No ha podido finalmente Matrici evitar la entrada en concurso de acreedores después de años de agonía. La falta de pedidos y el fracaso de la aventura china de la mano de Evergrande han llevado a la cooperativa de Zamudio a acudir al juez con una deuda de más de 20 millones de euros. La matricería vasca abre así un nuevo capítulo negro tras el cierre de históricas en los últimos años como Troquenor, Matricería Deusto o Araluce.

La pandemia ha agravado la situación, pero esta es una crisis anterior al covid. Como en otros sectores, la competencia asiática a coste mucho más bajo fue haciendo perder posiciones en el mercado, aunque sin duda la fabricación de troqueles (los moldes con los que cada fabricante luego produce las piezas de la carrocería) sufre sobre todo por la incertidumbre en que lleva sumida desde hace años toda la automoción. Al motor de combustión se le augura un mal futuro y el eléctrico no termina de arrancar. En ese impasse son muchas las empresas de la cadena que no saben a qué carta apostar y ese es el caso del fabricante de troquel, que debe afrontar una gran inversión para acoplarse a los modelos eléctricos.

Aunque hay excepciones, el sector matricero vasco aguanta bajó mínimos a la espera de una reactivación de nuevos pedidos de fabricantes europeos. Matrici se ha visto obligada a solicitar concurso de acreedores esta semana, pero su agonía viene de lejos. Venida a menos en los últimos años, todavía en 2017 se adjudicaba de la mano de Volvo junto a otras cooperativas de Mondragon el contrato más voluminoso de su historia, superior a 40 millones de euros.

Desde entonces prácticamente sequía absoluta, más allá de la particular apuesta por el vehículo eléctrico con la china Evergrande, cuyos impagos habrían supuesto el desplome final de la cooperativa de Zamudio. Matrici entra en concurso con apenas 140 trabajadores cuando hace unos años superaba el medio millar, una pérdida de músculo laboral que Mondragon ha ido desviando a otras empresas del grupo.

Imagen del interior de Matriceria Deusto./ Gestamp

A la espera del maná europeo

A partir de ahora Matrici abre un periodo de reestructuración a todos los niveles bajo la tutela del administrador concursal Iñigo Gutiérrez, del despacho ETL, que deberá lograr dar entrada a nuevos pedidos si quiere mantener con vida el proyecto industrial. Fuentes de la compañía señalan que la labor de búsqueda de nuevos clientes no se va a detener con la entrada en proceso concursal. En los últimos meses la cooperativa ha mantenido contactos con diversos fabricantes europeos como BMW para intentar revitalizar la cartera de pedidos, ya pensando eso sí en los nuevos modelos eléctricos que se preparan para los próximos años. El fiasco de Evergrande alimenta esa sensación de que la conexión debe producirse con una marca europea.

La lista de troquelerías que han bajado la persiana en la última década en Euskadi rebasa de largo la decena, algunas de un día para otro y sin ruido mediático. Sí fue sonado el cierre de Troquenor, en Derio, cuyos trabajadores fueron desalojados de las instalaciones de la factoría por la Ertzaintza tras semanas de encierro en defensa de sus puestos de trabajo.

batz

Antes de la pandemia fue la cooperativa Batz la que anunció el cierre de Araluce, gestándose un duro conflicto en el municipio de Igorre (donde convivían tanto la factoría de Araluce como la sede central de Batz) cuyos coletazos se arrastran hasta el día de hoy. Justificado por parte de la dirección de Batz como único remedio para mantener a flote la cooperativa ante la caída del mercado de automoción, el cierre de Araluce dejó también episodios rocambolescos al llegar a denunciar Batz que los trabajadores de Araluce retenían en el interior de la fábrica troqueles pendientes de entregar a los clientes. Finalmente tuvo que ser un juez el que decretara la salida de los moldes de la fábrica, proceso que se llevó a cabo bajo la vigilancia de un amplio despliegue policial.

Más recientemente, ya en plena pandemia de covid, el gigante Gestamp procedió al cierre de Matricería Deusto junto a la ingeniería GTS, en total más de 200 puestos de trabajo. La multinacional de la familia Riberas, que ya se había desprendido antes de Araluce, sacaba así otra pata del negocio matricero en Euskadi ante la debilidad del sector. La propia Batz hace años que apostó por diversificar el negocio y enfocarse en otras áreas del vehículo para no quedar atrapado en la crisis del troquel.