Porto arte. Hasta porto

Cansada de leer explicaciones que no justifican la maldición que pesa sobre las parejas que visitan Porto, arriesgo y regreso una vez más a la ciudad lusa sin miedo a que esto finiquite la relación. Nadie en su sano juicio prestaría atención a los comentarios que ahogan las redes sociales, ni nadie mínimamente cabal necesita que un psicólogo lo rebata. La realidad es que la suave luz del atardecer sobre las aguas del Douro sella más relaciones de las que, hastiadas, deciden no prolongar la agonía de un desamor. Porto, que no escatima en belleza, tiene algo que enamora, con o sin pareja.

La serena ciudad de Porto, sabe ser inquieta. Como si un beso la hubiera despertado del sueño al que se le creía condenada. Porto se aferra a la decisión de crecer, transformarse y evolucionar sin dar la espalda al pasado. Te dirán que llegan veinticuatro horas para descubrirla aunque yo, lo dudo. Llegan esas horas para perfilar recorridos básicos —percorridos dicen los portugueses— que necesariamente dejarán cosas en el tintero algo que, a priori, no es mala estrategia.

A la ciudad, sí, le gusta el vino y las francesihnas, pero no solo. Porto adora la cultura en todas las modalidades posibles. El fado Tradicional, con mayúsculas Tradicional, es una de esas vertientes culturales. Durante años vinculado, como el Benfica y Fátima, a un doloroso pasado, tras ser considerado en 2011 Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad por la Unesco, es ahora un valor en alza. El mundo entero ha visto a Carminho, una de las mejores fadistas del momento, cantando fado Tradicional , escrito por ella misma, en la película "Poor things" que el pasado año mereció un Oscar.

No decir nada, sentirlo todo. Los fadistas no deben de ser interrumpidos con aplausos durante la interpretación. María Dies, General Manager de Ideal Club de Fado Tradicional, única sala en Porto donde se hace este fado de estilo original, dice que no es necesario entender la letra para contagiarse de la emoción que transmite que, a su vez revierte en el fadista. "A pescadilla de rabo na boca".

En el Teatro Municipal, Rívoli, se suceden las representaciones; en el Sa da Bandeira nada, ni su larga historia que se inició en 1846, es capaz de frenar los aplausos de los asistentes al autodenominado "mejor teatro del mundo"; con mas años, el Teatro Nacional fue destruido por un incendio y sustituido poco después decantándose por el teatro clásico; los escaparates de las librerías se abren hueco entre tanto souvenir; a las puertas de Lello, una institución aupada a los cielos del éxito por haber inspirado a alguna escritora de éxito, las colas son tan largas como la cadena perpetua; los espacios culturales se abren paso a codazos, si es necesario; la Casa de la Música, que ha cumplido un cuarto de siglo, se ha convertido en una de las visitas de referencia pese a que, como en el caso del Guggenheim, el edificio levantado en las antiguas cocheras del tranvía, generó recelos de la población; galerías de arte, tiendas de diseño, todo cabe en la pequeña Porto.

El Palacio de las Artes, Patrimonio urbanístico de la Humanidad y centro de creatividad construido sobre un antiguo monasterio del siglo XIII, alberga exposiciones de diferentes técnicas artísticas.

El arte salta de las calles a los espacios privados y viceversa. Entre uno y otro, áreas comunes como la extraordinaria estación de Sao Bento, con más de un siglo de historia que entra en el selecto grupo de las más bonitas del mundo.

El espacio estuvo ocupado en el siglo XVI por un convento de monjas benedictinas que, a finales del XIX, fue demolido. Será por el sonido de los trenes o el bullicio de los pasajeros, por las exclamaciones de admiración de los visitantes o, sencillamente, porque es otra de esas leyendas, pero en ninguna de mis visitas he escuchado el supuesto rezo del fantasma de la última de las religiosas.

