Desde que debutara como directora en 1999 con Las vírgenes suicidas, nada de lo que haya hecho Sofia Coppola ha pasado inadvertido. Ha tenido sus más y sus menos, claro, porque no se puede hacer siempre Lost in translation y su carrera está más bien plagada de obras como Maria Antonieta o La seducción, buenas películas, llenas de méritos, pero no joyas. En ellas, la cineasta habla siempre de mujeres atrapadas, de mujeres que se sienten perdidas, solas, en medio de un lugar que no aceptan, que no es el suyo. Lo lleva haciendo 25 años, pero ahora no puede resultar más postmoderno.
El biopic sobre la vida de la esposa de Elvis Prestley se centra en lo que va más allá de ese sobrenombre por el que pasó a la historia y se la recuerda. Se centra en la mujer que publicó sus Memorias en 1985 tituladas Elvis and Me, en las que relató, sin fisuras, el dolor de un matrimonio en el que todo estaba lleno de él, de la estrella, mientras ella permanecía a un ladito sin meter mucho ruido, sin molestar demasiado. A ratos, aterrador; a ratos, episódico; otras veces, memorable y casi nunca aburrido, el filme constituye todo un relato con mirada feminista sobre los vértices del amor cuando es dañino, cuando se convierte en otra cosa. Es interesante.
Al margen de la mera narrativa, que ha sido un poco cuestionada por los más conocedores de la vida del artista, Priscilla destaca por su belleza plástica, por un diseño de producción, una paleta de colores, un ambiente, como sepia, que te mete de lleno en un mundo de álbum de recortes, kitsch a más no poder. Sin embargo, todo está medido y perfectamente colocado en Priscilla. Hasta lo imperfecto se nota demasiado perfecto, demasiado de manual de cine. Como sin alma. Como si Sofía Coppola hubiera perdido esa espontaneidad de sus primeras obras cuando no tenía que demostrar nada, cuando perseguía una idea suya, y de nadie más. Sofia Coppola empezó a perder cuando se la empezó a mirar con lupa. Con todo, es una película importante, dura y hermosa al mismo tiempo. Una película para los amantes del rey del rock, porque sus verdaderos amantes son sabedores ya de sus miserias.
En el otro margen de la música se encuentra el segundo biopic de la semana que, quizá por demasiado esperado, es un poco más decepcionante. Bob Marley: One Love pretende contar la vida del músico jamaicano que supo transmitir a través del reggae toda un ideal -o ideario- de vida, de paz, de trascendencia, de amor por el hombre y la naturaleza, de hermandad y de un montón de sentimientos positivos y emocionantes que, si bien están presentes en su música, no así en el filme. La película de Reinaldo Marcus Green (El método Williams), tiene todo para ser una buena película pero, sin embargo, se queda en la superficie de un hombre que no fue nada superficial. Le falta a Bob Marley: One Love la pulsión subyacente de un hombre que personifica todo un género musical, único, además. Y es una lástima que la vida, la personalidad y la pasión de Marley se quede en algo meramente anecdótico. Nivel Tik Tok.
Con todo, no lo duden, la banda sonora de ambos filmes conseguirá levantarles de la silla y elevar su espíritu a algunos de los mejores momentos musicales que nos ha dado el siglo XX. Eso es lo mejor de este fin de semana.