España como caer en los cuartos de final de un mundial, en un partido injusto y frente a Italia tiene en su origen al que fuera uno de los fundadores de Alianza Nacionalista Vasca (ANV), el primer partido de izquierdas independentista vasco y cuyas siglas rescató Herri Batasuna en uno de sus intentos de esquivar la ilegalización.
Amadeo García de Salazar era un vitoriano, médico dermatólogo que ejerció la medicina toda su vida y que se convirtió en presidente del Colegio de Médicos de Álava. También participó activamente en política durante la II República fundando ANV en 1930 y formando parte de su comité provincial de Álava. Pero su pasión era el fútbol. Fue un enamoramiento tardío. Los que lo conocieron recuerdan que, al principio, no sabía nada de aquel deporte, pero "parecía que en vez de estudiar medicina, dedicaba horas y horas a analizar a los jugadores desde la grada". Su capacidad se desarrolló de tal modo que se convirtió en un maestro para detectar el talento y descubrir jugadores. Su aportación fue fundamental para la fundación del Alavés y la conformación de las primeras plantillas.
Su prestigio fue creciendo y se convirtió en entrenador de España entre 1934 y 1936. Para el Mundial de Italia del año 1934. García de Salazar confeccionó un equipo de lujo para la cita mundialista capitaneado por el mítico portero del Madrid, Ricardo Zamora. España comenzó la competición dando la sorpresa y eliminó a la todopoderosa Brasil en primera ronda con contundente 3-1 al que contribuyó con un tanto el 'chato de Galdácano', Iraragorri, jugador del Athletic. La 'roja' pasaba a cuartos y allí esperaba la anfitriona, Italia, con la vitola de favorita en un país entonces mal empoderado por el fascismo de Mussolini. El partido, como no podía ser de otro modo, acabó en empate. Un exiguo 1-1 para la época en la que se jugaba con cinco delanteros. Entonces no había penaltis y la liza tenía que ser resuelta en otro nuevo duelo que se concretó para el día siguiente.
La batalla de Florencia
El estadio Giovanni Berta de Florencia amaneció para el desempate con un ánimo hostil. El partido fue un escándalo que ha pasado a los anales deporte. Mussolini quería asegurase la victoria de la 'azurra' y se inventó la figura de los 'oriundi'. Se trataba de jugadores que fueron rescatando por toda sudamérica y que, sino tenían un apellido italiano, se les inventaba. La selección de Amadeo García de Salazar había plantado cara y amenazaba con descabalgar en el desempate a una Italia reforzada con el argentino Orsi, uno de los mejores extremos de la época. Y aquello, en pleno ascenso del 'duce', no podía ser.
La radio se estrenaba y era la primera vez que retransmitía el Mundial. En España, en la Vitoria de Amadeo García de Salazar, los aficionados vibraban de emoción con el timbre de voz del narrador Fuertes Peralba. Una ilusión por deshacer el empate del día anterior que se convirtió en rabia. La contienda fue una brutalidad gracias a la permisividad de los árbitros. El colegiado belga Baert no impidió que los italianos pegaran sin contemplación a los jugadores de España en lo que se llamó 'la batalla de Florencia'. Siete jugadores españoles terminaron lesionados. Ricardo Zamora, el portero, con un ojo morado y dos costillas rotas. Al final, los italianos se hicieron con la victoria por la mínima con un gol de Giusseppe Meaza.
La maldición de los cuartos de final
El regreso de la selección a España fue una recepción propia de héroes. El presidente de la República, Niceto Alcalá Zamora condecoró a todo el equipo, con el seleccionador al frente. Así es como empezó la maldición de 'los cuartos de final'. En un mundial, en un partido injusto y, como no, frente a Italia. En el origen de ese mal de ojo que rompió Luis Aragonés en la Eurocopa de 2008, estaba Amadeo García de Salazar. Solo cuatro años después, en 1938, España ya no estaba en el Mundial. La crueldad fratricida de la Guerra Civil hizo olvidar a los héroes de Florencia y condenó al olvido a un hombre del que el jugador del Alavés, Jacinto Quincoces, decía que era bueno "hasta la exageración". García de Salazar fue seleccionador del País Vasco y de la España del exilio tras la contienda militar. Moría en 1947.
La venganza albiazul
Hoy, el acceso al estadio Mendizorroza de Vitoria, donde juega el Deportivo Alavés, recuerda dando su nombre a la plaza a este médico que hizo gala de huir del sectarismo. El Alavés no olvidó a García de Salazar y, aunque tardó 62 años, vengó a su héroe de la 'batalla de Florencia'. Fue en 2001, en los octavos de la UEFA, cuando el equipo 'babazorro' despachó con un 0-2 al Inter de Milán en el estadio que llevara el nombre de Giusseppe Meaza, aquel delantero italiano que hizo el gol de la injusta derrota de nuestros primeros cuartos de final.