Desde Sao Bento parte una calle que culmina en Rúa das Flores, donde un enorme gato, tan azul como al que Roberto Carlos dedicaba una canción en los años setenta, clava su mirada en los ojos del paseante que se asoma a la calle más corta de la ciudad. Quizá el mural más visitado en algún momento haya sido Nobre e Leal, un trabajo hiperrealista de Mr Dheo en Rua do Alferes Malheiro 21, cerca de la estación de metro de Trinidade al que hoy las ramas de los árboles casi ocultan. Un centenar de números mas arriba, Hazul, que tiene varios grafitis en Porto, pintó una de sus vírgenes tan reconocibles.

Una de las artistas portuguesas más reconocidas internacionalmente es Joana Vasconcelos, autora del mural colorista realizado sobre ocho mil azulejos pintados a mano.

Bordalo II es otro de los artistas portugueses que han dejado huella fuera y dentro de su país. Su conejo hecho a base de tuberías, llantas, cubos de plástico y otros residuos, sufre lo suyo mientras sigue acomodado en la esquina de un edificio de Vila Nova de Gaia, al otro lado del Puente Don Luis I.

Tampoco resulta complicado localizar a Don Quijote y su escudero Sancho Panza en la fachada de una de los edificios de Rúa de Diogo Brando 1, precisamente el primer grafiti legal de Porto, trabajo de varios artistas.

En ocasiones, el arte ,sin llegar a estar "recluido" en galerías o museos, permanece “custodiado” en lugares seguros, como ocurre en uno de los accesos al Hotel Tivoli Kopke, donde se exhiben obras de grandes artistas como, por ejemplo, Mascaró y Palazuelo. Un espacio público regenerado que enlaza el camino romántico, que puede visitarse entre las ocho de la mañana y las diez de la noche.

El arte de comer bien

Mil seiscientos treinta y ocho no es, como dicen los modernos, un número "randon". Nacho Manzano, el chef asturiano que acumula tres estrellas Michelin —la última el pasado año—, ha escogido la fecha en la que abrió la primera bodega de Porto para dar nombre a su restaurante de Porto.

Los ríos Sella y Douro, en el norte de ambos países, han servido de inspiración para preparar dos menús de nueve y once pasos que se acompañan con un maridaje, en el que no hay límite de copas, siempre con vinos de esta bodega. Cuatro vinos si se trata del menú de nueve pasos o el doble mas un cóctel, si el escogido es el menú mas largo.

Se incluyen blancos poco habituales —fabuloso el blanco de la finca Boa Vista—, rosados —Finca San Luis 2023 con más cuerpo que los usuales—, tintos —el Burmester gran reserva del 2019, complejo pero suave— y un tawny —increible colheita 2010, meloso y equilibrado—. Recomendación no pedida, pero justificada: iniciar la cena con un Port tonic, un cóctel muy consumido hecho a base de un vino blanco de Porto al que se añade tónica, hielo, rodajas de limón o naranja.

Cuestión de tiempo, poco, seguro, para que la cocina de 1638 ,que Manzano ha confiado al chef Tony Salgado, sea reconocida con algún galardón. Sabores de la tierra que resultan familiares e interpretaciones que constituyen un guiño al norte: aproximación a las salsas bilbaína y verde para acompañar la mejor lubina portuguesa, crujiente de semillas con champiñones laminados, ternera gallega, y un exquisito arroz con leche con costra de lima, especialmente tradicional en Asturias.

El Euskalduna de Oporto

No fue nunca un astillero. Ni tampoco es un palacio. Al frente, un Vasco que no nació en Euskadi, nada extraño si no fuera porque el ideólogo del restaurante Euskalduna Studio, abierto en 2016, es Vasco Coelho Santos con su equipo diez personas, todos cocineros o sumilleres.

Ellos son los que se encargan de preparar y llevar a la mesa un menú de diez platos, en el que introducen sorpresas, que no aparecen detalladas. Sin formalidades, sentados ante la cocina que forma parte del comedor en el que caben 20 personas, los platos comienzan a desfilar por las mesas a partir de las siete y media de la tarde.

No es un restaurante japonés, pero se acercan a su cocina con la única norma de que el producto sea portugués. Atún y abadejo de Azores, nécoras, ternera de una pequeña granja cercana que solo sacrifica un animal a la semana, fresas de un productor que solo produce dos kilos a la semana, ostra angulata —endémica de Portugal— o feijoes conviven en sus elaboraciones con vino de madeira, gazpacho de melón, kimchi o, en el caso del sorbete de mango, con chili.

