Las películas (o series) con multinarrador son verdaderamente fascinantes. Desde Ciudadano Kane de Orson Wells a Plan oculto de Spike Lee, la conjunción de guion, dirección y, por supuesto, montaje, es fundamental para la reconstrucción del hecho narrado.
La última serie protagonizada por Nicole Kidman, estrenada el 5 de septiembre en Netflix, se parece en este sentido, a aquella otra serie protagonizada por la actriz que fue modélica en el uso del multinarrador: Big Little Lies.
Y es inevitable buscar entre ambas producciones muchas similitudes. En esta ocasión, nos encontramos ante un matrimonio adinerado y aparentemente feliz en los días previos a la boda de uno de sus hijos.
Un crimen romperá la armonía del conjunto y mediante la narración de diferentes miembros de esta pequeña comunidad, iremos conociendo lo que esconde esta aparentemente idílica estampa.
La miniserie de seis episodios viene de la mano de la directora danesa Susanne Bier, una de las realizadoras europeas más estimulantes de las últimas décadas, responsable de algunas joyas como En un mundo mejor o Una segunda oportunidad.
En esta ocasión vuelve a posar su mirada sobre la complejidad de las relaciones humanas de manera sólida y contundente, mostrándonos de manera afilada, cuán dolorosos pueden ser los secretos dentro de una familia.
Y lo hace dentro de ambientes idílicos y luminosos, alejada de los paisajes grises y nublados de sus cintas danesas, lo que otorga al drama interno del filme, a la cocción lenta de la trama, un aire aún más siniestro.
Así pues, sobre los mimbres de un misterio que van desvelando varios personajes y una directora que hace virguerías para mostrarnos los lugares más recónditos del corazón humano, se construye una historia estimulante, no muy original, en ocasiones macabramente divertida y, en otras, extrañamente sexy sobre un tema tan viejo como el mismísimo cine, aquel de que los ricos también lloran.
Para ello, la presencia de la todopoderosa Nicole Kidman es vehicular, pues a su alrededor pivota una historia que va creciendo en complejidad y recovecos tejiendo un galimatías fabuloso. A su lado, la otra mitad de esa pareja, un espléndido Liev Schreiber, perfecto secundario en las más diversas películas de los últimos veinte años.
Rápida y fácil. Muy de Netflix, vaya. Y autoconsciente de lo que es, sin vocación de obra maestra, reconocemos el mérito de una serie que está bien y que vale la pena ver. Sin más
Magníficamente realizada y de duración ideal (seis episodios de 45 minutos), la serie tiene un único pero, propio de muchas historias del género -verdadero talón de Aquiles del thriller-, y es el de un final atropellado, mal resuelto y con cierta inconsistencia.
Y es una lástima, porque en demasiadas ocasiones hemos visto ya lo mal que se resuelven historias oscuras e inquietantes que estaban siendo magníficamente narradas.
Muchos han llamado ya a la serie de Netflix “la potbolier de la temporada”. Es decir, la creación de escaso valor creativo, destinada a ganar dinero y pagar facturas, con vocación de éxito inmediato, pero sin intención de querer cambiar la historia de la ficción para siempre. Rápida y fácil. Muy de Netflix, vaya. Y autoconsciente de lo que es, sin vocación de obra maestra, reconocemos el mérito de una serie que está bien y que vale la pena ver. Sin más.