La consejera Tapia fue clara este jueves: la crisis de Argelia va a tener un impacto directo en las empresas vascas y va a haber una reducción de márgenes. Cuando la economía vasca empezaba a levantar la cabeza después de la primavera tan complicada que ha acarreado el estallido de la guerra en Ucrania, Euskadi mira a un nuevo bache en su camino de la recuperación. La crisis abierta entre Argelia y el Gobierno central como consecuencia del cambio de postura de España en el conflicto del Sáhara Occidental ha vuelto a agitar las inquietudes del empresariado vasco. Y no es para menos, porque Euskadi se juega 75 millones de euros en intercambios comerciales directos con ese país. Esa es la balanza comercial que arroja el país argelino según datos del Eustat, con un saldo positivo de casi 59 millones de euros para la comunidad autónoma, que exporta mucho más al país norteafricano que lo que importa de allí.
De hecho, Argelia es el destino número 65 de las exportaciones de Euskadi. Los bienes de equipo, el papel y sus derivados, los productos de alimentación, los vehículos y la metalurgia lideran los envíos desde Euskadi con origen a Argelia, mientras que el cemento y el vidrio son los productos más demandados a Argelia por parte de la comunidad autónoma. El país norteafricano cuenta con la presencia de algo más de una decena de empresas vascas, algunas de ellas del tamaño o relevancia de CAF o Iberdrola. SENER también estuvo varios años en esa república si bien ya no tiene delegación. A las empresas implantadas allí hay que sumarles exportadores como Aplanti o Artyco y otros rostros conocidos en la actividad de Euskadi que sin ser vascas, desempeñan un papel importante aquí y tienen también actividad en Argelia como Noatum o Indra.
Junto a la factura directa para estas empresas con actividad en el país vuelve al paisaje empresarial los costes de la energía. Una factura indirecta que podrían ver un incremento todavía mayor si Argelia decidiese dejar de suministrar gas a España. Un varapalo duro a pesar del tope al gas aprobado este jueves en el Congreso de los Diputados y que también pondría aun más en jaque el coste de unos combustibles que ya se han 'comido' el descuento de 20 céntimos por litro decretado por el Gobierno central. Las electrointensivas ya sufrieron en sus propias carnes las consecuencias de estos precios, que condujeron a parones de actividad en empresas como ArcelorMittal o CAF.
De nuevo el reto de repercutir los costes
La crisis de Ucrania ya puso de relieve las dificultades que tienen las empresas para repercutir los aumentos en los costes de producción que se producen de forma repentina. Aunque algunas ya adelantaron en marzo que iban a incluir claúsulas en sus renegociaciones de precios para indexar eventualidades como las derivadas de la invasión rusa, otras muchas no han tenido fácil ese proceso de negociación. Extrapolándolo al caso más extremo -y ya fuera de Ucrania- Siemens Gamesa es el exponente perfecto de las dificultades que puede suponer la negociación de precios, especialmente cuando hay contratos firmados a dos o tres años vista.
Ese aspecto era precisamente el que subrayaba este jueves la consejera Tapia: la "reducción de márgenes" que va a suponer para las empresas esta crisis diplomática, de la que dijo ayer la titular de Desarrollo Económico que solo añade "incertidumbre" ante la "alta" dependencia del gas natural procedente de fuera de Euskadi. Eso, en cualquier caso, no puede ser un obstáculo para la estrategia de descarbonización según la consejera. El secretario general de UGT-FICA, Antonio Ríos, insistía este mismo jueves desde Bilbao en la otra cara de la moneda: la necesidad de que la transición energética tenga un ritmo que "no condene" sectores productivos.