Ildefonso Falcones (Barcelona, 1959) es el principal escritor de novela histórica en España. Ahora publica 'Esclava de la libertad' (Grijalbo), donde vuelve a su senda del éxito pero entremezclada con el presente. Porque cuenta las historias de dos mujeres, Kaweka y Lita, una ambientada en la Cuba colonial del siglo XIX y otra en el Madrid actual, que habla del esclavismo del pasado, sí, pero también de sus consecuencias actuales, entre las que destaca el racismo todavía existente.
Además de por sus obras exitosas, a este abogado de profesión y escritor de vocación se le conoce porque cada año aparece en la lista de morosos de Hacienda. Algo que lleva con resignación. De ambas cosas charla Falcones con 'Crónica Vasca'.
¿Por qué eligió la esclavitud como tema para su novela?
Porque es un escenario interesante, da mucho juego y se puede desarrollar en una novela. El tema de la novela es la trama ficticia, el amor, la pasión, pero incardinado en el escenario de la esclavitud. Lo elegí porque está muy cerca, porque impacta pensar que mi abuela fue coetánea a la esclavitud en España, porque yo he hablado con una persona que vivió la esclavitud. Eso da que pensar. Y si podemos trasladar los efectos de esa esclavitud al siglo XXI, que es lo que considero yo y lo que están considerando los organismos internacionales, mejor.
¿De alguna manera, su libro hace memoria histórica?
No me gustaría entrar en eso por el carácter controvertido de la memoria histórica, que está tremendamente politizada. Mi novela pone de manifiesto lo que fue la esclavitud. España fue el último país en abolir la esclavitud. A lo largo del XIX lo hacen todos los países occidentales.
¿Cómo ha sido el cambio a escribir también en presente? Si no me equivoco, es la primera vez que lo hace...
Efectivamente es la primera vez en mis seis novelas que parte de una de ellas se desarrola en la actualidad. Pero era imprescindible porque mi objetivo era trasladar esa lacra social tan cercana, trasladarla al siglo XXI... Ha sido más sencillo, al ser una época en la que he vivido, encuentro antes la documentación, no tienes que buscar, por ejemplo, cómo se viajaba en Cuba, con ruedas de dos metros para transitar el barro... Lo que se tiene que estudiar para una novela histórica ahora entra dentro de mis conocimientos.
Vivimos una época en la que florecen en la sociedad occidental ideologías y filosofías a las que no le imposta sustentar sus afirmaciones en presupuestos de contenido racista y exenófobo.
¿Los viajes en patera o cayuco de ahora son también una forma de esclavitud?
Yo creo que al pensar en la esclavitud tenemos que pensar en la conciencia de la sociedad que la admite o la rechaza. Creo que una gran mayoría de la sociedad es contraria, no le cabe en la cabeza, la esclavitud como concepto o como situación. Eso es algo que está fuera de toda discusión... Esas pateras lo que son es una verdadera desgracia, porque hay mucha gente que muere persiguiendo la ilusión de una vida mejor. Hay que darle solución a todo eso, que creo que tendría que hacerse sobre todo en origen.
¿Cuánto racismo cree que queda en la sociedad actual?
Desgraciademente cada vez más. Lo ha dicho el secretario general de la ONU. Vivimos una época en la que florecen en la sociedad occidental ideologías y filosofías a las que no le imposta sustentar sus afirmaciones en presupuestos de contenido racista y xenófobo. Hay que tener cuidado porque hay que pelear contra ello. Estamos en un proceso involutivo. Creo que España ha sido un país fantástico en cuanto a acogida de inmigrantes, nos hemos volcado en acoger... pero en toda Europa y en EEUU emergen estas formas involucionistas.
¿Por qué eligió a dos mujeres, Kaweka y Lita, como protagonistas?
La prohibición de la trata en Reino Unido dio lugar a un aumento del precio de los esclavos de África, lo que a su vez significó que los azucareros llegasen a la conclusión de que era más rentable que las esclvas parieran criollos en vez de acudir al mercado. Las esclavas padecieron un plus de crueldad tremendo. Ellas trabajaban igual que los hombres, las 20 horas diarias en algunas épocas, pero tenían ese plus añadido de parir esclavos, con la crueldad que eso conlleva... Creí que mi protagonista merecía ser una mujer, por ese plus.
Es casi imposible hablar de la esclavitud sin hablar de la religión
Los rituales africanos son muy importantes en su novela. ¿Quería mostrarlos, hacerlos comprender, compararlos?
Es casi imposible hablar de la esclavitud sin hablar de la religión. Se pueden hablar de las huidas, pero terminaban generalmente mal. Otra posibilidad que tenían era el aborto, que hacían para no traer al mundo nuevos esclavos. La útima era el suicidio... El gran mecanismo por el que los esclavos buscaban su identidad, la reencontraban, era a través de esos ritos religiosos, que mimetizaron con el cristianismo para pasar desapercibidos... Los blancos se los permitían como juegos sin importancia, pero ellos, con sus cánticos, con sus sesiones de trance, ejercían su religión... Una religión ancestral que llevaba miles de años en África. Me ha gustado tratar este tema, aunque es difícil porque no hay mucha bibliografía, y lo he tratado de hacer con el respeto que merece... Es, en todo caso, una religión muy compleja, con un panteón de dioses casi al estilo griego...
En los últimos años hemos oído mucho sobre su proceso con Hacienda, lo último fue una sentencia absolutoria, ¿cómo sigue ese asunto? Se lo pregunto porque suele aparecer en la lista de mororosos...
Me siguen poniendo ahí aunque la resoluciones juidiciales que tengo son favorables. Seguiremos pleiteando porque creo que tengo toda la razón. Tengo dos resoluciones que me dan la razón. Hacienda es un monstruo cruel, arbitrario y hasta mentiroso. Tenemos la fortuna de tener juzgados que son más sensatos que los señores de Hacienda, que son unos locos. El ciudadano tiene que ser consciente de eso, de que estamos en manos de tiranos con boligrafo y ordenador...
¿Escribirá alguna vez sobre ello? ¿Sobre todo lo que ha tenido que vivir?
Nunca escribiría de cosas tan desagradables.