En la excelente película ‘Sospechosos habituales’, Kevin Spacey parafrasea a Charles Baudelaire y afirma que “el mejor truco del diablo fue convencer al mundo de que no existía”. En esta nueva ‘etapa’ de EH Bildu, en el que han suavizado hasta la grafía de su logotipo, cuesta mucho no creer que estamos ante un truco de nuestros ‘sospechosos habituales’. ETA dejó el terrorismo hace solo nueve años y con más de 800 muertos en su cruenta cronología. Desde entonces, la creencia de que el adiós definitivo a las armas no fue ético sino estratégico se ha asentado entre las personas que vivimos aquellos años del plomo. Pero solo entre nosotros.

El estudio sobre el poquísimo conocimiento que tienen los jóvenes de lo que fue e hizo ETA en nombre de los vascos pone los pelos como escarpias. Por un lado, por lo poco que las instituciones han hecho para narrar un relato exhaustivo de lo que supuso el terrorismo y la violencia en la sociedad vasca y española. Aquí, el Gobierno vasco tiene mucho por lo que sonrojarse. Bajo su manto, la sociedad ha puesto niebla entre el presente y pasado cercano para cerrar la página más dura e ignominiosa de nuestra historia antes de terminar de leerla.

El estudio sobre el poquísimo conocimiento que tienen los jóvenes de lo que fue e hizo ETA en nombre de los vascos pone los pelos como escarpias

La otra consecuencia de ese olvido es que EH Bildu se puede presentar cada vez ante más votantes sin la mochila de lo que alguno de los partidos integrantes de la coalición jaleó, aplaudió y apoyó sin ningún tipo de vergüenza ni rubor. Esos ramalazos, que todavía se pueden comprobar en los lamentables ‘ongi etorri’ a los expresos de ETA, son totalmente ajenos a los nuevos votantes que se incorporan al censo y que ven en los abertzales un partido moderno, progresista y antisistema. El cóctel ideal para los veinteañeros que sienten rechazo por los viejos partidos y las viejas políticas.

Ahora, esta misma semana con motivo de el ‘Día de la Memoria’, las instituciones descubren la importancia de recordar el pasado y mostrárselo a los jóvenes. Ahora. Nunca es tarde, desde luego, pero el camino que habrá que recorrer para exponer el relato riguroso de lo que supuso ETA y su brazo político será más largo y complicado que si hubiésemos comenzado a desbrozarlo hace tiempo. Concretamente, hace nueve años: el 20 de octubre de 2011.

El camino que habrá que recorrer para exponer el relato riguroso de lo que supuso ETA y su brazo político será más largo y complicado que si hubiésemos comenzado a desbrozarlo hace tiempo

Con estos mimbres -nueve años desde el final de ETA y el olvido de lo que supuso el terrorismo por la dejadez institucional-, EH Bildu se ha reinventado en una especie de nuevo PNV pero de izquierdas. Más molón, más juvenil, más de Instagram… y luchando con los jeltzales por ver a quien quiere más mamá España y es más útil para el Gobierno de Pedro Sánchez. Bienvenidos sean a la normalidad, es lo que siempre les pedimos: cambiar balas por votos.  

Pero que nadie se confunda. Este cambio de estrategia tiene la misma intención política que tuvo en su día el cese definitivo del terrorismo. Una parte importante de EH Bildu, la absoluta dominadora de la coalición tras la ‘implosión’ de EA, tiene un pasado. Y por muy amables que sean ahora, por mucho que se den barnices de institucionalidad, quienes sujetaron la Euskadi que los suyos intentaron derribar a tiros y bombazos fueron otros. Concretamente, los que portaron ataúdes, los que acudieron a funerales, los que pintaron sus manos de blanco y llenaron las calles con un clamoroso silencio de repulsa y decencia. No perdamos nunca la memoria porque en Euskadi el diablo existió, vaya si existió, aunque ahora nos quieran hacer creer que fue un mito.