Combinaciones y elaboraciones como la magistral versión del postre algarviense Dom Rodrigo, que han sido reconocidas con dos soles Repsol ese mismo año y con una estrella Michelin.

Dormir

Tivoli Kopke es una rara avis en el denso mundo de los hoteles en Porto. Para empezar, lo es porque es el único hotel que tiene en su interior una bodega —la mas antigua del mundo en la elaboración del vino de Porto— pero, por si esa peculiaridad no fuera suficiente, también porque en el interior se extiende la colección de arte que mencionábamos más arriba. Ser historia dentro de la historia de la ciudad, un hito que ha logrado apenas unos meses después de su apertura.

A lo largo de los pasillos y corredores que aúnan los seis edificios levantados en distintos estratos, las instantáneas de Domingos Alvão —fotógrafo especializado en viñedos— muestran detalles que van desde la producción al almacenamiento del vino. Porque es vino el nexo de todas las áreas del hotel, que ha tomado como inspiración las barricas para los elementos en madera, como puertas o escaleras.

En recodos, salas, jardines, espacios comunes e, incluso, en la bodega se exponen piezas de Botero, Mascaró, Valdés, Vilhs, Vasconcelos, Elías Crispín —único venezolano en el Louvre— Picasso o de Eduardo Úrculu, pintor y escultor santurtziarra considerado uno de los mejores artistas pop de España.

La bodega, donde se sigue trabajando, puede ser visitada por los huéspedes a los que sorprenderán dos enormes serigrafías de Miró y una voluminosa cabeza de caracol de Valdes.

Aunque reformada, es la original y capaz de producir dos millones y medio de litros de vino al año que pueden degustarse en las catas, servir de acompañamiento en los distintos restaurantes o tomarse en alguno de los bares .

La propiedad dispone 150 habitaciones y 20.000 metros cuadrados que incluyen piscinas, jardines, gimnasio, spa, masajes y, sobre todo, espacio para el sosiego en la orilla sur del rÍo Duero.

Chic & Basic Gravity, cadena de hoteles españoles, es otro de nuestros recomendados. Un hotel abierto en julio del veintiuno, de setenta habitaciones repartidas en dos edificios contiguos, con garaje —lo que supone un lujo estando en el centro— y a escasa a su distancia de las visitas más comunes. Divertido, desenfadado, cómodo, animado y hasta algo irreverente en la decoración, que tiene como temática la gravedad.

La idea surge de la piscina vertical creada con anterioridad por el diseñador artístico Luis Vidal, quien tras un "brainstorming" propone decorar todas las habitaciones y estancias con un par de zapatillas de la marca portuguesa Sanjo de la que uno de los edificios era el centro de distribución a todo el país. El mundo "patas arriba": sillas en las paredes, tiestos en los techos, zapatillas, fórmulas matemáticas y saludos donde se tercie.

Otro de los pluses es su oferta de merienda, incluida para todos los clientes y que no es sino la versión corta del opulento desayuno que se sirve cada mañana. Imposible sentirse incómodo entre un personal jovial y profesional.

Su restaurante, Valentina’s, es un italiano "brutal", el mejor de Porto, en el que hay que probar los antipasti, seguir con una pizzas para compartir, algo de pasta si se desea ,o decantarse por algunas de las carnes o pescados que proponen antes de la llegada de los postres. Será un dilema la decisión, aunque siempre acertada.

Jorge Oliveira, el general manager, anticipa la próxima apertura de dos nuevos establecimientos con conceptos radicalmente diferentes. El primero —que se espera abrir a finales de año— bajo la temática Tokio Hoose y el segundo —para el próximo año— tendrá como leivmotiv, el cemento. De ello hablan y debaten mientras escribimos estas líneas Jorge, Luis, Diogo Mariares —director de operaciones para Portugal— y Hugo Bertrand , propietario de la hotelera. Contamos los meses para volver a dejarnos sorprender.