Nick Szabo siempre estará bajo la lupa de aquellos que tratan de descubrir la identidad real de Satoshi Nakamoto, pseudónimo de la persona o el conjunto de personas que presentaron Bitcóin al mundo el 31 de octubre de 2008.

Por muchas veces que lo haya negado ya, siempre quedará la duda. Y no es para menos, pues el 'padre de los contratos inteligentes' sentó años antes las bases de lo que serían las criptomonedas a través de su visión sobre la distribución, la confianza, la privacidad, el consenso o la descentralización. También dirigió la precuela de Bitcóin: Bit Gold ya intentó ser una moneda digital descentralizada en 1998, aunque resultó un experimento fallido porque no consiguió encontrar la solución al problema de doble gasto que sí logró Bitcóin posteriormente. 

Mediados los 90 Nick Szabo escribió varios artículos en los que profundizaba sobre la importancia de la era digital para la humanidad, sobre el diseño de protocolos altamente seguros y, entre otros, cómo los contratos inteligentes serían una herramienta primordial de los cambios en la era de la informática. En 1999 Szabo publica un artículo llamado 'Los protocolos de Dios', un guiño a 'la partícula de Dios' que usó el premio Nobel Leon Lederman para referirse a la importancia del bosón de Higgs en la física moderna.

En 'Los protocolos de Dios' Nick Szabo trataba de buscar la creación de un protocolo tecnológico ideal, que fuera seguro y confiable basado en un concepto de deidad que está de parte de todos por igual. Según sus palabras, "todas las partes enviarían información a Dios. Él manejaría esa información y devolvería el resultado". Además, lo haría de forma "discreta, y ninguna de las partes sabría más de lo que sabe de sí misma". Es decir, que nadie jugaría con ventaja. 

Internet, blockchain y el concepto de valor

Cuando nace internet surgen también nuevos conceptos que hemos ido asimilando con el paso de los años: navegar, correo electrónico, videollamadas... cada forma de interactuar en internet tiene su propio protocolo. Sin embargo, no fueron estos sino las aplicaciones las que lograron monetizar la red: Yahoo, Google, las redes sociales, Microsoft o Apple aportaron el valor necesario para dar uso a dichos protocolos existentes: 'aplicaciones pesadas sobre protocolos finos', como los HTTP, SMTP, TCP/IP, FTP...  

En la blockchain se espera que suceda lo contrario: son los protocolos los que le darán valor, más allá de que existan aplicaciones sobre ellos. El concepto de 'fat protocols and thin applications' lo explica con mucha claridad Joel Monegro, que fundamenta este razonamiento en dos pilares: la capa de datos compartidos (los datos del usuario se almacenan en una red abierta y descentralizada en lugar de hacerlo en aplicaciones individuales) y la necesidad de un token criptográfico que incentive la innovación de protocolos abiertos y aumente la adopción tecnológica por medio de la especulación. El círculo que esto genera cambia por completo los modelos de negocio existentes y evita, como él remarca, los mercados de "el ganador se lo lleva todo". La red de Ethereum sería un buen ejemplo de un protocolo de gran valor que permite construir sobre él infinidad de aplicaciones. 

El 'problema del oráculo' en blockchain

Cuando hablamos de blockchain, parece algo único, aunque en realidad existen muchas y muy variadas. Estas redes formadas por bloques son, por definición, solitarias. Están aisladas, y por eso son seguras y fiables, pues el consenso dentro de ellas forma parte de un círculo cerrado. El problema del oráculo incide precisamente en que no pueden interactuar de forma nativa con el exterior, con lo que a las blockchains les resulta imposible importar o exportar datos por sí solas. 

