Aixa de la Cruz (Bilbao, 1988) es una escritora en plena ebullición. Porque su prosa es hirviente, con quemazones para el lector casi en cada frase. Quema porque produce reflexión una forma de escribir que atesora una madurez que a priori estaría reñida con la juventud de su autora.
En 'Las herederas' (Alfaguara), esta bilbaína reflexiona sobre el suicidio, las herencias y el papel de la familia, "ese lugar donde nos infligieron la primera herida" o "refugio envenenado", que es como la califica en esta charla con 'Crónica Vasca'.
Su libro empieza hablando de un suicidio, que es algo de lo que la gente no suele hablar. ¿Por qué eligió ese tema?
Creo que el suicido en sí permite abordar diferentes dimensiones de la problemática de la enfermedad mental, dicho esto entre comillas. Por un lado, están las causas, porque cuando alguien se suicida lo primero que nos preguntamos es el por qué, eso me interesa mucho, por qué el suicido fomenta esas preguntas y, sin embargo, cuando la gente tiene síntomas severos de depresión o incapacitantes es más sencillo eludir el por qué. Se han extendido explicaciones muy reduccionistas sobre la enfermedad mental...muy biomédicas.
El regreso a la familia que tiene ese valor de último bastión también está en medio de esta tensión de volver al lugar de la herida o del trauma
¿Qué quiere decir?
Que ha habido como todo un movimiento de la biomédica y la farmacéutica que tendía a privatizar y despojar de causas sociales ese sufrimiento psíquico. El suicido me permite indagar en el duelo, por qué unos sufrimientos psíquicos producen las preguntas del por qué y , por otro lado, también me permite abordar el fantama familiar, tratar por qué sentimos que hay fantasmas que se heredean.
En su novela hay cuatro mujeres. Cuatro personajes llenos de matices y debilidades. Pero que, como usted escribe, "están entre ímbéciles, en familia". ¿Es su libro una crítica al propio concepto de familia tradicional?
Más que crítica es una reflexión crítica sobre la familia que intenta poner sobre la mesa que la familia tiene como esas dos caras. Una es eso que descubrimos con la gran primera crisis económica del siglo: muchas veces nos damos cuenta de que lo último que nos queda es la familia, nuestro último refugio; y eso es algo encomiable de la familia. Pero al mismo tiempo reflexiono sobre lo envenenado que está este refugio, por la vulnerabilidad, porque la familia es el lugar por naturalza donde nos infligieron la primera herida. El regreso a la familia que tiene ese valor de último bastión también está en medio de esta tensión de volver al lugar de la herida o del trauma.
En 'Las herederas' es muy relevante la relación con un lugar, la casa de la abuela, y con los recuerdos que esconde. Lo interesante es cómo para cada una es un sitio distinto, por así decirlo.
Como es una casa en las que las cuatro pasaron los veranos de la infancia, para cada uno es una regreso a la propia infancia y a los roles que en las familias se adquieren. Por ejemplo, Olivia está profundamente marcada por la culpa, se siente culpable por la muerte de su padre y aunque no tiene nada que ver, eso le ha marcado la vida. Y ahora ese rol de culpa se reactiva. A cada quien la casa le reactiva un rol determinado en esa familia.
Para mí el sueño quizás sea ese portal de acceso a estas múltiples capas del inconsciente
También destaca en la novela la importancia de las drogas y de los sueños, así como la relación entre ambas cosas. ¿Por qué eso es tan importante en su libro?
Respecto a la droga, establezco una división muy grande entre dos grandes grupos, las que se utilizan para que rindamos, para que produzcamos más, y ahí incluyo las farmaceúticas, las de abuso, etc... Es el caso de Nora, que es adicta a las anfetaminas para producir más. Y luego el otro gran grupo de drogas que son las que no te permiten producir, porque te sacan del sistema, te llevan al lugar de los sueños...
A la frontera entre ambas cosas...
Para esta novela he experimentado con drogas psicoldélicas, con enteógenos, y la verdad es que te transportan a un lugar muy cercano al de los sueños. Para mí el sueño quizás sea ese portal de acceso a estas múltiples capas del inconsciente -el personal, el colectivo, etcétera-. Quiero decir que hay una serie de universos alternativos y tanto en la novela como en términos políticos nos está faltando un imaginario, solo somos capaces de pensar en términos capitalistas. Por eso creo que la función de esas drogas, al menos en la novela, es salir del marco creado y pensar en una alternativa.