El 16 de mayo de 1999 la Fuerza sufrió una conmoción. Habían pasado dieciséis años desde el estreno de El retorno del Jedi, la última película de la trilogía de La Guerra de las Galaxias con la que tantos niños hijos del baby boom, crecidos a los pechos del divertidísimo cine de los años 80, se había criado. Veinte y treintañeros entonces, con una emoción indescriptible por ver resurgir a los personajes de su infancia, los cines de medio mundo se llenaron de colas interminables y personas entradas en años disfrazadas de Han Solo, Luke Skywalker, la Princesa Leia y Darth Vader.
Y ese nombre, el de uno de los mejores villanos de la historia del cine, resonaba en aquellas largas colas de espera. Ese nombre, el de Darth Vader, fue el motivo de aquella conmoción. Y es que La amenaza fantasma iba a contar su historia, al fin, la de ese lord Sith redimido al final por su hijo Luke que nadie supo nunca cómo ni por qué sucumbió al lado oscuro. Star Wars había vuelto y lo había hecho de su mano, lo había hecho mirando atrás, lo había hecho contándonos la infancia de Anakin Skywlaker.
Con un presupuesto de 115 millones de dólares, la película recaudó casi 1.000 arrebatándole el éxito a Matrix, El sexto sentido y Toy Story 2. En LucasFilm también hubo conmoción. George Lucas había esperado casi diez años para contar la historia del elegido que iba a otorgar equilibrio a la Fuerza hasta esperar que la tecnología evolucionara lo bastante como para hacer todas las virguerías técnicas con las que a muchos (sí, muchos estuvimos ahí) nos robó el corazón.
Anakin era un niño de 9 años, un esclavo sin padre cuya madre sabía que tenía algo especial. Cuando una nave de jedis en misión diplomática recala en su miserable planeta, un desértico y depresivo Tatooine, su vida cambia para siempre. Y es que un maestro jedi llamado Qui-Gon Jinn y su joven aprendiz, Obi-Wan Kenobi, comprenderán que hay en él todo lo necesario para convertirse en un miembro de su orden, una suerte de caballeros galácticos destinados a llevar el orden y el equilibrio a la galaxia.
A partir de ahí, se forjó una leyenda. Una más de las que se ciernen a torno a esta historia shakespiriana sobre la vida, gloria, caída en desgracia, advenimiento hacia el mal y posterior redención de uno de los personajes más singulares y enormes de la cultura pop del siglo XX. Anakin Skywalker, un niño lleno de miedo -el peor de los caminos hacia el lado oscuro-, pero también de valor y de talento, se irá convirtiendo en hombre a medida que la saga avanza. Una saga que empieza aquí, en La amenaza fantasma, una película que tiene el sanbenito de ser no mala, pero si la menos buena de las nueve películas de la saga no por un problema del filme, que es emocionante y fascinante, que ofrece la dosis justa de novedad y de guiños a los fans, sino porque, precisamente, para atraer a nuevas generaciones creó un personaje irritante y abyecto como es el baboso Jar Jar Binks, cuyas dosis de humor son en todo punto incomprensibles.
Pero ni todas las escenas bobaliconas de este ser son capaces de quitar un ápice de grandeza y sentido del espectáculo a esos dos personajes, personajazos más bien, que incluso hoy siguen siendo dos de las piezas fundamentales de todo el universo de Star Wars: el maestro Qui-Gon Jinn y el aprendiz de Sith, Darth Maul. Juntos comparten algunos de los mejores enfrentamientos a sable láser de las nueve películas rematados por el triello que termina de conformar Obi-Wan Kenobi y que nos permitieron ver toda la grandeza y el potencial que tenían los enfrentamientos con espada láser.
Veinticinco años después, Disney se ha permitido el lujo de rendir homenaje a aquellos que vimos la película de estreno devolviéndonos el placer de verla en pantalla grande. Veremos con ansia si ha corregido algunos errores, como el tosco CGI con que se diseñó a Yoda, y volveremos a vibrar ante la presencia de C3PO y R2-D2. Nos deleitaremos con un jovencísimo Ewan McGregor que sigue siendo Obi-Wan en un perfecto equilibrio entre el septuagenario Alec Guiness de la saga primigenia y su serie de Disney Plus de la que no hay todavía segunda temporada confirmada. Seguiremos soñando con que Darth Maul tenga su propia serie. Vibraremos ante una de las piezas musicales de la excelente banda sonora de John Williams más emocionantes y fastuosas de toda la saga. Volveremos a vivir, en fin, toda la emoción de una película espléndida que no, no ha envejecido tanto como nosotros.