Los contratos inteligentes, por otro lado, son acuerdos digitales bajo una serie de condiciones que permiten su ejecución en la cadena de bloques. Son inmutables, pero para que sean útiles necesitan conectarse con los datos del mundo real, ya que estos no se generan en la blockchain. Los contratos inteligentes o 'smart contracts' son cada vez más avanzados y sus posibles casos de uso son prácticamente ilimitados: seguros, pagos, transacciones, cambios de divisa, certificaciones, viajes... pero la conexión con aplicaciones web, datos en la nube, firmas digitales o incluso otras blockchains no sería posible sin los oráculos. Son estos los que hacen de intermediarios (middleware) para conectar la blockchain (on-chain) con el mundo exterior (off-chain). El oráculo necesita flexibilidad para poder operar dentro y fuera de la blockchain de forma simultánea, pues interactúan como redes separadas y no se integran en la capa principal de ninguna blockchain debido a las propias limitaciones de las mismas (escalabilidad, interoperabilidad...). Por esto mismo las blockchains por sí mismas no pueden resolver el problema del oráculo.  

Comportamiento de la red de Chainlink

La revolución de los oráculos, ¿es Chainlink el futuro?

Muchos expertos pensaban que el problema del oráculo nunca podría resolverse. Con la red de oráculos de Chainklink, sin embargo, la computadora ya está conectada a internet, y lo está de forma descentralizada, dando a los usuarios la garantía de que los datos serán entregados a tiempo y no podrán ser manipulados. Además de esto, es muy probable que en un futuro no muy lejano casi todas las bases de datos estén conectadas con cadenas de bloques de alguna manera, y por el momento el líder indiscutible en este apartado es Chainlink. 

La confianza es una de las fuerzas económicas más poderosas que existen y Chainlink abre un mundo nuevo en este campo, pues podría considerarse como una fuente definitiva de datos que no puede ser alterada, pero tampoco controlarse o censurarse. Los contratos inteligentes junto con la tecnología de Chainlink brindan garantías contractuales basadas en programación y matemáticas, donde la seguridad de que ambas partes cumplan su parte del trato ya no depende de las personas ni de si son o no de fiar. También se consigue un gran ahorro de costos

Chainlink ya es la solución predeterminada para la gran mayoría de aplicaciones DeFi (finanzas descentralizadas), pero además cuenta con un ecosistema enorme y sus socios y colaboradores crecen a pasos agigantados, no solo en el mundo de las criptodivisas, también en el de las empresas tradicionales como Google, SWIFT u Oracle. El pasado año el Foro Económico Mundial (FEM) reconoció a Chainlink como uno de sus pioneros tecnológicos de 2020.

LINK, su token, se usa para asegurar y alimentar la red de Chainlink, es precisamente ahí donde captura todo su valor. Se utiliza como forma de pago y también como garantía para organizaciones o empresas que usen contratos inteligentes a través de su red. Es muy difícil hablar de su potencial de apreciación, pues hablamos de un activo inédito que asegura una red sin precedentes y que resuelve casos de uso hasta ahora inexplorados. Aunque es puramente anecdótico, fue el criptoactivo con mejor rendimiento en 2019. En estos momentos no cuenta prácticamente con competidores, pero seguramente aparecerán con el paso del tiempo. Será el uso de su red lo que determine su futuro y la posibilidad de convertirse en un estándar global. Si fuera así, no se le puede poner techo al valor que podría alcanzar, solo el tiempo lo dirá. 

La tecnología blockchain es aún muy reciente y siempre hay que tener en cuenta que aún puede fallar o colapsar, pero es evidente que con el nacimiento y posterior desarrollo de Chainlink la revolución ha llegado al mundo de los datos. Su aplicación en los contratos inteligentes, hay que señalarlo, ni tiene precedentes ni se conoce aún cuáles son sus límites. Dejando a un lado la condición de 'divinidad' a la que hacía referencia Nick Szabo en su artículo 'Los protocolos de Dios', la red de oráculos descentralizados de Chainlink se aproxima mucho a lo que allí se buscaba. Las posibilidades, ahora, son infinitas.