Lo primero que se le viene a la menta al típico aficionado de fútbol al escuchar el nombre de Álex Aranzábal, viene relacionado con su etapa como presidente de la SD Eibar, club que encabezó durante siete años consecutivos y que lo llevó a pasar de jugar en Segunda División B a Primera. Aunque su último año no fue el más recordado, ya que los armeros se mantuvieron en la categoría gracias a una irregularidad financiera del Elche CF, el guipuzcoano fue el que dejó el testigo a la que sigue siendo hoy en día la máxima responsable del equipo, Amaia Gorostiza. Una vez aparcados sus labores en los despachos, Aranzábal emprendió un nuevo camino y se centró en los negocios, haciéndose cargo de Mecanizados AYA, una de las armerías más destacadas del panorama europeo.
Las escopetas deportivas son el reclamo más popular por parte de sus compradores desde hace más de 100 años, concretamente desde 1915, momento en el que Miguel Aguirre y Nicolás Aranzábal, quienes después de estar formándose en Barcelona, fundaron un pequeño taller dedicado a la fabricación de piezas para la producción armera en Eibar. Desde entonces, es la empresa más antigua de la localidad y una de las señas de identidad de la ciudad. De ahí que al equipo de fútbol se le denomine "armero". Aranzábal se encontró una compañía en pleno rendimiento, exportando el 95% de su producción y teniendo como mercados principales a Estados Unidos e Inglaterra, países a los que ha enviado armas de fuego desde los años 60. "En su momento AYA llegó a tener más de 500 trabajadores y una producción anual de 20.000 escopetas", decía Aranzábal en un reportaje.
"Nos encontramos con dos años de pandemia y luego con la guerra de Rusia. Ha sido un golpe duro porque el mercado ruso ha supuesto entre un 15% y un 20% de la facturación"
Se antojaba un buen proyecto para el que fuera presidente de la Sociedad Deportiva Eibar, pero la llegada de la pandemia cambió la dinámica de la empresa y el nivel de producción, como en otros sectores, disminuyó. Aranzábal, a pesar de coger las riendas del negocio familiar a partir de 2016, no fue hasta 2018 cuando fue nombrado consejero delegado. Dos años después, llegó el Covid-19, un trágico momento que pudo sobrepasar hasta la invasión de Rusia sobre Ucrania. Éste último punto fue el detonante definitivo de una empresa que comenzó con una serie de problemas que, a día de hoy, no parecen tener fin. "Nos encontramos con dos años de pandemia que paralizaron las ventas y luego con la guerra de Rusia, donde está prohibido la exportación de armas de fuego. Ha sido un golpe duro porque ha habido años en los que el mercado ruso ha supuesto entre un 15% y un 20% de la facturación", admitió el eibarrés a un medio local.
Juan Carlos I, cliente habitual
A partir de entonces, el número de trabajadores disminuyó, pasando de los 30 a 26, y pocos meses después, a sólo 6. La principal razón: problemas económicos. Gran parte de los trabajadores de la armería se quejaron de falta de derechos laborales y de nóminas impagadas, un conflicto en el que se ha visto involucrado también el Sindicato LAB (Langile Abertzaleen Batzordeak), que exigía un cambio en la organización. Hoy en día, la empresa se encuentra en 'stand by', a expensas de saber cómo puede evolucionar y dar la vuelta a la situación.
En una de las peores crisis que ha sufrido Mecanizados AYA, no se descarta que incluso la empresa, después de casi 110 años, tenga que cerrar de forma definitiva. Una compañía que, recordemos, consiguió posicionarse como una de las marcas más importantes dentro del sector de la fabricación de armas gracias a la fidelidad de sus clientes. El Rey emérito Juan Carlos I, gran apasionado de la caza, ha sido comprador habitual, al igual que Fabiola de Mora y Aragón, quien fuera reina de Bélgica entre 1960 y 1993.