En familias vascas afines a lo que había sido la segunda República y en la más estricta intimidad para esquivar los oídos del régimen era recurrente durante las décadas de la dictadura referirse a Talgo como traidor a los gudaris, odiadle. El 'chiste', si puede llamarse así, se apoya en las letras que forman el acrónimo de la empresa de trenes, que en realidad responde a los apellidos de sus impulsores (Tren Articulado Ligero Goicoechea y Oriol) y al cambio de bando durante la defensa de Bilbao en la guerra civil de uno de ellos, el ingeniero militar Alejandro Goicoechea, quien favoreció la entrada de los sublevados en la capital vizcaína entregando los planos del cinturón de hierro al ejército franquista.

A la vida de Talgo han regresado en pleno siglo XXI los espías, el CNI, Moscú y la geoestrategia al más alto nivel. La OPA activada por la empresa Magyar Vagon escondía, tal y como están revelando distintas informaciones, conexiones con el Gobierno de Vladimir Putin hasta el punto de que el propio Centro Nacional de Inteligencia ha llegado a intervenir en el bloqueo de la operación por parte del Ejecutivo de Pedro Sánchez, según avanzó El País.

Las alusiones desde Moncloa a la seguridad nacional para vetar la OPA sitúan desde luego a la firma de origen vasco a otro nivel. Casi sorprende que una empresa de este tamaño, con números de facturación y plantilla que superan sin despeinarse muchas cotizadas españolas, genere semejante revuelo en la política nacional con ecos incluso en grandes medios extranjeros. Los esfuerzos por evitar su paso a manos húngaras del Gobierno de Sánchez, que le coloca la etiqueta de estratégica, solo se explican por la expansión que proyecta una cartera de pedidos inmensa y el papel que debe jugar el tren y en concreto la alta velocidad en la nueva movilidad 'verde'.

Andras Tombor, representante de Magyar Vagon Efe

Tecnología punta bajo el régimen franquista

Talgo ya fue, en sus orígenes, una palanca del gobierno franquista. Dicen los historiadores que no se debe juzgar con la mentalidad actual los actos del pasado. Más allá de ese cambio de bando del principal ideólogo del tren durante la guerra, lo cierto es que Talgo fue un proyecto impulsado por franquistas que permitió a la dictadura lucir una tecnología de vanguardia en un sector tan relevante como el ferrocarril.

Y eso que el primer gran empujón al tren vino de la iniciativa privada, en concreto a través del dinero del empresario conservador José Luis Oriol y Urigüen, abuelo del actual presidente Carlos de Palacio Oriol y ligado a través de su mujer a la poderosa familia Urquijo (con la que fundaría entre otras Hidroeléctrica Española, Hidrola, el germen de Iberdrola).

Interior de un viejo modelo Talgo en el Museo del Ferrocarril de Madrid / EP

La empresa Patentes Talgo nace como tal en 1942 con el primer montaje en talleres guipuzcoanos aunque los trabajos de Goicoechea habían comenzado bastante antes. Ese año se construyó en Estados Unidos el primer prototipo, Talgo I, el antecedente del tren (Talgo II) que cubriría el primer trayecto comercial (más bien 'oficial') en 1950 entre Madrid y Valladolid con Francisco Franco a bordo.

Mesas en un Talgo en el Museo del Ferrocarril de Madrid / EP

Una historia de éxito

Para entonces Goicoechea ya había abandonado la compañía. El ingeniero nacido en Elorrio terminó por perder la confianza de la familia Oriol-Urquijo, que necesitaba un cambio de enfoque para poder dotar de viabilidad comercial a los esquemas de Goicoechea y terminó por trasladar la fabricación a EEUU ante la delicada situación en que se encontraba en los años 40 la industria española (parte de las pruebas aquellos años se realizaron en las instalaciones de la histórica Babcock Wilcox en Galindo, entre Trapagaran y Sestao).

Una vez en marcha la primera unidad la de Talgo es una historia de éxito. Pieza central en el desarrollo de la economía española, su consolidación corrió a cargo de nombres menos conocidos como el del ingeniero madrileño Ángel Torán, hombre clave para hacer realidad la idea inicial de Goicoechea. Con sede actual en la capital española Talgo conserva parte de sus raíces vascas ya que una parte muy relevante de su producción sale de Rivabellosa. Los tiempos han cambiado y, cada vez más cerca de convertirse en una firma centenaria, Talgo viene arrastrando problemas para sostener su rentabilidad.

Un tren de Talgo

Las 'prisas' de sus propietarios por traspasar el timón a Magyar dan a entender que, al menos para sus accionistas, desprenderse del negocio era la mejor solución. Cerrada la vía húngara, Talgo afronta ahora un momento decisivo para su futuro en el que puede ser crucial el apoyo del Estado. De momento ningún gran fabricante salvo Skoda, que tampoco concreta su propuesta, ha querido hacerse cargo de la histórica empresa de alta velocidad. La pregunta de qué vio el Ejecutivo de Viktor Orban en Talgo para poner sobre la mesa más de 600 millones seguirá siendo cosa de espías y del CNI.