Cada cierto tiempo se estrenan dramas eróticos (o thrillers, a veces) que conmocionan a la audiencia. Y no por cierto puritanismo o porque el público de hoy en día no esté preparado para cierto tipo de temáticas incómodas, no; suele ser por las implicaciones psicológicas que esas tramas sexuales y a veces extremas tienen en los personajes porque nos incomodan o nos duelen o nos dejan pensando unos días. 'Eyes wide shut', 'La vida de Adele', 'Nymphomaniac', 'Instinto básico', 'Love', 'Soñadores' o 'Shame' son sólo algunas de ellas.
'Babygirl' se suma a ese grupo de películas provocadoras en las que las escenas sexuales son, no sólo vehiculares en el argumento, sino necesarias para entender a los personajes: sus inquietudes, sus miedos, sus frustraciones y sus más profundos deseos.
Los que protagonizan esta historia son una mujer poderosa, alta ejecutiva de su empresa, y un becario que desata en ella toda clase de pasiones. Pero no pasiones marca blanca como las de '50 sombras de Grey' (absolutamente adrede exenta de la lista anterior), sino pasiones oscuras, desenfrenadas y liberadoras que llevan a Romy a conocer un espectro de sí misma que no conocía y que la domina y atrapa por igual. Y se hace yonki de aquello que sabe que la puede destruir. Que la va a destruir.
Aplaudida en el pasado Festival de Venecia tanto por su propuesta argumental, como por las miles de lecturas post Me too que se hicieron sobre ella, lo cierto es que 'Babygirl' es una película profundamente valiente que es capaz de hablar del deseo desde un punto de vista transgresor, provocador y distinto llevando a su protagonista al límite mismo de sus mil registros como actriz.
El papel de Kidman
Nicole Kidman, espectacular, única en el tránsito por el que lleva a su personaje, desde la solidez del día a día a la inseguridad de sus propios infiernos, demuestra, una vez más, ser una de las mejores y más estimulantes intérpretes de los últimos años.
Frente a ella un joven y talentoso actor, Harris Dickinson, que es capaz de enfrentarse a una gigante como Kidman con verdadera soltura. Las escenas que comparten, desde las primeras conversaciones a cada uno de sus encuentros sexuales, son de alto voltaje.
En este sentido, la directora, Halina Rejin, se merece una mención aparte, pues su dominio a la hora de planificar cada escena y de montarlas, en un equilibrio perfecto entre la música, los cortes, las interpretaciones y el tipo de plano, son modélicas.
Es precisamente su labor la que permite al espectador adentrarse en este mundo lascivo, venéreo, psicológico, sombrío y sensual de la mano de sus personajes. La implicación de todos ellos en la historia, de nosotros mismos, es total.
La trama no es novedosa. Hemos visto muchas veces estos juegos sexuales de dependencia entre dos personas que no deberían estar juntas por las más diversas razones. La vuelta de tuerca tampoco nos sorprende, es decir, que sea ella, la jefa, la que aborda a su becario y la que, además, desea ser dominada en la cama. El fondo no nos sorprende, es más, se ve venir desde el minuto uno.
Pero en todo caso, nos da igual. Porque lo que construyen directora y personajes es una forma nueva, un mundo inestable y claustrofóbico, un lugar en que el mero placer se une a otras cosas, al peligro, al miedo, a lo prohibido, a lo adictivo. 'Babygirl' es una película jodida. En todos los sentidos. Y muy buena.