Frente a la ciudad de San Sebastián se esconde un pequeño paraíso, un lugar recóndito apartado del ruido y las aglomeraciones de la gran ciudad. La Isla de Santa Clara tiene la magia de aquellos lugares que aspiran a convertirse en la escapada perfecta para disfrutar de un día diferente en familia, en pareja, con amigos o simplemente en soledad. Para quienes busquen desconexión, pero también unas vistas de lujo y un ambiente de película, este pequeño islote es la solución perfecta para los residentes y visitantes de la zona.
Cada vez es más conocida y es, para muchos, el islote más bonito de Euskadi. La falta de arquitectura no es ningún problema, al contrario. La isla se mantiene casi intacta, a excepción de los servicios turísticos que se han instalado allí, como un bar, un puesto de socorrismo o mesas. Es por ello que la Isla de Santa Clara sigue siendo un refugio. En verano, la temporada estival alienta al visitante a disfrutar de su buen clima, mientras que en invierno el paisaje se torna más enigmático, digno de aparecer en una de las novelas de misterio del vasco Mikel Santiago.
Historia de la Isla de Santa Clara
Como muchas de las islas cercanas a las grandes ciudades, la Isla de Santa Clara fue, a finales del siglo XVI, el lugar de acogida para las personas contagiadas por la peste. Donde hoy se encuentra el faro, había una pequeña ermita que actuó como cobijo para los enfermos. Más adelante, se dice que, durante la Guerra de la Independencia Española (siglo XIX), San Sebastián le ofreció la cesión de la isla a Eibar a cambio de armas, pero el presunto acuerdo nunca llegó a fraguarse o al menos no quedó documentado.
A mediados del siglo XX fue declarada Centro Histórico de Interés Nacional. La Isla de Santa Clara tiene un pequeño tamaño de apenas 5.1 hectáreas de superficie y 48 metros de altitud. No está poblada, debido a la ausencia de alojamientos de ningún tipo. De hecho, como se verá a continuación, en la isla apenas hay un faro y servicios para el visitante de un día. Sí pueblan el lugar algunos ejemplares de lagartijas, el animal más común en este territorio, además de gaviotas.
Cómo llegar a la isla
Menos de 500 metros separan la Isla de Santa Clara de la playa de Ondarretako, una playa urbana de San Sebastián. Por eso, algunos nadadores experimentados se animan a cruzar a nado. Hay que tener en cuenta que, si bien la distancia no es elevada, cruzar hasta la isla supone salir a mar abierto, con las complicaciones que puede llegar a tener esto. En varias ocasiones se ha tenido que rescatar a personas que, por complicaciones con las mareas o por algún problema físico, han tenido problemas durante la travesía.
La manera más habitual de alcanzar la Isla de Santa Clara es mediante las Motoras de la Isla. Se trata de pequeñas embarcaciones que llevan más de cincuenta años trasladando personas desde San Sebastián y viceversa. La línea roja, en temporada alta (de junio a septiembre, ambos incluidos), tiene una frecuencia de salida cada media hora, de 10h a 20h, y un precio de 4 euros por persona, ida y vuelta. En otras temporadas del año la frecuencia es menor. También hay una línea azul, que incluye un paseo por la bahía y visión submarina por 6,50 euros por persona.
Qué ver en la Isla de Santa Clara
Visitar la Isla de Santa Clara es querer pasar un día en calma, en conexión con la naturaleza. Pasear, disfrutar las vistas, comer, darse un baño o simplemente explorar los alrededores son los planes principales para hacer aquí. Se puede recorrer fácilmente a pie, gracias a los senderos y escalinatas creados para que el visitante pueda llegar a cualquier rincón. Cuenta también con varios miradores para tener la mejor vista de la Bahía de la Concha o los montes Urgull e Igueldo.
Ofrece también una pequeña playa con bar, duchas y servicio de socorrista, además de zonas de merendero por toda la ladera de la isla. La visita imprescindible se encuentra en la parte alta, donde el faro se alza como única edificación del lugar y donde se puede admirar la mejor panorámica de la ciudad de San Sebastián.