El trazado que ha dibujado la gráfica de bitcóin en el último mes bien podría asemejarse al recorrido de una montaña rusa: llegaba a su 'ATH' (máximo histórico) a mediados de diciembre, doblaba posteriormente esa cifra recién comenzado el año rebasando los 40.000 dólares y ahora, pocos días después, cae hasta la zona de los 30.000 y recupera posteriormente otros 5.000 dólares en cuestión de horas. Una corrección normal si se tiene en cuenta que apenas ha cedido terreno desde que comenzó su escalada.
La barrera de los 20.000, clavada hasta hace poco en la retina de todos aquellos que lo vieron acercarse a esa cifra a finales de 2017, parece haber quedado ya atrás, aunque eso es algo siempre incierto, y más cuando hablamos del rey de las criptomonedas.
Su naturaleza es explosiva, cuando sube y cuando baja, como cualquier activo con poco histórico a sus espaldas, hasta que encuentra cierto nivel de madurez. Pero tras un largo periodo de corrección de toda la tendencia alcista anterior, ahora se encuentra subido en otra y, como suele acostumbrar, es probable que deje boquiabierto a más de uno en algunas de sus expansiones parabólicas, y también en sus retrocesos.
Su último ciclo
No está de más señalar que los famosos casi 20.000 dólares que alcanzó en diciembre de 2017 fueron la culminación de una tendencia cuyo punto más bajo previo estuvo situado alrededor de los 150 dólares, a comienzos de 2015, logrando una subida del 12.400%.
2018, sin embargo, no fue un año fácil para sus inversores, que vivieron una caída del precio del 84% que llegó a su fin cuando bitcóin llegaba en noviembre hasta casi los 3.000 dólares, el punto más bajo desde entonces. Pero, si por algo se caracterizan sus adeptos es por su fe y por estar curados de espanto. Muchos de ellos se autodenominan 'hodlers' (inversores a largo plazo y que no venderán pase lo que pase), y eso le da mucha más fuerza aún a bitcóin, pues lo hace todavía más escaso: solo habrá 21 millones cuando se mine el último bloque, aproximadamente en el año 2.140.
Tras remontar hasta el entorno de los 14.000 a mediados de 2019, el último susto llegó de la mano de la Covid19. Bitcóin, como todos los activos cotizados, tampoco se libró de sus efectos y una fuerte caída en la madrugada del 12 al 13 de marzo de 2020 lo volvió a acercar a niveles de pánico, alrededor de los 4.000 dólares. A partir de ese momento Bitcoin se dio definitivamente la vuelta y emprendió un rally que le hizo superar los antes mencionados 20.000 a finales de 2020, confirmando para entonces una tendencia alcista que le ha llevado a superar los 40.000 dólares, la nueva referencia, recién comenzado 2021.
¿Qué podemos esperar para este año?
El analista Willy Woo decía el pasado 3 de enero que "nunca más veremos los 20.000 dólares" y que "haría falta un cisne negro (un evento muy negativo e inesperado) para traspasar la barrera de los 24.000 dólares". Pese a estas declaraciones, y con el ánimo de no fomentar el optimismo excesivo, este tipo de eventos en los últimos tiempos nos han demostrado que pueden hacer acto de presencia con mayor probabilidad y en cualquier momento.
Lo cierto es que, si nos basamos en los periodos alcistas anteriores, bitcóin tiene aún mucho camino por delante, por supuesto, con sus correcciones correspondientes, que no hay que olvidar que en el ciclo anterior llegaron a ser de entre el 35% y el 40%, si bien no tienen por qué repetirse en idéntica magnitud. Hay quien lo sitúa en los 80.000 dólares, otros en los 150.000 dólares. Los más optimistas le otorgan un valor de 200.000 y 300.0000 dólares a finales de año. Proyecciones, predicciones... intentos de adivinar algo que a día de hoy es solo una incógnita.
Los retos de 2021
Más allá de su precio, bitcóin, la tecnología blockchain y los criptoactivos en general tienen muchos retos por delante, y este parece ser un buen punto de partida para comenzar a afianzarse como industria.
En los últimos meses son varias las empresas que han declarado abiertamente haber incluido a Bitcoin -en mayor medida- y también a otras criptomonedas en un porcentaje más o menos significativo de su portafolio, y es probable que otras sigan su camino: MicroStrategy, Galaxy Digital Holdings, Square... también hay productos creados para que los inversores institucionales negocien acciones de Bitcoin sin poseer la moneda, como el fondo de inversión Grayscale, que posee casi 600.000 BTC. Paypal es otra de las empresas que se ha subido al carro, permitiendo próximamente (ya lo hace en EEUU) a sus millones de clientes comprar y vender criptomonedas. En el otro lado, empresas como Kraken Financial, que se creó como un intercambio de criptoactivos, se ha convertido en el primer banco de criptomonedas regulado del mundo. Innumerables también son los acuerdos colaborativos existentes entre empresas tradicionales y proyectos criptográficos. Todo esto ejemplifica cómo ambos mundos van teniendo cada vez más puntos en común y por qué la regulación del sector parece algo inevitable y muy cercano.
Cada desarrollo tiene sus propios retos y también diversos problemas que enfrentar en la actualidad: Ethereum tiene por delante resolver la escalabilidad mediante su ETH 2.0, Ripple sus problemas con la SEC, la moneda de privacidad Monero o aquellas que tienen una parte dedicada a ella, como Dash y Zcash, están comenzando a tener conflictos con algunos exchanges...
Son muchos los proyectos y muy variados los objetivos: procesamiento de datos, oráculos, finanzas descentralizadas (DEFI), evolución de los contratos inteligentes, mejoras en la eficiencia de las transacciones globales, la interconexión mediante puentes entre distintas cadenas, el internet de las cosas, la transformación de la publicidad, la mejora de la privacidad, energías más eficientes... son algunos de los problemas que intenta resolver y/o mejorar la industria criptográfica a través de sus distintos y múltiples desarrollos. Por todo ello, es importante que las regulaciones que lleguen, que en teoría lo harán para proteger al consumidor y prevenir el fraude, no acaben frenando y lastrando la innovación y la esencia de un sector que, además de estar en pleno auge, está demostrando que tiene mucho que aportar.