Frenesí (1972)
La vuelta de Hitchcock a Londres después de 33 años en Hollywood es de la mano de una de sus historias más oscuras, obscenas y perturbadoras sobre un asesino y violador que tiene aterrado a todo Londres. Cuenta con algunas de sus escenas más aterradoras, unas por explícitas y otras por sugeridas, lo que confiere al filme un halo maniaco único. Es, seguramente, su última obra maestra, todo un compendio de su genialidad, su arte, su sabiduría y su conocimiento del público. Una película macabra y violenta llana de desesperación y de ironía. Indispensable.
El enemigo de las rubias (1927)
Íntimamente ligado con la anterior, El enemigo de las rubias es su mejor película de la década de los 20 en la que un asesino en serie está matando a jóvenes rubias de Londres. Las relaciones humanas, las dudas, los pensamientos oscuros y un inteligente juego con la cámara ya están presentes en un director que aún no tenía 30 años y daba muestras de su potencial en esta indispensable e inquietante película. Porque todo el Hitchcock genial, el de una obra maestra tras otra, el que todos adoramos, el de siempre, está aquí. Pero mudo.
Alarma en el expreso (1938)
Experimento cinematográfico de primer nivel teniendo en cuenta que todo sucede en un tren y que estamos en 1938. Y si las películas de trenes son buenas, ésta es, con mucho, la mejor. Una anciana institutriz desaparece en un tren, pero sólo parece haberla visto una nerviosa joven a la que nadie creerá. A partir de aquí, Hitchcock construye un relato que va in crescendo e intensidad y dramatismo donde aparecen monjas con tacones altos y dos hombres compartiendo cama. Es un milagro que pasara la censura. Bueno… es un milagro, sin más. Una película poderosa.
Pánico en la escena (1950)
Una de las películas más tramposas de Hitchcock, en el buen sentido, es también una de las más desconocidas que realizó entre sus dos décadas más poderosas. Una Marlene Dietrich protagoniza junto a Jane Wyman y Michael Wilding una película sobre el crimen y el adulterio, tema sobre el que el cineasta volvería una y otra vez. Se trata de una de sus películas más irregulares y que tiene más dividida a sus hordas de seguidores y estudiosos, pero, con todo, cuenta con algunas escenas absolutamente memorables, como las del teatro, y unos diálogos punzantes, como todos en los que interviene Alastair Sim.
Matrimonio original (1941)
Totalmente alejado de su espacio natural, y después de Rebeca y Enviado especial, Hitchcock se marca un screwball comedy en la que un matrimonio descubre que, por un error burocrático, no están legalmente casados ocasión que aprovechan para replantearse su futuro. Carol Lombard está sencillamente divina en un papel que le iba como anillo al dedo, por no hablar de un Robert Montgomery excesivo y genial. Un experimento simpático y divertido que en nada recuerda al Hitchcock de siempre y que tiene más reminiscencias con el que estaba por llegar en Alfred Hitchcock presenta su exitoso programa de televisión donde la comedia siempre estuvo presente.
Pero... ¿quién mató a Harry? (1955)
Una de las películas más locas de Hitchcock y bastante única en su carrera cinematográfica (no así en televisión), ya que se trata de una comedia negra sobre un cadáver que cambia de sitio y que pertenece a un hombre al que todos odiaban y por cuya muerte nadie llora. La belleza del paraje de Vermont en que sucede la historia, la simpática banda sonora de Bernard Herrmann, la cara de bondad de Edmund Gwenn y la de inocencia de Shirley MacLaine contrastan con el maquiavélico asunto que hay detrás. Una película ligera, pero maravillosamente bien rodada.
La trama (1976)
Su última película es la más desenfadada de su carrera y en ella se dan cita secretos, mentiras y persecuciones con la música de John Williams y un permanente tono de comedia. No es lo mejor de un Alfred Hitchcock que daba muestras de cierto agotamiento, pero es una despedida dignísima donde un Bruce Dern ingenioso y una Barbara Harris desmelenada dan rienda suelta a su calidad interpretativa. Además, cuenta con el primer y único momento en que un personaje hitchcockiano rompe la cuarta pared y nos mira directamente a los espectadores. A ver si lo encuentran y entienden "el guiño".