"Tener una economía industrial como la vasca es un arma de doble filo: cuando el viento sopla a favor, la expansión es brutal, pero en tiempos de crisis o desaceleración, la exposición a esa coyuntura económica es mucho mayor". Eso es lo que reconoce en privado el portavoz de una empresa del 'retail', pero que refleja una percepción general entre los industriales vascos que, por ejemplo, también ponía de manifiesto hace tan solo unos días el equipo de economistas de BBVA. En plena 'lidia' de las derivadas de Ucrania y con el susto argelino a las espaldas, a Euskadi se le empiezan a acumular nubarrones económicos internacionales. El último, sobre el que mantienen un ojo las grandes empresas vascas, es la creciente tensión entre Taiwan y China desde que Nancy Pelosi visitase este pasado fin de semana la isla. A un lado, ejercicios militares de la Armada china frente al estrecho de Formosa. Al otro, fuego real en las maniobras defensivas que exhibe Taiwan.
La tensión ha ido 'in crescendo' en los últimos días entre dos actores nada baladíes para la economía vasca. Euskadi deposita entre la China popular y la China 'nacionalista' uno de cada diez euros de sus importaciones y la inmensa mayoría en sectores clave. Si el bloqueo de los puertos chinos ya ha sido un verdadero calvario para las empresas vascas y sus cadenas de suministro, ahora la amenaza puede tener forma del gran quebradero de la automoción vasca: los microchips. Entre ambos países, Euskadi compra allí la mitad de los componentes eléctricos que importa -28 millones de euros de los 56 que Euskadi ha invertido en comprar fuera a lo largo de este año según los datos de Eustat durante los primeros cinco meses del año- además de un trecho importante de los componentes y piezas de automoción que adquieren la industria vasca en el exterior.
Más allá de las inversiones e implantaciones que empresas vascas como BBVA, CAF, Iberdrola o Gestamp tienen allí, la gran amenaza pasa por el bloqueo de una sola empresa: TSMC, Taiwan Semiconductor Manufacturing Company. O lo que es lo mismo, la proveedora del 60% de los microchips que se usan en todo el mundo y que abastece a sectores tan diversos como la telefonía, la automoción, la aeronaútica o el sector de defensa. El colapso de esta compañía, bien por esa remota posibilidad de invasión, bien por un simple bloqueo naval -algo que Taiwan ya dice estar sufriendo- o incluso pequeñas complicaciones en el tráfico marítimo pueden suponer un auténtico dolor de cabeza que no solo conduciría a una rotura de suministros, sino a un desequilibrio entre demanda y oferta que dispararía los precios de los semiconductores que durante estos dos últimos años han puesto en jaque a Mercedes y a toda su cadena auxiliar.
El colapso de TSMC conduciría a un parón de la automoción mundial en tres semanas
Aunque el 'crack' sería importante, el impacto sería dispar: "hay quienes no tienen problemas para recibir suministros con frecuencia y quienes han tenido entregas con plazos de hasta ocho o nueve meses", señalan fuentes del sector que sí coinciden en señalar que "casi todo viene de China y Taiwán". Los datos internacionales coinciden en que estos dos países junto a Corea del Sur suponen el 75% de los microchips mundiales y incluso la propia Comisión Europea llegó a afirmar que si Taiwan detuviese sus exportaciones la automoción se pararía en tres semanas ante el frenazo de una cadena que ahora comenzaba a levantar cabeza y normalizarse tras la crisis de suministros derivada de la pandemia. Aunque la solución a esa dependencia exterior ya tiene un PERTE de microchips encima de la mesa, la realidad es que España solo cuenta con cuatro empresas con cierta relevancia en el sector y ninguna es vasca.
Solo en China, Euskadi gastó el año pasado 1.650 millones de euros en compras que ahora se sumarían otros 281 millones de Taiwán. Junto al suministro de microchips, el conflicto también pone en jaque el suministro de metales, plásticos y, de estallar, supondría la desaparición de la industria vasca del juguete.