Relevo al frente de la histórica Vicrila, una de las empresas más longevas de Euskadi con más de 130 años a sus espaldas. El hasta ahora director Fernando Bermejillo, que aterrizó en plena crisis y cuenta con el aval de haber logrado enderezar el rumbo y sacar a Vicrila de la quiebra, se echa a un lado antes de lo previsto con inversiones pendientes y sin haberse cerrado el ciclo del plan estratégico 2018-2023. Toma las riendas de la fábrica Pablo Alonso, un directivo externo a la compañía que debe afrontar entre otros las inversiones y reparaciones necesarias en la factoria para llegar a 2025, cuando se termina la vida útil del horno.
Tras año y medio en concurso de acreedores, Vicrila selló su salvación a mediados de 2018 con la entrada de músculo financiero a través del fondo Mivaricar, además de una serie de ajustes salariales. Fue el tercer intento de compra el que fructificó después de dos anteriores infructuosos. El fondo Gestiber acabó abortando la operación de entrada en Vicrila cuando ya el juez concursal había dado luz verde a su proyecto, forzando una búsqueda contrarreloj de un nuevo propietario. Y ahí acabó prosperando la labor de cocina del propio Bermejillo, quien había llegado de la mano de Gestiber, al convencer a una serie de inversores vascos (familias Lanzagorta y López Ante) para invertir.
El fondo creado expresamente para ello, Mivaricar, presentó un nuevo plan con importantes inversiones y el objetivo claro de reflotar el proyecto industrial. Aunque durante el concurso en el entorno de la fábrica crecía el temor a una venta de los activos y los terrenos, el perfil industrial de los nuevos propietarios prometía y, de hecho, llegaron con una importante inversión bajo el brazo. El covid y el cierre de la hostelería, principal mercado del fabricante de vasos y copas, fue un duro mazazo para el proyecto, que pudo sujetarse gracias a la fabricación de vasos de vidrio para alimentación, principalmente Nocilla (del grupo Idilia Foods).
Superado ese bache gracias a la popular crema de cacao, Vicrila recuperó el ritmo de crucero a medida que la hostelería volvía a abrir la persiana y la vocación de retomar las inversiones paralzadas por el virus. A finales de 2020 se anunciaban 15 millones para mejorar los procesos productivos hasta 2023. Será a mediados del año que viene cuando deban acometerse reparaciones en el horno, que termina su ciclo de vida en 2025. Ahí puede llegar el verdadero punto de inflexión para la fábrica vizcaina, que deberá encontrar músculo económico para instalar un nuevo sistema de fusión del vidrio. Los elevados precios del gas y la electricidad penalizan estos últimos meses a la empresa de Leioa, que en todo caso cuenta con salud en el ámbito de clientes y pedidos.
Salida por sorpresa
Por todo ello ha sorprendido la marcha de Bermejillo, el hombre que llegó en plena tormenta y logró llevar Vicrila a buen puerto. La salida, que ya se ha materializado, fue comunicada hace unas semanas a los trabajadores, a los que se explicó que Bermejillo busca afrontar nuevos objetivos en su carrera. Ya está sentado en el despacho de director general Pablo Alonso, un directivo externo que procede de la vizcaina Forbrass, con sede en Galdakao y dedicada a la forja y la estampación.
Alonso debe culminar las inversiones pendientes y acelerar el proceso de diversificación y apertura de nuevos mercados. En el horizonte está ese nivel de 50 millones de facturación previsto para 2026, en torno a un 40% más que en 2021. En los cálculos de la compañía está lograr entrar en beneficios este año, todo un hito teniendo en cuenta que Vicrila entró en concurso en 2016 con más de 50 millones de deuda. Con 250 trabajadores, es el principal fabricante de vasos de vidrio español y tras la pandemia ha reforzado su apuesta por abrir nuevos mercados. Ya vende en España, Francia, Reino Unido, Alemania, México, Estados Unidos, China o Corea del Sur. A corto plazo la intención es seguir creciendo en el mercado europeo, EE.UU. y Canadá.