La vacuna, el control sobre el ritmo de contagios, incluso la cercanía de la Navidad parece que está empezando a insuflar optimismo en la economía. No son pocos los expertos en la materia que han insistido en la importancia de eso, del estado de ánimo, para que la cosa del dinero responda. Y es que pocas cosas hay más sensibles al miedo o a la alegría que el vil metal.
Más allá de frivolidades y de las duras consecuencias que para algunos sectores, como la hostelería, está dejando esta “segunda ola de la pandemia”, empiezan a apuntarse datos macroeconómicos que invitan a aventurar una perspectiva para el 2021 menos negra de lo que se podía ver hace algunas semanas. Eso sí, los efectos de una caída del PIB en este año de más del 10% no tienen precedentes y el sufrimiento del empleo está dejando datos preocupantes desde una necesaria perspectiva social. Pero junto a esto, hay otros datos que señalan una luz al final del túnel.
Así lo ven también los responsables de las principales industrias europeas cuyas opiniones han sido recogidas en una encuesta bianual de la European Round Table for Industry (Mesa redonda europea para la Industria). Unas valoraciones que se trasladaron antes, incluso, que las noticias sobre los avances en la vacuna de Pfizer, Moderna o AstraZeneca.
Según recoge Financial Times, estos empresarios coinciden en que la Unión avanza camino de la recuperación con “un fuerte repunte de la confianza en las perspectivas de sus negocios y de la economía en próximos seis meses”. Si bien es necesario no perder la perspectiva de que se trata de “una recuperación frágil” y que es necesario reforzar la demanda como herramienta para responder a la paralización que crean las restricciones por el avance del virus. En este punto, señalan, “son las empresas pequeñas las que más pueden sufrir por su dependencia de las cadenas de suministro y por la tensión que genera la falta de liquidez”.
En cuanto a los números, si en mayo el índice de confianza en la economía era de 34 sobre 100, en octubre ese rango había subido hasta los 61 puntos. Mientras que, respecto a inversiones futuras, en mayo la voluntad para acometerlas estaba en un rango de 35, ahora había ascendido hasta los 54 puntos.
Síntomas en las compras de las empresas vascas
Más allá de las opiniones de los gigantes europeos, en nuestro entorno se detectan síntomas que, dentro de todas las precauciones necesarias, apuntan una recuperación. Según el Eustat, en Euskadi, los precios industriales que son consecuencia de la evolución de la demanda de las empresas sobre los productos que necesitan para producir, han presentado en este último mes de octubre una evolución positiva respecto al año pasado. Suben los bienes de consumo un 3% o un 3,3% los materiales de transporte, si bien la metalurgia sigue todavía perdiendo un 1,1% y la energía no recupera, con una caída del 20% en la electricidad y de un 25% en el petróleo. Pero a pesar de esos graves descensos, la diferencia con el mes de octubre del 2019 se queda en un 6% negativo.
En cuanto a las exportaciones, el último dato de la serie, el de septiembre, presentó un crecimiento del 13,6% en la maquinaria de uso general y un 9,6% en la exportación de vehículos a motor. Una tendencia que, hace a penas tres días, corroboraba el cluster de la automoción vasca, al anunciar que habían recuperado el 90% de su actividad y que aventuraban una recuperación para 2021. Si bien hay que recordar que Mercedes no se integra en esta agrupación.
Son tendencias que también recoge la patronal vasca. Así, Confebask, en su último termómetro empresarial, aunque fuera todavía septiembre, recogía una subida en el índice de confianza económica de las empresas que iba del 63,8 en abril, al 86,9. Sea Empresas Alavesas destaca en su observatorio de este mes que la automoción “ha recuperado en el tercer trimestre buena parte de su actividad”.
En el debe, el comercio, la hostelería y el consumo se están llevando la peor parte de la factura por los efectos del confinamiento y por la pequeña dimensión de la mayoría de las empresas del sector, que se quedan sin capacidad financiera para soportar la desaparición de los ingresos. En cuanto al sector industrial, el acero y la aeronáutica son uno de los focos más afectados. Por un lado por la desaparición del tráfico aéreo, así como la fabricación de aeronaves. Y, en el caso de los tubos, por el parón del sector energético: petróleo y gas, uno de los principales mercados del acero.
No podemos olvidar que el remolque de los daños es grave. Las haciendas públicas han visto cómo la recaudación caía en más de 1.000 millones sobre lo previsto. Y, lo más importante, el empleo que se ha resentido de forma importante, a pesar de que los Ertes han podido ser refugio para muchas personas.