Decía Joaquín Almunia esta semana en las jornadas tecnológicas de Euskaltel que Bruselas no puede obligar a un estado miembro a utilizar o no utilizar determinada fuente de energía. Y acusaba "al vecino del norte", a Francia, de no mostrar demasiado interés en mejorar las conexiones para el impulso renovable por su firme apuesta por las nucleares.
La energía nuclear ha pasado de refilón por Euskadi aunque aun hoy produce un largo escalofrío (por lo que pudo ser y por el motivo por el que se paralizó) asomarse desde lo alto del acantilado entre Armintza y Bakio a las instalaciones abandonadas de lo que iba a ser la central de Lemoiz, que esperan a tener una nueva vida de la mano del proyecto de piscifactoría esbozado por el Gobierno vasco esta pasada legislatura.
Además la sociedad vasca ha asistido de cerca, nunca mejor dicho, al largo debate sobre la central de Santa María de Garoña, ubicada en Burgos a un puñado de kilómetros de Vitoria. Iniciado su desmantelamiento, la central de Garoña es historia pero, ¿tiene realmente la nuclear los días contados?
La apuesta francesa
Son años de feroz debate sobre los ritmos a los que debe cambiarse el modelo energético. Los intereses económicos y las repercusiones sociales en juego son enormes. En pleno resurgir de las inversiones en renovables aparecen también todas las limitaciones asociadas a estas energías y a sus formas emergentes como el hidrógeno, y por ello hay voces que piden pragmatismo y no iniciar la mudanza sin haber terminado de amueblar la casa nueva.
Simplificando mucho, el punto de partida son los combustibles fósiles y la meta las renovables. Pero en el trayecto hay estaciones intermedias como el gas natural, considerada energía de transición por su menor impacto ambiental, y en ese contexto se aviva el debate sobre la nuclear, a la que el Gobierno español ha puesto la cruz pero no otros ejecutivos del mundo, por ejemplo el de París.
A medida que se acerca el cierre de la media docena de centrales operativas en España (si no hay un golpe de timón político esto ocurrirá a partir de 2027 y hasta mediados de la década próxima) emergen las voces contrarias a esta decisión por el impacto que puede tener en la factura energética.
Industria de gran consumo
Si en clave de Euskadi uno de los empresarios más críticos con la estrategia del Gobierno central ha sido Josu Jon Imaz, CEO de Repsol, en favor del papel de las nucleares viene alzando la voz los últimos años José Antonio Jainaga, dueño de Sidenor y representante de las industrias españolas de alto consumo.
Jainaga, que ya ha encabezado 'cruzadas' por los altos precios de la luz en anteriores crisis energéticas, entiende que dejar a las renovables todo el peso de la generación puede volver a poner en jaque los costes de las grandes fábricas. Y es que aun hoy la nuclear genera en torno a una quinta parte de la energía en España.
El debate está ahí y es global. El presidente de la patronal catalana, Josep Sánchez Llibre, respaldaba la tesis de Jainaga hace unos días en el foro BCN Desperta! de Crónica Global y avanzaba "apagones industriales" por la incapacidad de las renovables si se renuncia a la nuclear: "No estaremos discutiendo los precios de la energía, sino la ausencia de ella".